Olvid las palabras (Novela) -Captulo 24-
Publicado en Jun 04, 2017
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Ginebra Bowrey Martin sintió cómo la férrea mano de Roger Moore agarraba la suya justo en el mismo momento en que estaba intentando abrir la puerta del edificio donde se encontraba la oficina privada de Max Emilington. Se revolvió como si le hubiese picado una víbora y se encaró con el capitán de la policía de Nueva Orleans.
 
- ¡O suelta usted mi mano o inmediatamente no paro de gritar hasta que acuda la policía!
- Cálmese señorita. La policía le está protegiendo todo lo que puede.
- ¿Qué está usted diciendo, tío loco?
- Le estoy diciendo que la policía está evitando que alguien la asesine como asesinaron a Bonaventura Facio.
- ¿Pero de qué asunto me está usted hablando?
- ¿No sabe que a Chuchi Lean Black le repelen las mujeres guapas que no son rubias del todo?
- ¿De quién me está usted hablando? ¡No entiendo absolutamente nada!
- ¿No sabe usted que uno de los más queridos de su jefe Max Emiling es precisamente Chuchi Lean Black?
- ¡O me suelta ya o comienzo a gritar hasta que la policía me proteja de usted que o es un loco escapado del manicomio o es uno de esos muchos fantasmas machistas que abundan en nuestra sociedad!
 
Roger Moore soltó la mano pero fue para enseñar a Ginebra Bowrey Martin su identificación de capitán de la policía. 
 
- Como está usted viendo es verdad que la policía de Nueva Orleans estamos protegiéndola de alguien al que le gustaría cortarle la cabeza como trofeo ante "Los Larrys".
 
- ¿Qué está sucediendo, capitán?
- Le voy a presentar a dos personas que quizás usted haya visto en alguna otra ocasión.
 
Se acercaron Joseph Liore y Diana de Still.
 
- A este joven tan atractivo sí que tengo el disgusto de haberle visto antes y de haber soportado sus insolentes palabras; pero en cuanto a este bombón hecho mujer no tengo ni idea de quién puede ser. 
- ¿Le gusta a usted el chocolate, señorita Ginebra?
- No me disgusta del todo...
- Pues entonces haga el favor de dejarle las llaves a este insolente y a su jovencita amiga para que nos esperen dentro del despacho de su jefe porque están muy cansados de tanto viajar mientras yo la invito al Sucré de la Magazine que no está demasiado lejos de aquí.
- ¡Nunca! ¡Jamás dejaría estas llaves a ningún ser que no sea Max Emilington!
- ¿No le está usted idealizando demasiado?
- Es mi jefe y yo no tengo más remedio que adorar a mi jefe que para eso me mantiene con toda clase de lujos.
- Está usted demasiado nerviosa porque está hablando más de lo que debe.
 
Ginebra Bowrey Martin se dio cuenta de que había hablado demasiado e intentó suavizar la tensión.
 
- ¿Es alguna clase de pecado mortal que, en esta nación, los hombres más poderosos de cada Estado tengan sus aventurillas fuera del matrimonio legal? Me parece que todo el mundo lo sabe y que todo el mundo lo acepta como una realidad inevitable.
- ¿Está usted diciendo que es la otra?
- Pues sí. Soy la otra.
- Entonces deseo muchísimo hablar con usted a solas; así que deje que mis dos colegas descansen en la oficina de su jefe y le juro que va a estar protegida hasta que Dios lo quiera. Su vida está en peligro y yo sólo quiero evitar una muerte prematura. ¿Me entiende ya?
- ¿De verdad cree usted que mi vida corre peligro de muerte?
- No se lo voy a decir más veces. Es cierto.
 
Ginebra entregó las llaves a Diana de Still.
 
- Porque estás tú presente y yo confío en chicas como tú ya que si fuese por este desconsiderado que tienes a tu lado preferiría la muerte antes que dárselas. ¡Jurame que no le vas a dejar que ande urgando por ningún sitio de la oficina!
 
Diana entregó las llaves a Joseph a pesar de la cara de disgusto y odio que se reflejó en el rostro de Ginebra.
 
