Las Tertulias (Dossier)
Publicado en Jun 02, 2017
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PRIMERA FUENTE CONSULTADA: Alfred López.
 
Conocemos como tertulia a una reunión de personas que se han juntado con el fin de conversar alrededor de un tema, siendo éste, habitualmente, sobre algo relacionado con la cultura (obras literarias, teatro, cine, filosofía, pintura, ciencia…) España ha sido uno de los países donde la costumbre de reunirse en un café, local o cualquier tipo de círculo cultural, más se ha realizado y es precisamente aquí donde se bautizó con el término ‘tertulia’ a esas reuniones en las que se dialoga coloquialmente. Durante el reinado de Felipe IV se puso de moda entre los aristócratas de la época reunirse  para comentar las obras del teólogo Quinto Septimio Florente Tertuliano, considerado como uno de los Padres de la Iglesia y de los mayores eruditos del cristianismo de su época (vivió entre los siglos II y III). Poco faltó para que a aquellas reuniones que se realizaban alrededor de la obra de Tertuliano se las comenzase a conocer como ‘tertulias’ y, evidentemente, a sus participantes con el nombre de ‘tertulianos’. Un término que ya quedó acuñado para todo tipo de reuniones cuyo objetivo era conversar alrededor de un tema (aunque éste ya no tuviera nada que ver con las obras del mencionado teólogo). Según indican algunos expertos, Tertuliano no era parte del nombre de Quinto Septimio Florente sino un sobrenombre que lo recibió como clara referencia al famoso filósofo ‘Marco Tulio Cicerón’ (106 a.C-43 a.C.), considerado como uno de los más grandes oradores romanos. Parece ser que debido al dominio que tenía el teólogo de la retórica comenzó a ser conocido con el sobrenombre de ‘tre Tullius’ cuyo significado era ‘tres veces Tulio’ o ‘el que vale tres veces como Tulio’.
 
SEGUNDA FUENTE CONSULTADA: Wikipedia
 
Una tertulia es una reunión informal y periódica de gente interesada en un tema. También en una rama concreta del arte, la ciencia o la filosofía, para debatir e informarse o compartir y contrastar iniciativas, noticias, conocimientos y opiniones. Por lo general, esta reunión se da por la tarde o la noche en un Café, establecimiento comercial o cultural|café, cafetería]] o cervecería (menos frecuentemente, y por lo general en ámbitos más rurales, en una rebotica o en un casino). Suelen participar en ellas personas del ámbito intelectual o artístico. Es costumbre de origen español, asociada a veces a la costumbre hispánica de la charla de sobremesa, y se mantuvo arraigada hasta mediados del siglo XX en las colonias independizadas del imperio español. A los asistentes se los llama «contertulios» o «tertulianos».
 
La voz de origen incierto tertulia empieza a utilizarse en el siglo XVIII y figura ya en el Diccionario de Autoridades (1739) en el sentido de "Junta voluntaria o congreso de los discretos para discurrir en alguna materia" y en el más mundano de "Junta de amigos y familiares para conversación, juego y otras diversiones honestas" que se solía dar tras la comida, en la llamada sobremesa. El galicismo salón no se incorpora al DRAE sino en 1925 en el sentido de "Reunión habitual en una morada de personas distinguidas por su condición o por su cultura", que suele usarse en la forma del plural salones. En el XIX se prefiere el uso de este último término, sobre todo si se refiere al ámbito aristocrático y habida cuenta de que con él se designa no solo la reunión, sino también el monumental marco físico en que se desarrolla; únicamente un escritor tan castizo como Juan Valera, aunque conoce ambos términos, muestra una abierta preferencia por el de "tertulia" frente al de "salón".
 
El antiquísimo Café de Fornos, teatro de numerosas tertulias, entre ellas la de Vital Aza, del año 1908. Hoy en día está ocupado por un Starbucks. Puede haber tertulias taurinas, literarias, teatrales o de cualquier tipo, incluso tertulias de carácter general, y con frecuencia giran alrededor de un personaje famoso que asiste regularmente e incluso puede darles nombre: "La tertulia itinerante de Cansinos", "La tertulia de Valle-Inclán"... Aunque lo corriente es que se bautice por el nombre del local que la aloja, lo que puede resultar algo confuso, pues hubo a veces varias tertulias a horas distintas o en épocas diferentes en un mismo café.
Es norma no instituida, pero generalmente asumida, la de atacar y desacreditar impíamente a la persona que no viene a la tertulia o durante el tiempo en que se ha demorado en llegar, lo que sirve para que nadie falte y todos se tomen en serio su asistencia y pertenencia a ella. Los habituales a la tertulia son los denominados tertulianos o contertulios.
 
