Las chicas del Pim's (Comedia) Escena 18
Publicado en Apr 03, 2017
Carlos.- ¡Es un honor mirarte tan de cerca a la cara, Irene!
Irene.- ¡No me hubiese perdido, ni por todo el oro del mundo, ver la tuya tan cerca de mí! Carlos.- ¡He tardado un huevo en poder comenzar a ligar contigo! Irene.- Sí. Ha sido para partirse de risa ver como perdíais el tiempo discutiendo mientras yo estaba hablando con mi jefe. Carlos.- ¿Y qué te ha dicho tu jefe? Irene (sonriendo).- A pesar de que he estado intentando convencerle de mil y una manera al final me ha dado la orden de que vaya cerrando en pocos minutos más. Carlos.- ¿Y yo me quedo sin mojar esta noche? Irene.- ¡El chambelán es el chambelán y donde manda un generalife no manda un matarife! ¿De acuerdo? Carlos (atrudido).- ¿El qué de qué? Irene.- El nada de nada. ¿Qué pasa con el guapito de cara? Carlos.- ¿Te estás refiriendo al pijo de Tomás? Irene.- ¡Jajajajaja! ¡Si ese pijo es el más guapo de todo vuestro grupete cómo seréis los demás! Es la primera vez que veo que el más guapo de todos resulta que tiene cara de acelga. Carlos.- ¿Entonces el guapito del grupo soy yo? Irene.- ¡Pues claro que sí, tontito! ¿Te va un par de ponches? Carlos .- ¿Sotos o caballeros? Irene.- Como aquí no hay ninguna sota de copas te los sirvo de caballero para decirte que no tienes caballo pero menos dá una piedra. Carlos.- ¿Y tú? Irene.- Tengo caballos en un picadero de esos que no son de los de Luis sino de los de verdad pero yo te cobro los dos ponches mientras prefiero ver cómo te los bebes tú los dos a ver qué pasa después. Las chicas enamoradas somos así de caprichosas. Carlos (pagando los dos ponches).- ¿Estás enamorada? Irene (sirviendo a Carlos los dos ponches).- ¡Locamente enamorada! Carlos (emocionado).- ¿Y soy yo el afortunado? (Silencio) Carlos.- ¿Soy yo quien ocupa todo tu corazón? Irene.- ¡Carlitos, que majo eres! Así me apetece siempre verte a pesar de que la distancia sea corta. Carlos (más emocionado todavía).- ¡Esto va bien! ¡Esto funciona! ¡Esto tiene futuro! Irene.- ¿Es que estás estudiando para ser comercial? Carlos.- ¡Jajajajaja! ¡Eres una mujer valiente! ¡No me extraña que siempre dejes huellas en lo que te llegan a conocer! Irene.- ¿Se lo has dicho a Tomás? Carlos.- ¡Ni de chiste! ¡Al enemigo ni alpiste! Irene.- ¿Y a qué ha venido Tomás aquí? Carlos.- Tampoco me ha dicho él nada a mí sobre este asunto. Como somos rivales no descubrimos nuestro juego jamás. Pero yo ya le tengo calado. Es tan callado porque es un maleducado. Para que lo sepas bien sabido, en nuestro grupo nunca se sabe a qué venimos cada uno de nosotros pero no los pasamos de puta madre poniéndonos verdes los unos contra los otros. Sólo el tiempo dice quién triunfa de verdad. Irene.- ¿Y siendo tan jóvenes os dedicáis a intentar resolver estos jeroglíficos de los bares nocturnos? Carlos.- Yo creo que... pues... esto... que no lo sé... Irene.- Tú vienes de pardillo siempre. ¿Me equivoco? Carlos.- ¡Espera! ¡Voy a mi casa y vuelvo enseguida! Irene.- Lo siento pero voy a cerrar dentro de pocos minutos y, además, tengo que arreglarme mucho todavía. Carlos.- Es que... es que... es que voy a por la caja de condones... ¡Espera, por favor! ¡Voy en taxi y vuelvo en taxi!... Tomás.- ¿Qué le pasa a mi enemigo Carlangas? Luis.- Que, como jamás liga nada, nunca viene preparado para ligar; aunque, si cuento la verdad, yo vengo siempre preparado pero tengo muy mala suerte con esta clase de chicas que me gustan un montonazo. Tomás.- ¿Por qué eres ta pesimista? Luis.- Eso mismo me pregunto yo. Nunca he ligado de verdad con las que quiero ligar de verdad pero siempre vengo con una caja por lo de la resignación. Conozco a un tal Benito que le sucede lo mismo que a mí. ¿Comprendes?. Tomás (despistado).- ¿Qué cajas? Luis.- Las del póntelo pónselo. Tomás.