Olvid las palabras (Novela) -Captulo 4-
Publicado en Apr 29, 2017
Cuando el reloj de la habitación marcaba, exactamente, las ocho de la mañana, Diana de Still despertó poco a poco. Había dormido tan profundamente que se sentía completamente repuesta tanto en lo físico como en lo espiritual. Aquella primera vez fue mucho más interesante, emocionante y agradable de lo que ella había pensado en algún que otro momento de su vida. Estiró su brazo izquierdo buscando el cuerpo de Joseph Liore pero sólo encontró un vacío. Se sintió como una naúfraga en medio de un océano oscuro. Así que encendió la luz.
- ¡Dios mío! ¿Estará en la ducha o se habrá ido para siempre? No era ni una cosa ni otra porque, una vez cubierto su cuerpo de escultura perfecta con un albornoz rojo, comprobó que la ducha había sido usada pero él ya no estaba allí y en cuanto a saber si se había ido para siempre respiró profundamente feliz cuando vio la nota que él había escrito en un papel colocado sobre la máquina tostadora. Lo leyó una vez más para saber si era cierto o estaba solamente imaginando... - Diana: como no he podido dormir bien durante toda la noche después de haber estado en el Paraíso Terrenal contigo, me he levantado a las cinco de la madrugada. Dormías tan profundamente que era un pecado haberte despertado y, hablando de pecados, ¿sabes que todo tu cuerpo, desde la cabeza a los pies, es en verdad un pecado pero no un imaginario pecado venial sino un realista pecado mortal? Sobre eso podremos discutirlo si es que no estás arrepentida y deseas comer conmigo en el Commanders Palace. Su dirección es en la Washington 1403. Si quieres darme una segunda oportunidad la necesito. Espero no haberte defraudado del todo. Para mí también era la primera vez que lo hacía. Si ya no me has olvidado te espero a las dos de la tarde en el citado lugar. Si te he perdido para siempre no te olvides que hoy tienes que acudir a la Biblioteca de la Avenida Loyola porque el Derecho te está esperando. ¡Qué suerte tiene el Derecho! Como sabes que soy dibujante me he esforzado en dibujar tu alma. El dibujo consistía en un tren con muchos vagones y ella recordó para sus adentros... - ¿Te han dicho alguna vez que estás como un tren? No pudo hacer otra cosa más que soltar una carcajada. - ¡Jajajajaja! Y, antes de que se le hiciera tarde, se arregló un poco porque con que sólo se arreglara un poco siempre estaba divina y, vestida con un chandal deportivo rojiblanco que marcaba todas sus curvas peligrosas, cogiendo la carpeta llena de folios y su inseparable bolígrafo de tinta azul, se dirigió a la Biblioteca que le había indicado él. Supo, desde nada más entrar, que volvería a ser eje de atención de todos aunque fuera solamente hasta que ella eligiera el sitio que más le interesara y una vez que eligió una zona donde casi no había nadie, se dio cuenta de que le era imposible concentrarse en los estudios. Era la primera vez en toda su vida que un hombre le hacía perder la concentración. Como era imposible del todo, decidió relajarse un poco leyendo algo de poesía hasta que pudiera olvidarle. Por esos extraños azares de la vida se encontró escondido entre otros muchos libros de muchas páginas, una pequeña "Antología de Poemas" que estaba escrita en español. Decidió que era muy importante para ella mejorar aquel idioma que cada vez dominaba con gran entusiasmo. Volvió al lugar donde tenía sus artilugios de estudio y abrió por una de sus páginas también al azar. Se encontró con un poema titulado "Aunque tú te vayas" cuyo autor era, para ella, un total desconocido. Pero apuntó su nombre en uno de sus folios llenos de apuntes de Derecho. Aquel poeta era español y se llamaba Alfonso Perdrix Ecequiel. Leyó mentalmente. - "Aunque tú te vayas, te seguiré viendo, el mar evocará tus ojos, un niño pronunciará tu nombre, alguien dirá que te ha