Una tertulia de buen nivel suele ser un instrumento educativo de primer orden y lo primero que se aprende en ellas es tolerancia y sentido crítico. Por otra parte, una tertulia permite a los interesados por un tema amistar y estrechar relaciones con los de su gremio y enriquecer su cultura, y a los neófitos aprender de los más experimentados y conocer informalmente a las personas de su esfera. Las hay de dos tipos: estables (en un solo lugar) e itinerantes (que se mudan de sitio periódicamente). Estas últimas son mucho más informales y menos frecuentes. La tertulia, que algunos quieren hacer derivar del fogoso y polemizador teólogo cristianorromano Tertuliano, tendría sus orígenes en las llamadas academias literarias del Siglo de Oro, como la valencianaAcademia de los Nocturnos o la de Sevilla, dirigida por el Duque de Tarifa, que se reunía en la Casa de Pilatos.
 
En Madrid fueron famosas la Academia Selvaje, nacida en 1612, y la Academia Mantuana, ante la que Lope de Vega, frecuente secretario de estas instituciones, leyó su Arte nuevo de hacer comedias (1609). Otros afirman que estas reuniones tuvieron comienzo en las que realizaban los críticos al acabar una pieza teatral en la zona de loscorrales de comedias denominada tertulia, pero ambas teorías no son en modo alguno excluyentes y pueden confluir con la costumbre de tomar el café que concluye una comida fuera de casa, de forma que en la cafetería de un sector de la ciudad donde habitan muchos intelectuales suelen congregarse estos a la misma hora.
 
En otros países existieron y existen instituciones, si no similares, al menos muy parecidas. En Francia puede llamarse tertulia a la costumbre de los salones del siglo XVIII en los cuales una dama recibía los galanteos de una serie de intelectuales, escritores y artistas; en Inglaterra, los clubs son una institución parecida, pero de carácter más formal. En España, una velada, sarao o soirée podía perfectamente terminar o completarse con una tertulia entre gente que departía amigablemente sobre todo lo divino y lo humano, y en concreto sobre la actualidad política y cultural. En Italia, las reuniones tenían un carácter más formal desde el establecimiento a fines del siglo XVII de la Academia de los Arcades de Roma y sus distintas corresponsales en el resto de la península. Pero el carácter informal y sin «acta» escrita de la tertulia impide considerar a las academias de origen italiano como asociables al fenómeno estrictamente oral de la tertulia española, fenómeno lateral a la existencia, también en España, de academias literarias. Fueron célebres en el siglo XVIII la granadina Academia del Trípode, y, entre las tertulias, la de la Fonda de San Sebastián o la que mantenía el helenista Pedro Estala en su celda de escolapio. Por otra parte, muchos nobles solían reunir en salons a lo francés a escritores para hacerlos partícipes de juegos cortesanos o representaciones teatrales de aficionados; en otras ocasiones, solían hacer coincidir a escritores enemigos u opuestos para divertirse con las mutuas asperezas de ambos, algo de lo que ya se quejaba Tomás de Iriarte en prosa y en verso. Menos formales, también se constituyeron sociedades dieciochescas de libertinos para organizar bailes nocturnos, como la de la Bella Unión.
 
La costumbre de los salons franceses, desde el primero, de madame Catalina de Rambouillet, durante el Preciosismo seiscentista, en que era cuestión del más reputado honor exhibir el ingenio más agudo, se prolongó en numerosos otros que lo imitaron a lo largo del siglo XVIII. También en otros países y ciudades cosmopolitas, como por ejemplo en la San Petersburgo rusa o en la Cádiz sitiada por las tropas francesas durante la Guerra de Independencia, se reunían en las numerosas tertulias de la ciudad los liberales que nada más podían hacer, limitándose en no pocas ocasiones a jugar solamente al monte, como cuenta Antonio Alcalá Galiano en sus Memorias. El establecimiento de Sociedades Económicas de Amigos del País a fines del siglo XVIII facilitó la creación de este tipo de asociacionismo, así como la difusión de la prensa, que se solía leer habitualmente en los cafés y casinos, de forma que el comentario de las noticias o su contraste en periódicos de orientación diferente formaba en estos lugares improvisadas, animadas y hasta agitadas tertulias que, a su vez, podían generar más formales sociedades económicas o, más frecuentemente, sociedades patrióticas. La creación de estas últimas fue fomentada por parte de los de los liberales a comienzos del XIX, sobre todo en el Trienio Liberal (1820-1823).
 
