Cosas de personalidad (Diario)
Publicado en Apr 25, 2017
Comerme el almuerzo de mi padre sin ninguna clase de miedo. Meterme por el tubo de la chimenea de la cocina hasta llenarme de tizne de la cabeza a los pies sin ninguna clase de temor. Dejar que el gato de la casa tomara carrerilla y saltara sobre mí mientras yo estaba sentado en medio del largo pasillo sin que me temblara el pulso. Son tres de las muchas y variadas cosas que yo hacía cuando sólo tenía 2 años de edad. Y todo eso sabiendo que el mundo que me rodeaba estaba deseando que yo recibiera un severo castigo. No me importaba, en absoluto, lo que mis hermanos o mis vecinos pensaran de aquel niño tan atrevido que hasta rompía los esquemas que se habían forjado para mí. No estaba yo nacido para ser un "angelito" vestido con ropas de monaguillo. Jamás fui monaguillo y jamás me interesó serlo. En cuanto a los falangistas pasaba tanto de ellos que ni siquiera me molestaba "en querer ser un flecha o querer ser un pelayo en ninguna fecha y menos en el mes de mayo".
Las noticias deportivas que escucho a través del aparato de radio "Feudal" se quedan grabadas en mi memoria: el argentino Juan Manuel Fangio se consagra campeón del mundo de Fórmula 1. Millonarios de Bogotá gana la Competición de Fútbol en Colombia. Llega al aeropuerto madrileño de Barajas el futbolista argentino Roque Olsen, contratado por el Real Madrid. El 22 de abril el Atlas de Guadalajara se corona campeón de la Primera División de México. Liga de Béisbol Profesional de la República Profesional Dominicana: los Tigres del Licey se proclaman campeones al derrotar a los Leones del Escogido en la primera edición de la competición. Está claro que mi Destino debe pasar por América. Mientras tanto he visto llover, ví a la gente correr y no estabas tú. Lógico. Todavía mi Princesa no había nacido. Y la canción del verano de aquel 1951 era "¡Olé, torero!" de Luis Mariano. El brigada Mariano siempre llegaba a casa a jugar al tute formando pareja con mi padre Emiliano por ver si ganaban a mi madre Rosario formando pareja con su esposa Sabina. Yo me decía para mis adentros: "no confundas las churras con las merinas y zapatero a tus zapatos". Y es que él era de los merinos y ella de los zapateros; o sea que en escuchando todo lo que escuchaba sabía entender lo que mi abuela me iba traduciendo al lenguaje infantil. Me solian castigar pero me era totalmente indiferente porque siempre, al final, triunfaba mi sonrisa.
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José Orero De Julián
José Orero De Julián