visto, y en mi soledad, recorreré las playas en las que te quise, que nunca olvidan quién besó sus aguas, que siempre recuerdan quién pasó por ellas. Aunque tú te vayas, seguirás conmigo, regresaré a los lugares que pisamos juntos, para respirar el aire que dejaste suelto, donde las olas tienen la fuerza de un amor y las rocas recuerdan la dureza de un adiós. Aunque tú te vayas, te sentiré dentro, una semilla se clavó entre la playa y el cielo, y ahora corre y ríe, se abraza y me besa, como si lo hicieras tú. Quedarás en mi memoria para siempre, como cada viernes en un andén de la estación, allí estaba yo buscando tu uniforme azul colegial. ¿Quién pudiera decorar mejor un atardecer que tu ternura reflejada en un cielo de neón? Ni en el tiempo te olvidé, ni la distancia te mató, porque fuiste el cielo que no llegué tocar. Tan sólo me quedas tú y sólo te quise a ti porque nadie me dio más que tú. Ahora que ya te has ido, seguiré viviendo, recitaré versos a niños y adolescentes, y soñarán que aún siguen vivos, que la felicidad les espera fuera. Ahora que ya no te veo, el cielo ensombrece, las olas languidecen, y mi corazón se apaga". Efectivamente, el autor era Alfonso Perdrix Ecequiel. Pero Diana de Still cerró firmemente sus ojos y pensó en la soledad de Joseph Liore. Recordó de nuevo. - Ya te dije antes que la he olvidado del todo. ¿Ella había sido capaz de hacer que él la olvidara del todo? ¿Le había dado aquella noche el suficiente amor para que nunca jamás la recordara? Abrió sus ojos y sonrió mientras cerraba el libro de poemas, sacó de entre sus hojas de apuntes de Derecho la nota escrita por él y su sonrisa fue todavía más amplia cuando volvió a contemplar el tren. Siguió hablando con su mente. - ¿Te han dicho alguna vez que estás como un tren? Diana sabía que Joseph no era un machista. ¿Qué significaba entonces para él aquel tren dibujado con rotulador de color verde? Estaba segura de que era el color que la estaba gritando que ella era la única esperanza que le quedaba; quizás algo parecido a lo que pudiera haber sentido aquel poeta llamado Alfonso. Se fijó en el título de aquel poema y decidió que no, que ella nunca se iría del lado de Joseph. La oferta del afrocubano Armando Guerra Segura podría irse a otro lugar del mundo porque estaba dispuesta a decir que no, que ella no abandonaría jamás al único y verdadero amor de su vida; ni aunque hubiera habido tantas mujeres en la de él como para haberle convertido en un bohemio de la soledad. Y fue entonces cuando dos manos, de esas de deportistas verdaderamente fuertes, taparon sus dos enormes y bellísimos ojos. No era nada grato sentir aquel oscuro abismo. Hasta que oyó una voz varonil, demasiado varonil para su gusto, pero varonil al fin y al cabo. - ¿Sabes quién soy? - ¿Y yo qué carajo voy a saber quién eres si no te estoy viendo? - ¿Es que no me sientes de verdad? - ¿Eres majadero del todo o estás a punto de serlo? Aquello le debió de sentar muy mal al atleta porque apartó sus manos y, dando un rodeo a la mesa, se sitúo frente a ella. - ¿Es que de verdad ya no te acuerdas de mí? - ¡Atiza! ¡Pero si eres Chuchi Lean Black! - ¡Efectivamente, guapísima! ¡El mismo número 1 de siempre! ¡El ganador Chuchi de toda la vida y para todas vosotras! - ¡Qué fuerte y musculoso te has hecho! - ¡Porque sigo a rajatabla lo de mente sana en cuerpo sano! - Esto... no quisiera decepcionarte para nada porque siempre me gustaste mucho y me sigues gustando ahora más que antes... pero lo de la mente tenemos que hablarlo... - ¡Cuando tú estés preparada del todo! - Sé que sólo tengo 22 y tú tienes 25 pero quiero recordarte que mientras tú estás bárbaro yo estoy como un tren. - ¡Jajajajaja! ¡Siempre tan bromista! ¿Cuándo vas a cambiar? - Cuando encuentre al hombre de mi vida y no huya de mi lado. - ¡Pero si tú siempre tuviste mucha suerte con los