En el XIX fueron famosas, entre otras, la tertulia romántica literaria de El Parnasillo, que se reunía en el Café del Príncipe de Madrid, la de escritores posrománticos de La Cuerda en Granada y su extensión en Madrid, que era la mantenida por Gregorio Cruzada Villamil, la del Café Suizo, también en la capital, de los hermanos Bécquer o la deescritores realistas del Bilis Club en Madrid, integrada por Leopoldo Alas "Clarín" y otros escritores asturianos. A principios del XIX mantenía una en Sevilla Juan José Bueno. En Madrid el músico Santiago Masarnau reunía a personajes de todas las artes y se hizo muy influyente y poderosa la que en su casa mantenía el académico Marqués de Molíns y, en los años sesenta, congregó el dramaturgo Eduardo Asquerino en la suya a numerosa gente de teatro que podía tomar el té y leer obras literarias en voz alta; de ella nació la idea de fundar un Teatro Nacional. El periodista y crítico Manuel Cañete reunía en su casa a selectos contertulios y la de Wenceslao Ayguals de Izco tenía carácter democrático y mezclaba a literatos y a músicos, de forma que a veces se celebraban conciertos.
 
La construcción de nuevos espacios de socialización como los casinos, ateneos y liceos, sobre todo a partir de la Revolución de 1868, posibilitó asimismo la creación de tertulias fijas en las provincias; en otras ocasiones las tertulias se celebraban en reboticas o lugares parecidos. Paralelamente la aristocracia se reunía en sus salones para distinguirse de esas tertulias burguesas y a finales del siglo XIX ya era una costumbre plenamente establecida con una rígida rutina: las reuniones de sociedad en Madrid empezaban el 4 de noviembre, día de San Carlos, con la celebración que daban en su hotel los barones del Castillo de Chirel. A partir de esa fecha, recibían en sus casas o palacios todos los señores destacados al menos un día a la semana; los lunes los señores de Bauer en su palacio de la Calle San Bernardo; los lunes por la noche había velada en casa de los Esteban Collantes; los viernes por la tarde en casa de la Marquesa de Bolaños. La marquesa de Esquilache reunía a gente muy poderosa: recibía miércoles y viernes y concurrían políticos como Eduardo Dato y escritores como la condesa Emilia Pardo Bazán; sobre sus losas se forjaron y derribaron gobiernos. Las invitaciones solían redactarse en francés.
 
Entre los siglos XIX y XX hubo una gran tertulia bibliófila y erudita en el palacio y biblioteca sevillanos de Juan Pérez de Guzmán y Boza, II Duque de T'serclaes de Tilly a la que asistía su hermano gemelo de Manuel Pérez de Guzmán y Boza, marqués de Jerez de los Caballeros, ambos propietarios de las bibliotecas privadas más importantes de España entonces, junto con Francisco Collantes de TeránManuel Gómez ImazJosé María de Hoyos y HurtadoLuis MontotoCano y CuetoJoaquín Hazañas y La RúaJosé Vázquez y RuizJosé Gestoso y PérezFrancisco Rodríguez Marín, el impresor Enrique Rasco y, ocasionalmente, cuando pasaba por Sevilla, Marcelino Menéndez Pelayo, entre otros. De ámbito más reducido era la tertulia nocturna, también erudita, de Juan Valera en su casa en Madrid, que reunía al citado don Marcelino Menéndez Pelayo, a Ramón Pérez de Ayala y otros.
 
