Tiempo de cristal (Cuento)
Publicado en Apr 04, 2017
En el rincón de aquel espacio cerrado Julio, con las manos callosas de tanto escardar las malas hierbas, concentraba sus pensamientos para recordar...
- Mayte... tras cada final siempre hay un nuevo comienzo. Es importante saberlo. - ¡Cuántas cosas, cuántos hechos, cuántos sucesos vividos junto a ti! - Pero no podemos atraparlos a todos ellos. Es la ley de la vida. Sólo podemos atesorar una minúscula porción diaria; la cual, junto con las demás, coforman nuestra memoria. - Si pudiese rememorar todos los segundos vividos a tu lado... - Eso es un completo absurdo, Mayte. - ¿Y por qué tiene que ser un absurdo, Julio? - Porque si no fuese así la vida humana no existiría. La vida humana y aquel espíritu rebelde donde el insomnio acumulaba, en el mundo de Julio, un poso de angustia. - ¿Qué pasa? ¿Qué sucede para no poder olvidarla? Ella no me dijo nada y yo no supe tampoco qué decir. Un simple adiós y una mirada nada más. Las ocho campanadas del anochecer se hicieron escuchar como algo irreal, como algo fuera del tiempo de cristal en donde se había introducido. - Mayte... ¿ves aquella lejana veleta?... - La veo, Julio. - Supongo que nosotros somos así. Yo caminaré según el viento me destine un camino ahora desconocido y tú tendrás también tu propia existencia guiada por otras realidades distintas. - ¿Y no podemos evitarlo? - ¿Para qué, Mayte? ¿Para qué vamos a intentar evitarlo si ya estamos pensando en cómo y por dónde debemos caminar? Tiempo de cristal. Tiempo añorado dentro de un mundo pendiente de ser transfornado en otras realidades distintas como él ya había anunciado. - Sé que en algún lugar del mundo existe una rosa única, distinta de todas las demás rosas. Una cuya delicadeza, candor e inocencia, hará despertar de su letargo a mi alma y a mi corazón. Existe rodeada de amapolas solidarias, filtrando todo lo bello a través de los ojos perlados, grandes y absolutamente hermosos. Después se inundó de silencio mientras continuaba con aquel monólogo ascendente. - Y llegaré al umbral de los pleamares y me hundiré en él para sentir la armonía de mis sentires bailando junto a las luces del puerto. El tiempo seguía siendo de cristal... - Es de noche... ya es muy tarde... llega el momento y me pierdo en las sombras de las realidades. Las verdades que ahora entiendo no son verdades sino los recuerdos de mis otras realidades, de mis otras sombras. Es de noche... ya es muy tarde... y en medio de todo este mundo dibujo mis huellas intemporales. El reloj de la pared parecía un ser viviente... - ¡Háblame de tu corazón, amigo! Julio aceptó contarlo... - Lo que me sucedía era que se me estaba iluminando la vida entre los rojos labios del amor. ¿Puedes comprenderme? - Yo comprendo todo lo que es justo. Por las muchas cosas coherentes que dices esa es tu revelación te comprendan o no te comprendan. Lo importante es que las comprendas tú porque en esto del amor los demás no tienen importancia alguna. Me parece que os acostumbráis mucho a ser solamente terrenales quizás porque lo angelical os aturde y os elimina cuando no sabeis lo que significa. No os dais cuenta de que lo más seguro que tenéis los seres humanos es precisamente ese prodigioso sentimiento de expresar lo efímero, lo impermanente, lo volátil que se convierte en dimensión absoluta a la vez que os naturaliza con vuestros propios sentimientos. La belleza de la palabra es la belleza del dolor y de la alegría. Quizás porque el dolor y la alegría son dos maneras de justificar vuestra inconsistente vida. - Pues yo creo que siempre hay un punto de encuentro entre el sentimiento y las ideas. Si ese punto de encuentro se convierte en convivencia de lo ideal con nosotros mismos es que estamos en el camino más certero para seguir dejando huellas... - Parece un gran acierto eso de dibujar primero la anatomía de las palabras para poder crear, después, una historia llena de ideas. El reloj guardó silencio y, al cabo de unos segundos, la fuerza de la vida volvió a dar impulso al alma y al corazón de Julio. - Sé que es una historia real aunque a los demás no les parezca. ¿Qué son los demás en esta vida que comparto con mi sueño? Nada. Los que no me creen son simplemente nada porque carecen de esa Fe que a mí tanto me enamora. ¿Era el Destino lo que habitaba dentro de su corazón? Siguió razonando más allá de lo solamente evidente... - Descansa el ser humano en la lejana estación de los hechos: hombre-historia de los años vividos en el paso de los tiempos; allá donde los amaneceres arcanos se buscan moviéndose con los vientos... allá se calientan