hombres! - En cuanto a mi físico sería un pecado mortal decir que no como me lo ha hecho reconocer un amigo de verdad esta misma noche pasada, pero en cuanto a mi inteligencia lo dudo bastante. Y, por favor, baja la voz que nos van a echar a la calle. - Yo nunca te olvidé jamás, Diana. ¿Puedo invitarte a un café para hablar los dos con total sinceridad? - La verdad es que no puedo concentrarme hoy en los estudios. Espera a que deje este libro en su estantería y vamos a donde tú desees llevarme. - ¿Puede ser a la cama? - ¡Vaya! ¡Hoy también es otro día de suerte para mí! Mejor lo hablamos en serio. Diana de Still se marchó a dejar el libro de poemas, volvió a donde Chuchi Lean Black la estaba ansiosamente esperando y, dejando que él le llevase galantemente la abultada carpeta de sus apuntes, salieron hacia el Ferrari de color rojo del atleta. - Estoy pensando en cambiar... - ¿Cambiar de novia otra vez? - La única novia que no cambiaría jamás serías tú; pero estás siempre tan lejos de mí... - ¿Entonces te refieres al Ferrari? - Si. No es el último modelo. Ha salido otro mucho mejor. - ¿También de color rojo? - También de color rojo. Mis Ferraris son mis Ferraris. - Bien. Hablamos de todo ello cuando lleguemos al café. - ¿Sabes que ese chandal rojiblanco te sienta divinamente? ¡Estás super cañón! - ¿Te refieres al Cañón del Colorado tal vez? Él ya no decidió abrir más la boca hasta que la tuvo a su lado como copiloto y él al mando del volante de su Ferrari. Chuchi Lean Black era joven y con tan sólo 25 años de edad se mostraba siempre tan alegre que arrollaba a quienes se le ponían por delante. Al menos hasta en esta ocasión. - ¿Te apetece el "Café Du Monde"? - Si es del mundo me apetece una barbaridad. Chuchi no acertó a entender el chiste. - Perdona... ¿eso quiere decir algo bueno o quiere decir algo malo?... - Mejor déjalo y te lo explico otro día. A la máxima velocidad posible llegaron muy rápido al local. - Siempre me ha gustado la velocidad, chavalilla. - Ya. Ya lo sé. Siempre has ido demasiado rápido. Hablaremos de eso ante los cafés como dos buenos espadachines que somos. - ¡Claro! ¡Ya recuerdo que te dio por aprender el deporte de la espada en el mismo club donde iba yo! ¿Era para verme a mí o porque te gustaba ese deporte de verdad? - ¿Y si lo dejamos en un cincuenta por ciento para compensar? - Sigo sin entender del todo tus chistes. Diana di Still admiraba de verdad el físico y la alegría de Chuchi Lean Black pero en cuanto a su inteligencia seguía teniendo serias dudas. - Me parece que va a ser mejor hablar sin chistes en esta ocasión. Entraron. Pidieron lo que desearon. Él leche sola, en taza con una bolsita de sacarina y ella café sólo y en un pequeño vaso de cristal, con una bolsita de azúcar, para ver si se despertaba del todo. Así qué, rapidamente, Chuchi se lanzó al ataque, después de dejar todo el material de estudio de Diana sobre una silla libre y sin medir todavía bien las distancias mentales que había entre los dos. - ¿Aún sientes algo dentro de tu corazón hacia un tipo rubio, con ojos azules, de uno noventa de estatura, que ha sido la gran figura del baloncesto universitario de toda la nación estos dos últimos años y que va a alcanzar la gloria en la NBA de los profesionales porque está considerado la gran esperanza blanca para destronar a todos los negros? - Antes de contestarte sí o no... ¿puedo hacerte una pregunta muy seria?... - Acepto para que veas que no soy ningún indolente ni un despreocupado cualquiera. - La verdad es que resultas muy interesante. - Porque llevo la razón. - ¿Te puedo hacer ya la pregunta? - Pregunta, pregunta. Las mujeres como tú son las que más me gustáis cuando hacéis preguntas intensas. - ¿Intensas o interesantes? - Bueno... esto... caramba... no lo sé muy bien... pero pregunta para descubrirlo... - No sé yo muy bien si ésta