 
- Soy cien por cien cristiana y no puedo jurar cosas que no puedo controlar porque forman parte de la decisión de Dios.
 
Al enterarse de que Diana de Still se declaraba cien por cien cristiana, Ginebra escupió al suelo.
 
- ¡A ver si te pudres en ese infierno del que tanto habláis los cristianos!
- Tienes un grave error. En el infierno no se pudre nadie sino que se calienta demasiado para toda la eternidad. 
- Espero vernos en algún otro momento para ver si dejas de ironizar conmigo.
- No estoy ironizando nada. Lo dice la Palabra de Dios. Y ahora, si no te importa, aprovecha la invitación de Roger Moore, al que todas le aman como "Santo", y ámale un poquito más de lo que amas a Joseph Liore. Al fin y al cabo Roger ya es todo un ganador y Joseph todavía no ha ganado nada.
- ¡Que Alá no consienta que este tal Joseph gane algo!
- Pero como él no cree para nada en Alá resulta que Alá no podrá evitarlo si Dios quiere que Joseph llegue a triunfar. Para Joseph, Alá es sólo un fantasma de la creatividad musulmana del islam pero a Joseph no le asustan ni le dan miedo los fantasmas y sobre todo si son religiosos. Asi que márchate con "El Santo" y goza del chocolate todo lo que puedas. En realidad si todavía estás viva es gracias a él, que te está protegiendo, y no al fantasma de Alá que ni puñetero caso hace a los que caen en su nombre.
 
Sin decir ya nada más, Ginebra entendió que era mejor, para su Causa, hacer como que se daba por convencida y aceptar la chocolatada del policía de Nueva Orleans. Manipuló con sus ocultos pensamientos y llegó a la conclusión de que, de momento, era mejor aceptar la oferta de Roger para esperar otra ocasión más favorable a ella.
 
- Está bien, capitán. Veo que tiene usted preferencia por Mercedes...
- Si. Mi Mercedes nunca me ha dejado tirado a medio camino jamás.
- Pues es un escaso ejemplo de fidelidad hoy en día.
- Bueno. El asunto no es cuestión de suerte sino de confiar en lo que uno confía.
- Si es así confiaré en usted hasta que no me defraude del todo.
- Vamos ya camino de nuestro pequeño destino...
- ¿Eso es un pensamiento religioso?
- Tómelo como un pensamiento religioso si es que lo prefiere así. Yo jamás discuto con nadie por esas cuestiones. En lo religioso hago siempre caso al "dejar ser dejar hacer" cosa que muchos religiosos no admiten. ¿Estoy acertando o me equivoco?
- Mahoma es Mahoma.
- Y la guerra santa es la guerra santa.
 
Ginebra Bowrey Martin estaba demostrando lo que ya vaticinó Joseph Liore sobre ella. Era muy astuta pero tan poco inteligente que hablaba demasiadas cosas que debía callar. Seguía dando p¡stas sin darse cuenta. Ella quería hacer creer a todos, con su cambio de nombres, que no era de ninguna religión sino una mujer que sólo quería vivir en paz donde ella llamaba "la nación de las libertades" pero estaba descubriendo todo lo contrario.
 
Cuando el Mercedes, con sus dos ocupantes dentro, se perdió de vista a Joseph sólo se le ocurrió un pequeño chiste sin ninguna trascendencia alguna y falto de toda maldad.
 
- ¿Será verdad que Mercedes es mucho más fiel que Wolkswagen?
- ¡Jajajajaja! ¡Tratándose de un "escarabajo" tan obsoleto debe ser verdad! 
 
Con sumo sigilo, por si existía alguna trampa mortal, Joseph Liore fue el primero en entrar en el despacho privado de Max Emilington.
 
- Pasa, Diana. Noy hay ninguna trampa.
 
Diana de Still entró con aquella decisión tan valiente que le transmitía Joseph Liore cuando se trataba de dar la vida por ella.
 
- ¿Qué buscamos, Joseph?
- Supongo que habrá algo importante que tenga relación con todo este enredo.
- ¿Onformes secretos por ejemplo?
- No había yo pensado en eso... pero es una gran idea, Diana...
 