El primer tercio del siglo XX fue muy abundante en tertulias. El centro más importante era el Nuevo Café de Levante; desde los últimos años del siglo XIX hasta la guerra europea, este fue el centro de reunión de las tertulias más importante de Madrid, al que no dejaban de acudir tanto consagrados como jóvenes promesas y escritores caídos en el olvido. Todos acudían allí para dar a conocer sus obras y pensamientos. En palabras de Valle-Inclán, «el Café de Levante ha ejercido más influencia en la literatura y en el arte contemporáneo que dos o tres universidades y academias». En la ciudad universitaria de Salamanca, el Café Novelty hizo desde 1905 de punto de encuentro de la vida cultural de la ciudad, habitual ha sido la presencia de literatos en sus mesas, como Miguel de UnamunoOrtega y GassetCarmen Martín GaiteFrancisco UmbralTorrente Ballester o Víctor García de la Concha. En el madrileño Café de Fornos estaba una, de raíz muy antigua, que se conocía como la de Vital Aza, pasado Virgen de los Peligros, y allí se reunía una gavilla cosmopolita compuesta por artistas, escritores, actores y actrices, toreros, futbolistas. En el Café de Gato Negro, en la calle del Príncipe, junto al Teatro de la ComediaJacinto Benavente mantenía una tertulia modernista. Tenía techo bajo, escasa iluminación, grandes divanes y, al fondo, un postizo que por las noches se abría y comunicaba el Café con el Teatro. Dos tertulias fueron rivales en promocionar la vanguardia artística a principios del siglo XX; Rafael Cansinos Assens tenía una itinerante que empezaba en el Café Colonial de Madrid, cerca a la Puerta del Sol, donde se daba cita un público variadísimo, en el que destacaba la presencia de pintores, artistas y poetas extranjeros llegados a España con la guerra de 1914; rival suya era la de Ramón Gómez de la Serna, en el antiguo Café y botillería de Pombo, en la calle Carretas; esta era acaso la más importante y seguida de Madrid y en su nacimiento se prohibió hablar de la guerra, sirviendo de refugio a todos aquellos que se hartaban en otros cafés donde sólo se hablaba de eso. Se establecía los sábados por la noche, después de la hora de cenar; en su viejo sótano se reunían incluso hasta las tres de la madrugada; pero había muchas otras. José Ortega y Gasset tenía la suya en La Granja del Henar; en el Café Marfil, esquina Cedaceros, pasó Jacinto Benaventesus últimos días como tertuliano; en la calle Sevilla estaba el Café la Ballena Alegre, donde se reunieron entre otros José Antonio Primo de Rivera y su guardia falangista; en el Café León se daban tertulias de eruditos y periodistas. Al Café del Prado, en la calle del Prado, amplio, con espejos y veladores de mármol, acudieron a lo largo de su historia Gustavo Adolfo BécquerRamón y CajalMenéndez PelayoBuñuel y Lorca, o el académico Melchor Fernández Almagro. El Café Español era frecuentado por los hermanos Manuel y Antonio Machado, contertulios también del Café Comercial, que como los del Café Europeo acabarían en el Café Gijón, cuya fama e influencia en los ambientes literarios aumentarían durante la posguerra. En la Cervecería de Correos comenzaron a reunirse los jóvenes poetas de la Generación del 27 y allí fue donde Lorca se citaba con los escritores y antiguos compañeros de la Residencia de Estudiantes; en el café Jorge Juan lideraba tertulia José Francés; en el café de Roma Gregorio Marañón y sus pupilos del Ateneo de Madrid preparaban proclamas contra la monarquía agonizante. En el Café Lyon se daban varias tertulias. La primera contaba con personajes como José BergamínIgnacio Sánchez Mejías y Melchor Fernández Almagro, entre otros; la segunda era llamada «tertulia del banco azul», pues estaba formada por hombres del Gobierno de la República; la tercera era la de Pittaluga, Guillermo de Torre, Obregón y Francisco Ayala, entre otros; por último, se congregaba a la noche una tertulia que dirigía de vez en cuando Ramón María del Valle-Inclán, con Anselmo Miguel Nieto, Salvador Pascual, Penagos... El 14 de abril de 1931 muchos de los tertulianos se convirtieron en padres de la patria en el Senado o en el Congreso; es el caso de Manuel Azaña o José Calvo Sotelo.
 