todos los hijos de un momento. Siglos. Siglos ya sólo pasados en las edades del aquí viviendo. Signos. Signos que están pensados para poder vivir y nunca ir muriendo. Y entonces reflexionó... - Nací, crecí y morí... luego existo... por lo menos para quienes creen en la Eternidad... La Eternidad era aquel festivo sopor placentero con el cuerpo tenso, con las piernas recogidas y con las manos, callosas, frotándoselas fuertemente (y hasta con rabia) para abrasarse con los recuerdos que formaban un círculo completo. Se elevaba. Julio se elevaba al ritmo de sus palabras mientras llovía en el exterior. - ¡Palabras! ¡Palabras que quedan más allá de las distancias! ¡Qué presencia de tiempo sin distancias! ¡Qué dos corazones enhebrados como hiedra! Un fulgor de llamarada es esto de los clamores perpetuando tanta lluvia de sentires. Una especie de estar siempre despiertos en estas albas donde nacen las caricias y un piélago de palabras bellas cruzando siempre el puente de los silencios hasta estallar en una tormenta de verbos respirando mundos nuevos en el amanecer. El calor de cada sílaba y de cada acento es el fulgor de ese inmenso universo donde cantan nuestras almas infinitas con un fondo de corazones palpitando. ¡Qué cosmos de sentidos superpuestos y abrazados en los caminos del poema y allá, en los puertos del plenilunio, trasnochados de caricias silenciosas! Huellas de besos en la síntesis de dos cuerpos como si no existiera, nunca jamás, el final de esta vida consagrada al canto de la aurora. Después vino el silencio. Un escuchar, en la penumbra, las hazañas de la niebla apoderándose del sueño. Silencio. Sólo había silencio. - ¿Es cierto que una vez fui tu prisionera? ¿De dónde surgió aquella voz tan cercana que le hizo sumirse en los más profundo de su ayer? - ¡Tú nunca fuiste prisionera de nadie! ¡Tú sólo buscaste, en mi refugio de mar, una forma de pasar por mi vida como rayo misterioso! ¡Pero gracias a Dios no me quemé! - Y te olvidaste que yo me quedé en la bahía... - No te sigas equivocando más. Fuiste tú quien no quisiste subir a mi barca... porque mi barca entonces era la soledad... - Tuve miedo de quedarme sin nada... - Entonces no sigas diciendo que yo rechacé el sueño... - Pensé que lo mío era el amor... - Y, sin embargo, te equivocaste al elegir el puerto... - ¿Un sueño dulce eras tú? - Quizás sí... pero nunca lo quisiste comprobar... Los sucesos callados se recuerdan mejor y por eso Julio sujetó su voz y se quedó solamente pensando... - Seguiré conociendo los pequeños momentos del amanener... Su barca se llamaba soledad pero no contenía tristezas sino vida llena de una valentía que ahora se transformaba en una paz hermosa. La fotografía de aquella bella mujer dialogaba con su inspiración. - Antaño las rosas eran muy diferentes, Julio. - Sí. Estamos en un tiempo nuevo y en el nido del tiempo nuevo renacen nuestras ilusiones. - ¿Qué sabes tú de la ilusión? - Que es una confesión de amor con voluntad propia. Me gusta verte cerca, interrogada por el poder verte en un instante tan temprano. - Muchos viven demasiadas entelequias, Julio. - Yo a eso lo llamo miedo y esos que tú dices sólo conquistan el miedo porque carecen de la capacidad de la creación. Cuando nos miramos al espejo de nuestras existencias sabemos si somos claros o somos oscuros. - ¿Puedes demostrarlo? - Contigo a mi lado, sí. Escucha. En un lugar del espacio donde las sílabas silban arpegios, las ondas de mis pensamientos luchan contra los fantasmas del aire; allí donde la atmósfera se convierte en témpora del artista buscando las metáforas silentes. ¡Los duendes rodean el círculo de mis sentimientos según van pasando los segundos! Yo estoy aspirando el olor de las anáforas que derraman todas las orquídeas de este lugar recóndito donde mi alma se ha introducido guiada por ese afán de vivir lo desconocido en unos pocos centímetros de sueño donde, en medio del desvelo, se me abre el cielo y brilla la luz al trasluz del terciopelo con que tu cuerpo se cubre de anhelo. El pálpito de mis sensaciones recuerda canciones. Me brilla el pulso de las emociones al ritmo sincopado del reloj. Miro al infinito de esta ayuda en que mi alma capta la luz de todos los tiempos y me convierto en metáfora: soy el pájaro de los sentidos iniciales del sueño de mis inquietudes, donde las palabras se convierten en sonoros ecos de mi existencia. Soy un ser humano que ha trascendido desde sus raíces y se ha convertido en el poeta de tus vivencias y por eso vivo tanto en ti que soy tu íntimo deseo escapado de la materia inerte para convertirse en suspiro de cercanía que, dentro del cauce