te va a gustar del todo... - ¿Es que es muy difícil de responder? - No. Es la más fácil de las preguntas que se me ocurren de entre las que te puedo hacer. - Sin miedo, fierecilla. Yo soy todo un domador de tigresas y tú eres una cachorrilla de verdad. - ¿Estás seguro de que yo soy una cachorrilla de verdad? - ¡Caramba! ¡Sólo era una imagen literaria! ¿Era esa la pregunta que querías hacerme? - No. Es otra. - Adelante. - Estoy segura de que no te va a gustar ni un pelo de esa deslumbrante cabellera rubia que posees como recuerdo de familia. - ¡He dicho que adelante! - Bien. ¿Puedo saber si tú tienes algún complejo de personalidad cuando te das cuenta de que a pesar de lo mal que te caen los negros tienes el apellido Black? Aquello le sentó como un jarro de agua helada derramándose sobre su cabeza. Chuchi estaba quedando KO incluso mucho antes de hablar demasiado en serio. - Me estás ofendiendo, Diana... - ¿Una verdadera cachorrilla ofendiendo a todo un domador de tigresas? Perdona que no lo crea. - ¡Los negros tienen la culpa! - ¿La culpa de qué? - ¡De que tú estés tan distanciada de mí desde que nos conocimos en el Curso de Primero de Derecho en Nueva York! - Pues que yo sepa, y si no me falla la memoria, jamás he tenido un novio negro. - ¡Pero todos ellos bien que te quieren a tí! - ¿Era por eso por lo que te ponías tan celoso? - ¡Si! ¡Era por eso! - Pero no seas infantil, por favor. ¿No te das cuenta de que a mí me querían hasta los pelirrojos como aquel tal Marian Helger "El Twist"? - Pues yo no recuerdo a ningún berzotas pelirrojo que estudiara primero de Derecho con nosotros... - Pero cómo no te vas a acordar de él si formaba parte de tu pandilla "Los Larrys"... - ¡Ah, ya! ¿Me estás queriendo hacer recordar a uno muy seco que tenía pecas hasta en el trasero? - ¿Cómo sabes tú que tenía pecas en el trasero? - Eso es una historia muy graciosa. ¿Te la cuento? - Cuenta... cuenta... me interesan muchísimo los cuentos de racistas... - Un día nos apostamos que quien más pedos se tirara de nosotros dos tenía derecho a bajarle los pantalones y el calzoncillo al perdedor delante de los compañeros de la banda. - Ya. ¿Y ganaste tú? - Eso es. Y ese berzotas pelirrojo nos enseñó a todos el trasero. - ¿Y qué ha sido de él ahora? - Se ha metido a cartero. ¿Te acuerdas que le conocíamos como "Belfegor"? - Sí. Sé que le llamábais "Belfegor" a sus espaldas porque hasta para eso érais cobardes. - Pero chavalilla... si solo era una broma... - A pesar de que yo no podía ver ni en pintura al pelirrojo Marian Helger, porque era más racista que el profesor Hillers, el que nos enseñaba Derecho Internacional, me parece que lo de "Belfegor" no era una broma ni aunque hubiera sido el mismo Hitler en persona. - ¿Por qué te pones tan seria al recordarlo? - Porque Belfegor es un demonio que ayuda a la gente a hacer descubrimientos. Les seduce a través de inventos ingeniosos que supuestamente les proporcionarán riquezas. Según demonólogos del siglo XVI, su poder es más fuerte en abril y en el signo aries. Peter Binsfeld creía que Belfegor tentaba a la gente a través de la pereza. Belfegor principalmente busca personas jóvenes, se encuentra en cosas que más se usan pero es muy inteligente para esconderse. - Chica... eres demasiado estudiosa y tan intelectual que aun siendo un verdadero monumento... me parece que nadie va a querer echarte un polvo... - ¿Cuántas veces me lo has querido echar tú si es que se puede saber ya que hablamos con tanta sinceridad en estos momentos? - Reconozco que millones de veces. - ¿Y se puede saber por qué no me lo propusiste alguna de esas millones de veces que soñaste conmigo? A lo mejor me hubiese gustado ser follada por un tipo tan cachas como tú. - Para nosotros la vida está comenzando ahora. Somos muy jóvenes tú y yo y tenemos tiempo para empezar de nuevo. - Yo soy tres años