- Pues no entiendo nada. ¿Ponerse tal vez el sombrero para ser más caballero? Luis.- ¡Atontado! ¡Te estoy hablando de los condones! ¿Tú tampoco traes? Tomás.- ¿Para qué tengo que traer condones para poder ligar? Luis.- O yo soy tonto del todo, que me parece que sí lo soy, o tú estás viviendo en el planeta Plutón. ¿Es que tengo que decírtelo todo para que te enteres de una puñetera vez? ¡Eres más inocente que Espinete! Irene.- No te preocupes Luis y no te las des del Rey Sol porque no eres ni el paje de paja de un espantapájaros. Yo puedo explicárselo mejor. Tomás.- ¡Irene! Irene.- Yo misma. Tomás.- Pero Irene... ¿de verdad que te gusto tanto tanto tanto?... Irene.- No tanto tanto tanto pero sí un poco. Me hace gracia verte echo todo un gigante en medio de tantos enanos. Tomás.- ¿Te gusto de verdad? Irene.- Con un par de ponches te lo puedo explicar muy bien. Tomás.- ¡Va un par de ponches soto por favor! ¡Es para llevarle la contraria a Carlos! Irene (cobrando los dos ponches y sirviéndoselos a Tomás).- Yo te acopaño mirándote la cara de interesante que se te pone cuando bebes. ¡Es muy emocionante porque te pareces a Burt Lancaster en "De aquí a la eternidad" aunque, eso sí, bastante mucho más feo pero no me importa porque como torta! ¿Puedo servirme un poco de torta y tú me invitas? Tomás (pagando la torta que ha cogido Irene).- Irene... Irene.- Me vas a desgastar el nombre. Tomás (haciéndole efecto todo lo que ha bebido).- Es que te amo... te amo... te amo... Irene.- ¿Cómo dices? ¿Puedes hablar en voz alta? Tomás.- ¡No me importa que se entere Luis el fracasado! ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Y te amo! ¡Toma del frasquito, Currito! Irene.- ¿Puedo saber qué misterio hay aquí para que tú me ames tanto a mí y yo te ame tan poquísimo a tí que se puede decir que no te amo nada de nada? Tomás (de rodillas).- ¡No me des tormento, por favor! Irene (levantando a Tomás que ya se bambolea de un lado a otro hasta que se agarra fuertemente a la barra).- ¿Yo darte tormento a ti con lo guapo que te crees que eres? Tomás.- Sí. Lo sé hasta con los ojos cerrados. Claro que me amas pero no quieres recordarlo del todo. Irene.- No había caído yo en eso de los recuerdos. ¿Cómo puedo recordarlo? Tomás.- Cumpliendo. Irene.- ¡Perdona chaval, pero yo soy una chica y las chicas no estamos obligadas a cumplir con el servicio militar! Tomás.- ¡Jajajajaja! ¿Por qué escondes tus nobles sentimientos? Irene.- Pero si yo no he escondido nada durante toda la noche. Te advierto que son naturales y no uso ni hormonas ni monas. Tomás.- (desvariando).- ¿De verdad eres estudiante? Irene.- Tengo un doctorado en Derecho sin tener que haber hecho ningunca carrera. ¿Sabes a lo que me refiero con eso de no haber hecho ninguna carrera? Tomás.- Si... claro que sé lo quieres decir... pero... ¿dejaste el derecho para dedicarte a esto?... Irene.- ¿Y si te digo que estudio a distancia? Tomás.- ¿Debajo de las estrellas? Irene.- Escucha, Tomasito. Yo sí tengo vivienda propia; pero, por otro lado, te hago saber que el derecho desgasta demasiado. Tomás.- Y tú quiere ester siempre buenísima... ¿no escierto?... Irene.- ¡Oye, zipoteca, esto quiero decir zapoteca pero se me ha cruzado la cacofanía! ¿Tú eres el zipote, esto quiero decir el zapote, que va diciendo por ahí que Pepe es un muerto de hambre porque ninguna mujer le da de comer? Tomás (tragando saliva antes de hablar).- No... si yo... es que a veces... pues sí que soy muy zipote digo zapote... Irene.- ¿Y tú no sabes que Pepe tiene también vivienda propia y tiene una abuela y tiene una madre y tienes hasta una hermana y una novia que es Vanesa para comer todo lo que desee y en el momento que él quiera? ¿Pepe es un muerto de hambre o tú estás muerto de envidia? ¿Quieres que hagamos un test comparativo entre la inteligencia de Pepe y la idiotez tuya? (Silencio) Irene (desmelenada para estar más sexy).