Ambos se sentaron ante la mesa escritorio. Joseph en el lugar del abogado y Diana en el lugar de quienes visitaban al abogado. Joseph fue probando todas las llaves para saber cuál de ellas era la que permitía abrir los cuatro cajones que tenía el escritorio de Max Emilington: dos en la parte derecha y dos en la parte izquierda.
 
- Esto va mal, Diana. He probado con todas las llaves y ninguna permite abrir los cajones.
- Joseph...
- ¿Alguna idea?
- Hay cajones de escritorios que no se abren con llaves...
- ¿Estás diciendo que debajo de la mesa debe haber algún mecanismo para abrirlos?
- Eres inteligente, Joseph.
 
Él empezó a mirar por debajo de la mesa escritorio.
 
- ¡Ya está! ¡Creo que hemos dado con un interruptor que permitirá la apertura de los cajones! Gracias por tus ideas, Diana.
 
Joseph apretó el botón del mecanismo y esta vez sucedió el milagro.
 
- Acabamos de destapar la Caja de Pandora.
- ¡Que Dios se apiade de nosotros porque Pandora sólo desata pestes y tempestades.
- Veamos si Dios nos ayuda una vez más. Tengamos siempre Fe, Diana.
 
En el cajón superior de la parte derecha, Joseph encontró una gran cantidad de revistas.
 
- Aquí hay por lo menos una docena de revistas de temas judiciales. Quizás pueda haber alguna pista si las leemos pero, además de ser muy aburridas, no creo que nos lleven a ningún lugar concreto.
- Pásamelas y yo las ojeo por encima mientras tú buscas en los demás cajones.
 
En el cajón inferior de la parte derecha, Joseph encontró algo de suma y vital importancia para las investigaciones posteriores.
 
- ¡Diana! ¡Deja las revistas por un momento! ¡Acabo de encontrar todos los libros de Contabilidad del poderoso Max Emilington. Libros contables, facturas, recibos y muchos más documentos mercantiles. Creo que a Roger Moore y sus muchachos les va a interesar muchísimo conocer todo el momvimiento de capitales de Emilington y toda su chusma de implicados.
- ¡Eso sí que es un gran descubrimiento!
- ¡Mucho mejor que el Descubrimiento del Paraná por Sebastián Caboto!
- ¡Jajajajaja! ¡Espero que no sea para "ná"!
- Buen chiste, Diana... pero perdona que no me ría... porque no es esto todo lo que voy buscando... coge todo este material y júntalo con las revistas...
 
En el cajón superior de la parte izquierda, Joseph sólo encontró una gran cantidad de materiales de oficina: grapadoras, tampones, sellos de caucho, bolígrafos, cajas de clips, una libreta de anotaciones mercantiles, gomas elásticas, borradores, lapiceros, sacapuntas... y un largo etcétera más...
 
- Esto no tiene ninguna importancia. Sólo son materiales de oficina.
- Ya sólo queda el cajón inferior de la izquierda, Joseph.
-  A ver si aquí está ya el tesoro que busco.
- ¡Jajajajaja! Ahora sí que pareces a un buscador de Eldorado.
 
Pero Joseph Liore seguía serio y entregado a su labor investigadora. Y abrió el cajón inferior del lado izquierdo.
 
- ¡Lo tenemos, Diana! ¡Aquí hay una carpeta beige titulada "Trono" con tinta roja, un libro del Corán, "El Capital" de Karl Marx y otro relacionado con la forma más efectiva de llevar a cabo el terrorismo urbano! ¡Vamos a ver qué contiene la carpeta!
 
Joseph Liore entregó el Corán, "El Capital" y el libro sobre terrorismo urbano a Diana para que lo uniese a todo el material ya encontrado y, ante ella, abrió la carpeta beige titulada "Trono" con tinta roja.  
 
- ¡Atiza, Diana, hemos encontrado una verdadera mina mucho más rica que las del Rey Salomón!
- ¿Recuerdas "Las minas del Rey Salomón"?
- Sí. Diana. Si la memoria no me falla es una película basada en la novela del mismo título de Rider Haggard. En 1950 ganó los Oscar al mejor montaje y la mejor fotografía, además de que estuvo nominada al de mejor película. 
- ¿Y cuál es la mina que has encontrado?
- Con tu ayuda, pues si ella yo sería un don nadie nada más, esta carpeta contiene tres dossieres completos sobre "Gitrono", "Catrono" y "Fatrono".
- ¡Fin de la historia, Joseph! ¡Hasta aquí llegó nuestra aentura y ahora debemos volver a nuestras vidas de siempre!
 