más joven que tú. No lo olvides jamás. - Pero si un hombre que le saca de ventaja tres años de edad a su esposa es casi perfecto. - Yo creo que es mucho más perfecto que el hombre le saque una ventaja de siete años a la mujer. - ¿Por qué tanta exactitud? - Hablando de exactitudes el amor no tiene por qué cercenarse con imposiciones llamadas lógicas. También es lógico aprender a soñar. Y resulta que un hombre que me saca a mí siete años de ventaja me conviene mucho más que un hombre que me saca a mí solamente tres años de ventaja a la hora de tener fantasías. ¿Me estás entendiendo ahora, musculitos? A Chuchi Lean Black se le borró, de repente, la sonrisa bobalicona con la que estaba intentando conquistarla; pero quiso oponer resistencia. - Pues yo te afirmo que para tener una amante como tú es necesario tener unos buenos músculos de acero o si no es así enseguida te la quitan. - ¿Ser alguien como ese tal "Hulk", la bestia de los quinientos kilos de músculos gamma, por poner un ejemplo bien conocido en el mundo entero? - Chavalilla... no exageres tanto... - ¿Pero no os gusta exagerar demasiado a todos los de la pandilla de "Los Larrys" cuando de racismo se refiere? - ¿En qué exageramos nosotros? - Por ejemplo, en creer que un negro nunca es inteligente. - Pues es verdad que la raza negra es una raza inferior y al ser inferior no puede ser tan inteligente como nosotros los blancos de cabellos rubios y ojos azules. - ¿Se puede saber por qué entonces hay un hombre negro en la lista de todos los presidentes de los Estados Unidos y no estás tú en esa lista siendo, según crees, más inteligente que él? Otra vez Chuchi Lean Black volvió a quedar casi KO del todo. - Volvamos al principio, por favor. - ¿A qué principio te estás refiriendo? - A cuando tú sólo tenías dieciseis años de edad y yo sólo tenía diecinueve. - ¿A cuando éramos tan infantiles que creíamos en los comics para adultos? - Sí. Era una gozada saber que todas suspirábais por tipos como yo. - Que yo sepa la única vez que he suspirado por un hombre de verdad ha sido hace menos de veinticuatro horas. - ¿Por qué es tan difícil ligar contigo? - ¿Para ti ligarme es llevarme a la cama en base a lo de aquí te pillo y aquí te mato? - ¡No exageres, por favor! - ¿Cuánto tiempo tiene que durar una relación amistosa entre, por ejemplo, un hombre como tú y una mujer como yo? - Supongamos que un primer día para conocernos, un segundo día para querernos y un tercer día para echar el polvo. - ¿Y no sería mejor un siglo para conocernos, dos siglos para reconocernos y tres siglos para olvidarnos del todo y para siempre? - ¡No me estás dando ninguna oportunidad y eso no es justo! Durante todo el tiempo que estaban allí, olvidados ya la leche y el café que se habían tomado, Diana se dio cuenta de que el único tema que Chuchi tenía en su cerebro era cómo poder tirársela. - ¿Conoces de verdad la vida lo suficientemente bien como para que yo te dé una oportunidad a ti? - Cuando se trata de dos fisonomías físicas como la tuya y la mía no es necesario conocer de verdad la vida lo suficientemente bien. - ¿Eso es lo que les dices a todas las que te llevas a la cama? - ¿Qué es lo que hay que hacer para ser más franco? - Por ejemplo, ya que hablas de ser más franco, no actuar como un dictador. La empleada del café se les quedó mirando, se acercó y les preguntó si querían algo más. Fue Diana la que habló. - Para mi querido compañero y mejor amigo una cerveza doble y rubia del todo. La está necesitando. Yo, sin embargo no quiero nada más, porque ya estoy bien servida; pero haga el favor de cobrarme mi café porque no deseo que nadie me invite. Chuchi estaba tan desconcertado que no pudo impedir que ella pagara el café solo, en vaso de cristal y con una bolsita de azúcar, que la había despertado todos sus sentidos femeninos. Recurrió a una frase muy