Ocho años tiene ya Ella (Diario)
Publicado en May 25, 2017
Al cumplir los 15 años de edad yo empecé a desarrollarme no solamente en mi parte física sino que, al mismo tiempo, me estaba convirtiendo en un verdadero filósofo humano. Fue a raíz de las clases de Filosofía impartidas, en el Instituto San Isidro de Madrid (en aquel entonces solo para chicos y ninguna chica que llevarse a la memoria), por el profesor Falero cuyo apellido era muy conocido por los seguidores del baloncesto ya que uno de los jugadores del Real Madrid, durante aquellos años, se apellidaba también Falero y, aunque no era titular, de vez en cuando salía en las páginas del diario deportivo "Marca". Pero volviendo a la Filosofía yo ya era un excelente polemista planteando discusiones (algunos pensarán que "bizantinas" pero, sin embargo, eran muy profundas para nuestra edad) con mis compañeros una vez acabadas las clases. ¿Qué pasaba, entre filosofías y filosofías, con la "chica de mi vida"? Que tenía solamente ocho años de edad y estaba formando su inteligencia en base a un cuerpo físico sensacional y un rostro tan bello que resultaba ser inolvidable.
Yo todavía seguía jugando al fútbol de manera "informal" y sin participar en ningún equipo con uniforme completo (lo sería un año más tarde con el Esparta de San Isidro de camiseta amarilla limón y pantaloneta azul celeste). Algunos dirían que yo deambulaba filosofando a solas con mi segunda personalidad pero resulta que aquello que no entendían los demás era lo que estaba formando un intelecto capaz de meditar sobre asuntos tan transcendentales como la "esencia humana en el contexto de la existencia natural". Era tan natural mi naturaleza (y valga aquí la redundancia) que resultaba fácil sacar conclusiones mientras mi chavalilla "de toda la vida" ya estaba preparándose para seguirme el rastro. Y es que, a escasos metros del Instituto San Isidro de Madrid se encontraba el famoso "Rastro" de la capital de España. Fue precisamente en el "Rastro" madrileño donde compramos, con lo que cada cual pudo reunir, las camisetas amarillas, las pantalonetas azules y las medias azules (con vuelta amarilla) que completaron un equipo de futbolistas adolescentes que formaría parte de la "Filosofía Castiza" de la Pradera de San Isidro y otros campos de arena y piedras en los que mi filosofía natural me convertiría en el líder indiscutible que se armaba de argumentos deportivos lo mismo que a los quince años se había armado de argumentos filosóficos. Ese líder era yo.
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