de tus fantasías, me ha conformado en vuelo de ave acariciando tu rostro para entrar en el sentido de todas tus esencias con las que te has tansformado en una singular manera de amarte. Singular. Aquel tiempo de cristal era singular. Un esplendor de fértiles y agradecidas luces. Algo así como ecos de silencio nada más. Y entonces habló al llegarle la primera luz de la plena primavera. - ¡Luces para el entendimiento y progresión para nuestras percepciones de conducta humana! Guardó un nuevo silencio pero ya el eco le envolvía con palabras. Y volvió el eco a responderle a aquella pregunta abierta... - Costas. Pueblos. Paisajes. Entrañas de la memoria. Agudas sombras en las manos bruñidas de sol y de trabajo. Fuerzas consumadas en las causas de las estimaciones humanas. ¿Qué hay más allá de vuestros silencios perpetuos? ¡Luces! ¡Izad vuestras luces de alma esculpida en los contornos del amanecer para edificar un nuevo mundo alrededor de las gentes y convertirlas en personas! Llegaba el amanecer y estaba despierto. Julio pensaba en el amor, en la vida, en la alegría. ¿Y si no sientiese nunca jamás el dolor? Un primer rayo de luz alumbró su conciencia y meditó... - Es el dolor el que nos hace cuajar como personas capaces de superarlo todo. Pero hay tanta existencia en ti, sensación amorosa, que vives como tú sientes y con toda verdad estás viviendo. Podemos llegar a conseguirlo. Al fondo de la estancia una prolongación de la sombra del florero se convertía en cuerpo de nuevos enunciados. ¿Dialogar con ella? ¿Podría intentar dialogar con ella? - ¿Qué es triunfar, sombra del amanecer? - El Destino va a hacer que tu historia no sea irreal. Eres un héroe y te mereces la oportunidad del beso soñado un día tras otro día tras otro y tras otro más. No te preocupes por el tiempo de cristal porque estás llamado a ser el mismo que fuiste al principio de tus emociones. ¿Tú crees que eres real? - Sólo puedo decirte que soy poeta en medio de esta realidad llamada sombra. - ¡Pues habla y serás luz! Y Julio habló... - Sueño de sendero dormido. Sueñan las aguas cristalinas y una finas gota de sueño sumido en lo profundo de mi ser se introducen en el alma, clandestinas, con el viento en el tiempo encendido. Las caracolas, vespertinas, rumor de olas han sido. ¡Monólogo! ¡Qué hermoso descubrimiento para llenar las horas del silencio y la soledad con palabras nacidas de los más interno de nuestras conciencias! ¡Monólogo! ¡Verbo para sostener nuestros propios y originales yos en medio de sus vulgares e impersonales egos! ¡Y qué placer resulta ser de este monologar en voz alta con nosotros mismos, con nuestro espíritu propio y con esa mujer, chavala inolvidable, que hace sentirnos vivos y anclar los ojos más allá de lo que todos los ignorantes y engreídos imaginan! Aquí, en la nada donde los venerables viejos y ya gastados ancianos de los coloquios insustanciales, el soliloquio es la grandeza de los humildes. - ¿Qué es la grandeza, Julio? - Quizás ese último suspiro que cada uno de los seres humanos cultos llevan dentro de sí. Posiblemente sea el acto de vivir sin apenas darnos cuenta o quizás dándonos cuenta de que todos los actos humanos penden y dependen de la creatividad de esos sers humanos capaces de conseguirlo. Es el proceso de la verdadera creación del amor. - Buen proceso, Julio. - Escucha bien. Soy un proceso de continuas esperanzas allegadas del lindero conceptual donde las blandas sombras de los sauces lloran la pérdida de su luz. Es aquí, en este temblor de aire y de somnolencia donde, ocultos a cualquier traición, trazamos prímulas de paraíso y las gacelas redondean sus pasos para dar un asombroso salto hacia el futuro. Estas palomas blancas llevarán su mensaje a la conciencia silenciosa para adaptarlo a los ritmos de los abedules. ¡Crecemos, sombra, crecemos! ¡Tenemos ya licencia para sonreír, sombra, licencia para sonreír! ¡Por eso vamos a vivir todo ese sueño de existencia triunfal! ¿Me acompañas, sombra? Porque ya estaba lloviendo había que buscar lo inesperado. Con los brazos extendidos hacia el infinito, Julio Grande Mayor se acercó a la ventana. Se adentró en su silencio. Formuló palabras nuevas. La luna tenía su sueño ya despierto. Parecía nunca acabarse aquel baile de los sentidos. Un último rayo de luna se despidió de él que se sentía perfilado por la luz de la atmósfera y comenzó a respirar profundamente. Tiempo de cristal. Aquello era el tiempo de cristal y él sería, ya muy pronto, el vencedor del nuevo amanecer. Y su rostro se hundió en el tiempo de cristal de la ventana.
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