repetida en toda la sociedad humana; sobre todo en las películas de acción amorosa. - Cuando te enfadas te pones todavía más bonita de lo que eres. - Eso está más desgastado que el cerebro de alguno que yo conozco. - ¿Te estás refiriendo a mí? - No exactamente. Estaba generalizando un poco. Así que no tienes por qué sentirte aludido si de verdad no eres general. - Eso de general es un chiste que no entiendo. - Como eres tan franco pensé que lo ibas a entender. - Pues como no te expliques mejor me va a costar un dolor de estómago poder ligar por fin contigo. - ¿Es que le vas a dar ahora al whisky? - Parece como si me leyeras el pensamiento. - Es muy fácil leer el pensamiento de tíos como tú. Lo tenéis demasiado plano. - Supongo que este total rechazo es porque abandoné los estudios universitarios cuando vi que me podría ganar la vida haciéndome milllonario gracias al baloncesto. Tú no puedes comprender eso. - ¿Crees que no puedo comprender lo que es ser millonaria? - Me refiero a que tú ya naciste siéndolo; pero yo he tenido que llegar desde lo más bajo de la sociedad americana. - ¿Siendo tan rubio y con los ojos tan azules? - Si no fuese porque te deseo tanto en este mismo momento me levantaría para irme para siempre y aunque te pusieses de rodillas ante mí jamás me ibas a poder conquistar. Así que prefiero invitarte a comer para ver si por fin nos entendemos de una puñetera vez por todas. ¡Tiene algo que quedar de tus dieciseis años de edad! - Y si te digo que a los dieciseis años de edad yo no estaba embobada con los racistas fuesen del color que fuesen sus pelos y sus ojos, sino con los que eran normales, ¿te lo crees de verdad o piensas que estoy mintiendo? - Pienso que estás mintiendo. - ¿Puedo saber en qué escuela de la vida has aprendido tanto sobre la psicología femenina? Chuchi ya estaba desequilibrado del todo. - ¡Sólo te estoy rogando que quieras comer hoy conmigo! - Lo siento chaval. Soy de una raza distinta a la tuya y tengo ya una cita para comer este día. Pero no te preocupes por tan poca cosa porque te pongo segundo en la lista de mis preferidos por si me falla el primero. ¿De acuerdo? -¡De acuerdo! ¡Es magnífico ser el segundo de tu larga lista! - Pues espera turno hasta el siglo XXII después de Jesucristo porque me da la sensación de que al primero le gusto demasiado como para durarme tan poco tiempo. ¿Quieres esperar cien años por ver si tienes suerte? - ¿Puedo saber quién es ese afortunado? - Te lo cuento si es que abandonas y me quedo libre. Así que sigue tu carrera de astro del baloncesto a ver si ligas con alguna que otra estrella. Ya sabes a lo que me refiero. Chao. Hasta mejor ver si es que puede ser que me veas mejor. Diana se puso de pie y recogió todo su material de trabajo que él había dejado sobre una silla libre. - Espero que te arrepientas a tiempo. - Arrepentirme significa que el cometido un pecado mortal pero ya me confesaré con un cura de los de verdad; de esos que perdonan a las arrepentidas porque dicen que tenemos derecho a una segunda oportunidad. Y como no me arrepiento todavía te hago saber algo para que no lo olvides jamás. La pregunta que todos y todas debemos hacernos no es qué pensáis los racistas sino saber si los racistas pensais. Adiós, cachitas. Quizás si te dedicas al tenis podrás ligar con chicas más guapas que las cheerleaders del baloncesto. Porque para algo te debe servir ser tan cachitas digo yo. Ella miró su reloj y vio que tenía todavía mucho tiempo para llegar puntualmente a su cita con aquel Joseph Liore que la había llenado el alma de tanta energía con el dibujo del tren. Y mientras se perdía de la vista de Chuchi Lean Black no pudo nada más que sonreír porque pensaba de nuevo en la frase. - ¿Te han dicho alguna vez que estás como un tren? Se sentía más feliz que nunca.
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