Catalejo Mundial -1-
Publicado en Apr 11, 2017
CATALEJO MUNDIAL (1)
Amigos y amigas de Radio Sensación: La soledad sólo la conocen no los que tanto hablan de ella sino los que la viven. En este sentido YO puedo ser TÚ y TÚ puedes ser YO cuando nos hacemos, en verdad, solidarios no con las palabras sino a través de los hechos. ¿Os habéis puesto alguna vez dentro de una persona mayor para saber lo que es una persona mayor? Permitid que os diga lo siguiente: de repente estoy otra vez con la misma sensación, sentado en la silla del aula y teniendo por compañera a esta Vida que no la cambio por ningún otro día festivo. Las fiestas vulgares hace mucho tiempo que las tengo ya olvidadas. Ahora sólo vivo el festín de cada día para vestirme de felicidad plena; con este mismo sueño de aula blanca en mi pensamiento. Quizás sea que el aprender a entrevistar a Fiodor Dostoievski me ha servido para mucho más que ser solamente un principio de nada. Ya soy algo. Ya soy el estudiante que entrevistó a Fiodor Dostoievski para ahuyentar a los endemoniados que me acechaban en el aula negra. No. Ahora mi aula es blanca porque mi compañera no viste luto por mí. Por mi parte,, sigo perteneciendo a la juventud fugada de esta triste contemporaneidad que para nada me sirve sino solamente para seguir entrevistándome con los personajes de mi oficio. ¿Cuál es mi oficio? Existir. Esa es la cuestión. ¿Os habéis metido dentro de la piel de una persona mayor como para llegar a saber, comprender y entender, que sí existen? Se dice que sentir es un arte. No obstante, sentir puede sentir cualquiera. Cualquiera puede quemarse y sentir dolor; cualquiera puede ser sensible a cualquier tipo de cambio de temperatura. ¿Pero ponerse en la piel del otro? Eso es otro cantar. Pues precisamente gracias a la inteligencia emocional somos capaces de identificar nuestras emociones y las de los demás; gracias a ella somos capaces de ponernos en el lugar del otro y compartir sus alegrías o sus penas. Gracias a esta capacidad tan innatamente humana somos capaces de sintonizar con la parte más íntima de otro ser humano. Si en el mundo se ejercitase mucho más esta inteligencia probablemente las cosas serían diferentes. Por eso estamos hoy aquí hablando con todos vosotros y con todas vosotras; intentando que todos y todas nos metamos en la piel de las personas mayores que sufren de soledad. ¿Seremos capaces de hacerlo? ¿Qué pensáis si os hago conocer este poema titulado “Soledad me suenas”? Vamos hacia delante. “Soledad me suenas / a hembra de noche callada / que busca encontrar acampada / mientras el suturo siembra… / Soledad me suenas / a presencia de firme grito / pues tiene toda la esencia / que necesita un delito… / S-O-L-E-D-A-D: una palabra / con siete heridas al viento; / un sol en el firmamento / de una edad tan temprana. / Sol y Edad, en conjunto, envueltos en la tristeza / los dos tan juntos… tan juntos… / quemando sus asperezas. / SO-LE-DAD: una palabra / con tres quejidos al aire / que toma el sol en la calle / de una edad del mañana. / Sol y Edad, en compañía, / envueltos en los amores / cantando viejas canciones / de la nostalgia de un día. / La noche y el inconsciente / te comen en cada instante / tus dos sorpresas constantes: / Sol y Edad del Poniente. / Se apagan de pronto las luces / que alumbraban en tu ausencia / y la noche, sin clemencia, / enseña a todos sus cruces. / Y entonces resuena el eco / de tu nombre en la penumbra: / ¡Soledad… Soledad… alumbra!” La escribió un niño y ese niño soy yo. Amigos y amigas de Radio Sensación: Venancio se encasquetó el sombrero de paja, se arrebujó la bufanda alrededor del cuello, se colocó, cuidadosamente, los lentes quevedescos, tomó la escopeta, se la cargó sobre el hombro derecho y, dando una última mirada a su alrededor, salió de la vivienda sigilosamente, como para pasar inadvertido a los ojos de los demás. Caminó un par de kilómetros por la carretera que guiaba hasta el pueblo vecino y, en el cruce de Las Alondras, giró hacia el páramo. Aquel páramo le traía a su memoria aquellos tiempos en que era, realmente, el joven más feliz de la Tierra. La tierra estaba seca… Cuando llegó al bosquecillo, detuvo su lento caminar, dejó la escopeta apoyada sobre un enebro y se sentó sobre un mojón para encender un cigarrillo. El aire era fresco y sus ideas se escapaban como fantasmas del pasado. Pasó medio día en el monte por ver si cazaba alguna liebre con la que poder hacer una caldereta y comer caliente… pero ninguna liebre apareció ante su ya gastada vista. Decidió que lo mejor era volver al pueblo y sentarse allí, en el último rincón del bar de Iriondo, para seguir recordándola mientras bebía un carajillo. Ella hacía ya dos largos, infinitos, inolvidables años, que ya no existía sobre la Tierra. La tierra era seca… Al llegar al pueblo todos guardaron silencio. Nadie saludó a Venancio porque respetaban su dolor. Venancio entró en el bar de Iriondo, pidió su vino de todos los días y se sentó en el último rincón para no ser visto por nadie. Él bebió de su copa amarga y sintió en lo más profundo de su ser la humedad de las lágrimas saladas. "Me encuentro solitario cuando busco una mano y sólo encuentro puños" (lo dijo el diplomático estadounidense Ralph Bunche). Gracias a todos y a todas por vuestra atención y que Dios os bendiga siempre.
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