Tras la Guerra Civil se fundó la tertulia de Antonio Díaz-Cañabate y José María de Cossío en el Café Aquarium de Madrid, pero luego se trasladó al Café Kutz y por fin al Lyon d'Or, como cuenta en su Historia de una tertulia (1952) el escritor que le dio nombre. Entre 1946 y 1953 se inició una tertulia sabatina en el Café Lisboa de Madrid, sito en la Puerta del Sol, que agavillaba a artistas e intelectuales contrarios a la dictadura (Antonio Buero VallejoFrancisco García PavónJuan Eduardo ZúñigaVicente Soto IborraEmilio Alarcos LlorachArturo del Hoyo, su esposa Isabel Gil de RamalesJosé Corrales Egea,José Ares Montes...). Hacia 1955 se reunió en el Lyon la tertulia de los narradores de la generación de 1955 o del medio siglo, presididos por Antonio Rodríguez Moñino, que había sido expulsado de su cátedra por sus simpatías hacia la República. Allí se reunían Alfonso SastreRafael Sánchez Ferlosio, e Ignacio Aldecoa, entre otros, que desde 1949 se reunían en la famosa tertulia del café Gambrinus, primero teatral y literaria, luego filosófica y por último artística. En otros lugares de España proliferaron también las tertulias; fue famosa la tertulia del Rinconcillo en Granada, donde estuvieron Federico García Lorca y Manuel de Falla, entro otros grandes intelectuales. Se encontraba en la Plaza de los Campos, en un café —llamado Café Alameda— actualmente ocupado por el restaurante Chikito.
 
Siendo tan literarias, las tertulias han engendrado una literatura más bien informal sobre sus actividades. Existen libros más o menos serios desde el de Francisco de Paula Mellado (Tertulia de invierno, 1831), meramente recreativo. Llegaron luego los de Juan José Bueno (Tertulia literaria. Colección de poesías selectas leídas en las reuniones semanales celebradas en casa de Juan José Bueno, Sevilla, 1861); Eugenio Rodríguez Ruiz de la Escalera, "Monte-Cristo", Los salones de Madrid(s. a.); Antonio Espina (Las tertulias de Madrid); Ramón Gómez de la Serna (La sagrada cripta de Pombo); Rafael Cansinos Asséns, (La novela de un literato); Antonio Díaz Cañabate (Historia de una tertulia, 1952); Enrique Romeu Palazuelos (LaTertulia de Nava, 1977); Antonio Bermejo (Tertulia de la nave errante, 1993); Juan Ángel García Torres, (Trasfondo histórico de una "tertulia" madrileña: Valle-Inclán y el Café de Levante, 1978); Ignacio Sanz y Francisco Otero (Las palabras vuelan. 25 años de la tertulia de los martes, Segovia, 2007); Francisco Molíns (La tertulia, 1994); José Martínez Arenas (La tertulia del bar Lauro, 1963); Pablo Beltrán de Heredia (El doctor Díaz Caneja y su tertulia, 1990), Martín López-Vega(Tertulia Oliver, Gijón, 1995); Francisco Umbral (La noche que llegué al café Gijón); Alfonso Reyes (Tertulia de Madrid, 1949); Carlos Muñoz (El Trascacho, historia de una tertulia literaria, 1981); José Miguel Torres Medina (Mi tertulia y su entorno. Anécdotas y recuerdos de una tertulia taurina, 2006); Maria Aurelia Capmany (Aquelles dames d'altre temps: una crònica de la Barcelona de fi de segle a través dels comentaris aguts i divertits d'una tertúlia d'amigues); Adelaida Las Santas (Versos con faldas (breve historia de una tertulia literaria fundada por mujeres en el año 1951); 1983 y Fernando Díaz-Plaja (Arte de hablar); pero también obras de ficción, como las de Ramón María del Valle-Inclán (Una tertulia de antaño); Pío Baroja (La tertulia de Paco Lecea); Álvaro Cunqueiro (Tertulia de boticas prodigiosas, 1976); Rosa Chacel(Tertulia en el bar Himeto); el ya citado Antonio Díaz Cañabate Tertulia de anécdotas (1974), José RoblesTertulias españolas, 1938; Miguel Pérez FerreroTertulias y grupos literarios (1974); Mariano TudelaAquellas tertulias de Madrid(1985); José Alberto Vallejo del CampoTertulias y círculos intelectuales del Santander de la restauración (2008); Antonio Velasco ZazaPanorama de Madrid. Tertulias literarias (1952); Antonio Gallego Morell, "Las tertulias románticas en España" (1973); Antonio Bonet CorreaLos cafés (Cafés históricos; Tertulias románticas; Cafetines y tabernas; Cafés y vanguardias; etc.) (1987). 
 
TERCERA FUENTE CONSULTADA: Justo Fernández López. 
 