- ¿Te gustan tanto las mitologías que te crees que era la serpiente emplumada? ¿Estás deseando irte a Michoacán para nacionalizarte azteca y te has olvidado de que Pepe también sabe de mitologías tanto que te puede dar sopas con ajo? ¡Ajo, Tomás, ajo! ¿Puedes canturrearme algo que sea original aunque hagas el ridículo un poco más de lo que siempre haces? Tomás (ya borracho del todo y canturreando).- ¿Por qué te has pintao las orejas de color azul añil? ¿Por qué te has pintao las orejas si ya no estamos en el mes de abril? ¡Mira que las orejas pintadas hace que seas menos femenil! ¡No seas castigadora porque eso es ser mujer mujer mujer muy vil! ¡Desde que te he viste me muero! Irene.- ¡Jajajajaja! ¡Déjalo ya, Tomatito, déjalo ya por favor que me orino! Tomás.- A que soy simpático... Irene.- ¡Más que un troglodita cascándote nueces o, mejor dicho, cascándote huevos! Tomás.- ¿Un troglodita cascándome huevos? Irenes.- Sí. Estoy segura que tú eres el eslabón perdido que tanto buscan los paleontólogos pero como eres tan paleto todavía no se han fijado en ti. Pero ser sí que lo eres. Tomás (muy emocionado y dando brincos).- ¡Que ilusión! ¡Qué ilusión! ¡Qué ilusión! ¡Qué cosa mas guanajuata! ¡Soy el eslabón perdido! ¡Soy el eslabón perdido! ¡Soy el eslabón perdido! Irene.- Cómo se nota que ya estás bien cargado... Tomás (poniéndose serio).- Bueno... ya me lo han dicho muchos hombres en la intimidad... y es cierto que tengo los hombros desequilibrados... Irene.- ¡Pero no importa! ¡Si te lo han dicho los hombres en la intimidad es que es cierto! ¡Estás un poco torcido hacia la derecha pero eso le pasa a muchos más de los que tú crees! Tomás.- Entonces... ¿eso quiere decir que puedo pasar?... Irene.- ¿Pasar a dónde? Tomás.- Esto... yo... pues... esto... que yo creía... Irene.- No. Eso no se hace aquí. Tomás.- ¿De verdad que no puedo pasar? Irene.- ¿Te han dicho alguna vez que eres más pesado que un zopilote en ayunas y completamente hambriento porque estás muerto de hambre ya que ninguna te da de comer? ¡Donde las dan las toman, Tomatito! Tomás.- ¿Puedo o no puedo pasar? Irene.- ¿Pero pasar a dónde? Tomás.- ¡A la habitación de las sorpresas! Irene.- Pero si lo que es una sorpresa es que aquí no hay ninguna habitación... Tomás.- ¡Hostias! ¡Hostias! ¡Hostias! Irene.- ¿Es que tienes complejo de pastor? Tomás.- Yo creo que de cura me hubiese ido mejor... Irene.- Con las beatas ten por seguro que sí. Tomás.- ¡Vaya corte, Dios mío! ¡Vaya corte! Luis (canturreando completamente borracho).- ¡Pero mira como beben los muy tontos perdidos! ¡Pero mira como beben por ser entrometidos! Tomás (estallando de ira).- ¡Que te vayas a tomar por culo de aquí cagando leches! Luis (saliendo a trompicones).- Vale, vale, ya me iba. Me abro. Me abro por no hablar con alguien tan cerrado. Irene.- Pobrecillo, le has asustado de verdad. Claro que si asustas estando sereno cómo no vas a asustar estando cabreado. Tomás.- ¡Es que de mí no se burla ningún analfabeto! Irene.- ¿Luis es un analfabeto? Tomás.- Te lo cuento como un secreto que conoce ya todo el mundo pero que seguimos diciendo que es un secreto para darle más emoción al asunto. Luis no es sólo un analfabeto sino que nunca ha conseguido ligar con una chica que le gustase. Siempre ha habido alguien que se las quitaba. Irene.- ¡Qué manía tenéis casi todos los hombres de pelearos por chicas que nunca van a ser vuestras y se ríen mientras os peláis porque ellas ya están casadas o tienen novios comprometidos para casarse! ¿No os dais cuenta de que es un absurdo y hacéis el ridículo más espantoso? ¡Menos mal que se salvan unos pocos! Tomás (enfadado).- ¡Nosotros somos como los hombres del resto del mundo! Irene.