Me duele que no me creas cariño:
Yo vengo del mundo de los amparos
y a muchos he quitado su dolor.
Sé que estás apenas conociéndome
y que me ves en una espesa tiniebla.
El vaho no ayuda a reconfortarte:
El vaho siembra dudas en tus ojos.
Jamás me he andado con floreos
ni quiero dañar tu cuerpecito móvil.
Donde las brigadas de mis manos se resguardan
y se llenan de tus dulces vestigios.
Más cuando me mires con tus ojos opulentos
que en los míos siempre hacen diana,
debes percatarte de que no te miento
y que mi amor está atrapado en ti.
Siempre estás rodeada de mariposas
y vuelcas tu olor a sotavento.
Mis palabras son de sincero inmigrante
que ha llegado de una tierra ilícita
a cultivar la tierra y sus caminos.
Mi voz es grave y mi piel azafrán
y vengo del mundo veloz de la gacela.
Soy honorable y retengo mi dominio.
Soy contemplativo y algo espiritual.
No me gusta la bebida espirituosa
que llevó a mi padre por malos caminos.
En mi ya anida un hombre equilibrado
que cada día ante mí se descubre.
Sé que los terrores giran en el vacío
erizando a las mujeres en celo.
El terror es un clavo en la frente.
El terror es horadación del cielo.
Quiero protegerte de miedos infundados:
Te cruzan avenidas de tabúes
y llevas un dolor seco en el alma
que no logro traducir a mis señales.
Quizá pienses que soy un transeúnte entusiasta,
que mesa las melenas rimbombantes
y va concentrando hijos por doquier
dejándolos sin pan y en sinsabores.
Pero soy aplacado y comedido
y no tengo un amor en cada puerto.
Diviso sudores en tu frente
y temblores que rayan tu tímido corazón
y recorren, centelleando, por tus miembros.
Soy un concepto varonil y sinuoso
pero ya me van agotando los años
y no tengo las potencias de hace décadas.
Te abro mi corazón ya desgarrado.
Juro protegerte de las aglomeraciones
y los temores que levantan tus mareas.
Hallarás en mis brazos los tesoros que ofrezco
y que han crecido esperando tu venida.