Luis.- ¿Puedo saber que andas tú diciendo a todo el mundo de mis dos queridas hermanas?
 
Agustín (asustado).- ¡Un momento, Luis! ¡Un momento! ¡Tus dos queridas hermanas son dos grandes estudiantes de Filología y yo, desde que tengo uso de razón, he admirado y sigo admirando a las grandes filológas!
 
Vanesa.- Mientras habláis de vuestros muy interesantes asuntos de hombres... ¿os puedo servir tres copitas de menta antes de entrar en faena?...
 
Luis.- ¡Pues va a ser que sí! ¡Pero las paga este cipote enano y cabezón!
 
Agustín (pagando las tres copitas de menta mientras Vanesa se las sirve).- ¡Lo de enano te lo puedo admitir pero lo de cabezón tampoco! 
 
Luis.- ¿Me puedes entonces explicar qué relación existe entre mis dos queridas hermanas y un buey?
 
Agustín (mucho más asustado).- Esto... yo... yo... yoyó... eso... eso... que necesito un yoyó porque no caigo...
 
Vanesa.- ¡Antes de caerte del todo haz el favor de pensar lo que dices antes de que en este local se reproduzca la Guerra de Troya!
 
Luis.- ¡Dame una respuesta convincente, Agustín de los cojones, o te corto el pelo de grulla que tienes y te recorto la perilla de chivo que te dejas crecer para que todos creamos que eres un gran intelectual!
 
Agustín (envalentonado).- ¡No ha nacido todavía el hombre que le haga tales cosas a mi bellísima anatomía biológica y multidisciplinaria!
 
Vanesa.- No entiendo nada pero que no llegue la sangre al río no nos vayáis a salpicar a Irene y a mí que estamos al margen de vuestras memeces.
 
Luis.- ¡Por tu culpa nos están llamando memos!
 
Agustín.- ¿Y qué importancia tiene eso para dos machotes como nosotros?
 
Luis.- ¡Te estás olvidando de que Tomás también está presente aunque parezca ausente!
 
Vanesa.- Por algo será...
 
Luis.- ¿Es que alguien le ha cantado las cuarenta?
 
Vanesa.- ¡Tú lo has dicho!
 
Luis.- ¡Volvamos a lo nuestro, Agustinico! ¿Puedo ya saber, de tu bocaza directamente, qué relación existe entre mis dos queridas hermanas y un buey? 
 
Agustín (otra vez muy asustado).- ¡Para nada, Luis! ¡Para nada!
 
Vanesa.- Pues para saber nadar hay que saber guardar la ropa o callarse para siempre...
 
Luis.- ¡Aplaudo tu sabia frase, Vanesa! 
 
Vanesa.- Sólo lo hago cuando veo a dos necesitados...
 
Luis.- ¿Te estás dando cuenta del ridículo que estamos haciendo?
 
Agustín.- Ya lo estoy viendo... ya lo estoy viendo...
 
Luis.- ¿Y tú qué dices, Tomatito?
 
Tomás.- ¡No me llames Tomatito delante de ellas porque me frustro! Yo soy ahora de los de dormir y callar... dormir y callar...
 
Luis.- ¿Te rompo o no te rompo las napias, Agustinico?
 
Irene.- ¡Nada de peleas, muchachitos! ¡Si hay un buey por medio aquí no está! ¡Así que si os quereis romprer todos los huesos salid, como tan valientes que decís ser, a la Avenida de los Toreros!
 
Vanesa.- ¡Canturreales algo porque esto se está poniendo al rojo vivo!.
 
Irene.- Os voy a canturrear un poco y luego me decís qué tal lo hago ya que no perdéis de vista a la morena. ¡Aquí viene la marejada! ¡Llevátela contigo que a mí me está volviendo loco; menuda hembra, cómo es, mucha experiencia hay que tener para domarla un poco. Llevátela contigo que a mí me está volviendo loco; también la quiero conquistar pero es tan brava que al final no puedo yo tampoco. Torero, para estar a su lado hay que ser torero y medir la distancia que va a su cuerpo. No hay que andar confiado ya en su terreno porque... porque pueden herirte sus ojos negros... torero, hay que ser tan valiente como un torero para ir sin capote a robarle un beso; para hablarle de cerca, sin burladero, hay que ser torero, torero, torero. Llévatela contigo que a mí me está robando el sueño porque la quiero anamorar pero me falta habilidad para cambiar su genio. Llévatela contigo que a mí también me roba el sueño porque no tiene corazón y es peligrosa en el amor. Yo ya le tengo miedo. Torero, torero, torero! 
 
Luis.- ¡Estoy cacaíto del todo!
 
Agustín.- Te acompaño en el sentimiento.
 
Vanesa.- Pues qué bien...
 
Irene.- Son más cortos que los celtas de Pepe.
 
Vanesa.- ¡Jajajajaja! ¡Buena comparación!
 
Irene.- Es que a veces hasta soy ingeniera... 
 
Vanesa.- ¡Jajajajaja! ¡Muy ingeniosa! ¡Y eso que todavía no estamos en plena faena como siempre dicen esta clase de machitos!
 
Irene.- Bueno... pues que hablen de las elecciones... pero a mí las elecciones no me interesan...  
 
Vanesa.- A mí tampoco porque o votas a favor de un necio o votas a favor de otro necio... con lo cual siempre estamos en las mismas...
 
Irene.- ¿Entonces a por quién nos decidimos para atacar?
 
Vanesa.- Al que está más callado de todos.
 
Irene.- ¡Eso, eso, chocolate puro y hueso! Yo sí sé por qué está tan calladito.
 
Tomás (tragando saliva antes de hablar).- ¿sois... sois... sois compatriotas?...
 
Irene.- Yo soy conquense y ella cuencana. Las dos somos de Cuenca pero distintas y diferentes para no repetir el gusto y no defraudar a nadie. 
 
Vanesa.- ¡Jajajajaja! ¡Mi paisana lleva razón! Las dos somos de Cuenca.
 
Irene.- Lo que pasa es que yo soy de las del más acá y ella es de las del más allá.
 
Vanesa.- Me parece que no se está enterando de nada.
 
Tomás (tragando saliva antes de hablar).- Es que... es que... es que se me están quitando las ganas...   
 
Irene.- ¿Se te han quitado las ganas del tiquitaca?
 
Tomás (tragando saliva antes de hablar).- No... no... no...
 
Vanesa.- Parece algo así como asustado del todo.
 
Irene.- Me parece que esta noche no moja ninguno.
 
Vanesa.- Recuerda que todavía les queda el recurso de los picaderos.
 
Irene.- Un poco picapiedras sí que parecen.
 
Vanesa.- ¡Jajajajaja! ¿Quién será el más cuchicuchi?
 
Irene.- En Las Pedroñeras me parece que lo pueden saber bien porque allí se pica muy alto.
 
Vanesa.- Vienen a por lana y están siendo trasquilados...
 
Irene.- ¿Qué entenderán estos por barras bravas?
 
Vanesa.- Como me dijo una vez Pepe, muy juntitos lo dos para ser más exactos, si de barras bravas hablamos a veces hasta cantamos y lo que pasa es que este mundo está lleno de hipócritas y falsos. Esperemos que reaccionen a tiempo.  
 
SE APAGAN LAS LUCES Y FIN DE LA DÉCIMA ESCENA.