Se suele asociar la palabra “tertulia” con Tertuliano de Cartago (Quinto Septimio Florencio Tertuliano), famoso Padre de la Iglesia del siglo III, orador y apologeta con gran dominio de la retórica en su forma de argumentar. A este gran retórico se le llamaba tre Tullius “el que vale tres veces como Tulio (= Marco Tulio Cicerón)”, el gran orador romano. En el siglo XVII, se comenzaron a formar círculos de gente culta que se reunía en algún local para leer a Tertuliano y a los grandes retóricos de la antigüedad y, de esta manera, aprender a conversar y argumentar en los salones. De esta forma se puso de moda entre las clases acomodadas las obras de este abogado y erudito, famoso por defender el cristianismo en unos discursos ricos en juegos de palabras. Bajo el reinado de Felipe IV, a las personas que se reunían para comentar a Tertuliano se las denominó así, tertulianos, y a esas reuniones se las conoció como tertulias. La “tertulia” es ya una institución española, como la “siesta”, etc. Ha habido tertulias famosas  ya desde el siglo XVIII, pero las más célebres fueron las tertulias literarias del siglo XX. Hoy las tertulias son o radiofónicas o televisivas.
 
CUARTA FUENTE CONSULTADA: José Cúneo.
 
Las tertulias eran reuniones que se hacían a la noche, en las casas de familias. Iban amigos  y también forasteros, quienes eran "la gran novedad", ya que traían las últimas noticias del exterior. Era costumbre muy generalizada, y especialmente entre las familias más notables y acomodadas, dar tertulias, por lo menos una vez por semana. Se hacían en la sala de la casa y allí las personas cantaban y bailaban, jugaban a las cartas y por supuesto, conversaban. También se contaban los últimos chismes, hablaban de política y se ponían al día con las noticias de lo que ocurría en Europa. Y además, las tertulias eran una excelente oportunidad para que las familias arreglaran noviazgos entre sus hijos. Se bailaba, generalmente, hasta las doce de la noche, o algo más, principiando temprano; en tal caso, sólo se servía el mate; cuando duraba el baile hasta el día, se agregaba el chocolate. El traje de las jóvenes era de lo más sencillo y sin ostentación, reinando en aquellas reuniones la mayor cordialidad y confianza. En efecto, esas tertulias eran verdaderas reuniones de familia, sin el lujo. Los bailes de aquellos tiempos eran: el cielito, minué, la montonera y la contra danza española. En una de esas tertulias, en la casa de Mariquita Sanchez de Thompson, se cantó por primera vez el Himno Nacional Argentino. Allí ese día estuvieron Vicente López y Planes, Blas Parera, Esteban de Luca, los Escalada con su hija Remedios, su novio el coronel San Martín y Fray Cayetano Rodríguez, entre otros. Al abordar en el Jardín  los hechos ocurridos en nuestra historia, interesa iniciar a los niños en el conocimiento de algunas de las relaciones que daban vida a esa época; mostrar el entramado en el que se sostienen los hechos históricos y los personajes, contextualizándolos. Resulta enriquecedor, para nuestros alumnos, comprender que antes se vivía de otra manera, que no siempre el ambiente ha sido tal como ellos lo conocen. Comparar los modos de vida actuales con los de épocas anteriores permite desentrañar la idea, tan fuertemente arraigada en los chicos, de que las cosas y el mundo siempre han sido tal como ellos las conocen. En este caso se tomará como recorte a las tertulias, esas reuniones  en casas de familias porteñas, acomodadas en lo político y en lo social. En ellas se dialogaba, se leía poesía, se ejecutaba música y se bailaba...en esas noches de tertulia también se gestaron ideas de revolución e independencia.
 
QUINTA FUENTE CONSULTADA: Varios Autores Hispanoamericanos.
 