- Pues dime quiénes son porque yo el resto del mundo no lo conozco. Tomás (tomando de nuevo cofianza).- ¿Sabes que Luis está enamoradisimo de Encarnita pero Encarnita está enamoradísima de otro Luis que no es él? Irene.- Pero si eso ya se lo avisó Pepe para que abriera los ojos y supiera la verdad... Tomás.-¿Cómo sabes tú eso? Irene.- ¿Otra vez tengo que explicarlo? ¡Repito una vez más que resulta que Vanesa es la novia de Pepe y está comprometida para casarse con él y que resulta que Vanesa es mi mejor y más sincera amiga! ¿Lo has cogido ya? Tomás.- ¿Es verdad que ese monumento de mujer llamada Vanesa es la novia oficial de Pepe? Irene.- ¡Que sí, terco! ¡No sólo es su novia oficial sino la única que tiene! ¿Qué te creías tú que pasaba entre ellos dos? Tomás.- Que eran dos agentes secretos y, por lo tanto, nosotros somo un grupo de gilipollas completo. Irene.- ¡Jajajajaja! ¿De verdad que pensábais que Vanesa es una espía de la KGB y que Pepe es un espía de la CIA y que, por ser de dos polos tan opuestos, están liados amorosamente entre sí? ¡Habéis visto mcuhas películas de James Bond, "el agente 007" yos creéis que esa es la realidad! Tomás.- ¡Esto no lo entiende ni Dios! Irene.- Razona un poco orejudo. Si para vosotros Dios no existe, al no existir Dios es lógico que Dios no se entere porque, según vosotros, no existe. ¿Habéis pensado alguna vez sobre eso? ¡Jajajajaja! Tomás (compungido y casi llorando).- ¡Ríete! ¡Ríete todo lo que quieras! ¡No tienes corazón! Irene.- ¡No digas sandeces!. Si yo no tuviera corazón no estaría viva y, por lo tanto, no estaría esta noche aquí. No llores como una Magdalena actuando en una telenovela y te sirvo un té verde que te quiero verde, verde verde verde, verde verde viejo bribón. Tomás (pagando antes de que Irene le sirva el té verde).- ¡Te juro que te sueño mil veces por semana! Irene.- ¿Sabes que te respondo yo a eso? Tomás (excitado).- ¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Que ardes en deseos de echarte en mis hercúleos brazos de pitiminí! Irene.- ¡Tú deliras, chaval! ¡Lo que respondo es que eres demasiado absurdo! Tomás.- ¿Sabes que te echo mucho de menos? Irene.- Yo también echo mucho de menos a alguien. ¡Muchísimo! Tomás.- Si vuelves a hablarme de ese feliz y dichoso Pepe me pego un tiro en la sien derecha. Irene.- ¿Y por qué no puede ser en la izquierda? Tomás.- Porque de momento sigo siendo un pijo de Serrano y por lo tanto no soy zurdo si las circunstancias de mi desconocido futuro no me hacen cambiar y me convierto en camionero. Irene.- ¡Pues no! ¡No estoy pensando en Pepe por dos razones muy poderosas! La primera de ellas es que Pepe es una fruta prohibida para todas las demás porque Vanesa sólo le quiere para ella y hace muy bien porque yo la apoyo en eso de vivir sin ponerse los cuernos. Y la segunda razón, todavía más poderosa, es que yo estoy casada con Felipe, un karateca cinturón negro tercer dan al cual tampoco le pongo ni le he puesto jamás los cuernos ni él a mí tampoco! Asi que olvídame ya porque me voy al aseo de las mujeres a arreglarme un poco más porque tengo que ir al cine con él. Tomás.- ¡Vaya ridículo que hemos hecho los cuatro! ¡Que bochorno mamita! ¡Te juro que no vuelvo a venir nunca más ni jamás de los jamases por este lugar! Irene (saliendo hacia el aseo femenino).- ¡A ver si cumples con tus juramentos porque si no los cumples cometes pecado moral y también pecado mortal por jurar en falso! ¡Eres más falso que un azteca de Hungría! ¡Y aprende un poco de Historia, ignorante, para que no sigas haciendo el ridículo con lo de la serpiente emplumada y las voces de ultratumba. ¡Jajajajaja! ¡La serpiente emplumada! ¡Jajajajaja! ¡Las voces de ultratumba! ¡Jajajajaja! SE APAGAN LAS LUCES Y FIN DE LA ESCENA DECIMOCTAVA.
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