La elite hispano-criolla pasaba sus tardes en las tertulias, el ámbito de sociabilidad por excelencia y uno de los mayores pasatiempos de las damas. A lo largo de extendidas veladas las tertulias eran inmejorable ocasión para bailar, escuchar música, cantar, cortejar, encontrar pareja, y en ocasiones conspirar contra el gobierno de turno. Los atardeceres traen las horas de las reuniones (tertulias); entonces, cuando hay muchas personas, se conversa y se critica; las mujeres muestran la mayor amabilidad y una vivacidad espiritual realmente rara; se baila el minué, el montonero, la contradanza y el vals. La alegría más expansiva se une a un dejar hacer, a un abandono que no excede, empero, los límites de las conveniencias, aunque de esa reserva amanerada que las madres imponen a sus hijas en nuestra sociedad europea. (…) De preferencia un triste (romanza), lánguido, que las señoras prefieren y que hacen repetir muchas veces. Esas veladas amistosas son tanto más agradables cuanto que en ellas reina mucha alegría y la alegría no decae nunca. La sociedad en general es agradable; después de ser presentado en forma a una familia, se considera completamente dentro de la etiqueta visitar a la hora que uno crea más conveniente, siendo siempre bien recibido; la noche u hora de la tertulia, sin embargo, es la más acostumbrada. Estas tertulias son muy deliciosas y desprovistas de toda ceremonia, lo que constituye en parte su encanto. A la noche, la familia se congrega en la sala llena de visitantes, especialmente si es casa de tono.
Las diversiones consisten en conversación, valsar, contradanza española, música (piano y guitarra) y algunas veces canto. Al entrar, se saluda a la dueña de casa y ésta es la única ceremonia; puede uno retirarse sin formalidad alguna; y de esta manera, si se desea, se asiste a media docena de tertulias en la misma noche. Los modos y conversación de las damas son muy libres y agradables, y, como es costumbre que sean cumplidísimas con los extranjeros, se ha incurrido frecuentemente en el error con respecto a esta libertad. Entre tanto, se daban las más espléndidas tertulias por madama; y vi congregadas, noche a noche,  en su casa, tales muestras de belleza y viveza femenina, que hubieran suscitado envidia o impuesto admiración en los salones ingleses.  Las porteñas, con razón se jactan entre ellas, de mujeres muy encantadoras, quizás más pulidas en la apariencia y maneras exteriores que en gusto altamente refinado; pero tienen tan buen sentido, penetración y viveza, de haceros dudar si no sean mejores tales como son, que lo serían más artificialmente enseñadas. Tienen, seguramente, poquísima afectación u orgullo; y no puede ser educación muy defectuosa la que excluye, en la formación del carácter femenino, dos condiciones tan odiosas. La gran fluidez y facilidad observable en la conversación de las mujeres hispanoamericanas deben atribuirse, sin duda, a su temprana entrada en sociedad, y a la costumbre casi cotidiana de congregarse en tertulias por la noche. Allí, la niña de siete u ocho años está habituada a manejar el abanico, pasear, bailar, y hablar con tanta propiedad como su hermana de dieciocho o su mamá. En cuanto a las buenas costumbres de las señoritas, las señoras creen que están más seguras bajo la vigilancia materna. Las hijas, en consecuencia, nunca se veían sino en compañía de las mamás o de alguna parienta o amiga casada. Las solteras no podían salir de paseo sino en compañía de casadas. Caminaban en fila, una detrás de otra, con el paso más fácil, gracioso y, sin embargo, dignificado que imaginéis. Luego el cariñoso saludo, con el cortés y elegante movimiento del abanico, no era para olvidarse ni para ser imitado. La mamá iba siempre detrás. Si un amigo se encontraba  con el pequeño grupo de familia, le era permitido sacarse el sombrero, dar vuelta, acompañar a la niña que más le gustase, y decirle todas las lindas cosas que se le ocurriesen; pero no había apretones de mano ni ofrecimiento del brazo. La matrona no se cuidaba de oír la conversación de la joven pareja; se contentaba con “ver” que no se produjese ninguna impropiedad práctica o indecorosa familiaridad. Lo mismo sucedía si visitabais una casa. La madre se apresuraba a entrar en la sala y permanecía presente, con su hija, durante toda la visita. Para reparar esta pequeña restricción, no obstante, podíais decir lo que gustaseis junto al piano, en la contradanza, o, mejor, durante el paseo. Aun cuando éstas son todavía las reglas generales de la sociedad femenina, se han modificado grandemente y continúan modificándose, por el trato y casamientos con extranjeros. Las costumbres y maneras francesas e inglesas, gradualmente se mezclan con las del país, particularmente en las clases superiores. La música es muy cultivada. Siempre hay una dama, en todas las casas, que puede ejecutar muy bien todos los tonos requeridos para el minué, el vals y la contradanza. Y cuando las chavalas “bailan”, es con una graciosa compostura y suelta elegancia, mucho mejores que el término medio obtenido en Inglaterra, en cuanto yo sepa, de cualquier sistema de educación en escuelas de baile. 
 
 
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Palabras Clave: Comunicacin Divulgacin Cultura Conocimiento Sociedad Dossier Educacin Informes.

Categoría: Material Educativo

Subcategoría: Informes



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