Pero Joseph Liore no escuchaba porque estaba observando detenidamente la amplia colección de trofeos deprotivos que se encontraban, frente a ellos, sobre un aparador.
 
- Diana...
- Lo sé... yo también voy a tener muchos momentos de nostalgia...
- No es eso...
 
A Diana de Still le entusiasmó la idea de poder seguir algún momento más junto a Joseph Liore.
 
- ¿Alguna novedad, Joseph?
- ¿Te has fijado en toda esa línea de trofeos deportivos?
- Sí. Me he fijado desde que entramos a este lugar.
- Son trofeos de golf. Max Emilignton debió de ser, algún dia, un excelente jugador de torneos de gol con los personajes más poderosos de Luisiana.
 
- Bueno, Joseph. Eso ya no tiene ninguna importancia.
- ¿Pero no te estás dando cuenta de que hay una circunstancia extraña?
- ¡Joseph! ¡Sólo son trofeos de golf nada más! ¡Cualquiera que juegue medianamente bien los puede conseguir!-
- ¿No has descubierto que el que está en el lugar central de todos ellos no es de golf?
- ¡Atiza! ¡Llevas razón! ¡Ese es un trofeo de ajedrez! ¿Significa algo?
- Eso es lo que voy a descubrir ahora mismo.
- Te acompaño.
 
Los dos se levantaron y se dirigieron hacia los trofeos. Aquello de que el centro lo ocupara uno de ajedrez sin gran importancia en lugar de los que de verdad tenían cierto valor era muy extraño.
 
- ¿Por qué Emilington lo ha sitiuado en el centro de todos ellos, Diana?
- Tiene una placa, Jsoeph.
 
Joseph Liore la leyó.
 
- Premio Consolación. Treme Chess Club. Septiembre 2001.
- ¿Qué conclusión sacas, Joseph?
- Saco dos conclusiones; la primera de ellas es que no creo que siendo tan egoista, vanidoso y soberbio, aceptara un premio de consolación y mucho menos que lo colocara en el centro vital de todos sus trofeos; y en segundo lugar, ya que en este follón están metidos hasta las patas los musulmanes del islam resulta que en septiembre de 2001 fue el ataque contra Las Torres Gemelas y el Pentágono.
- Sí. Es muy raro. Ese trofeo tiene que tener alguna razón oculta. 
- Voy a ver si es verdad.
 
Joseph lo cogió con ambas manos y lo movió cerca de su oreja derecha.
 
- Hay algo dentro de él que se ha movido.
- ¡Ten cuidado! ¿No será un explosivo?
- Tengo que arriesgarme, Diana. ¡Colócate lo más lejos que puedas!
 
Diana se ocultó debajo de la mesa escritorio de Max Emilington mientras que Joseph, sin ninguna clase de miedo o temor sino con una gran fe abrió el trofeo puesto que era como una caja y encontró lo que intuía.
 
- ¿Qué es, Joseph?
- Lo que yo estaba pensando. Es una grabadora de vídeos y eso quiere decir que funciona cuando se pone cuando se aprieta el timbre que deja abrir los cajones del escritorio. De esta manera Max Emilington tiene grabados en vídeos a todos los que llegan a su despacho para hablar de asuntos de negocios con él o por simples visitas. 
- ¿Tú fuiste uno de los que estuvieron hablando con él? ¡Te has salvado porque ya están todos detenidos! Pero será muy interesante ver cómo le toreaste y le cortaste las dos orejas y el rabo. En sentido metafórcio, Joseph. ¡Jajajajaja!
- Todos estos vídeos serán muy interesantes para que "Míster X" descubra, por fin, todos los chanchullos de negocios ilegales que se trajinaba Emilington con la mafia, los comunistas y los musulmanes, además de "Los Larrys".
- Muy bien, Joseph. ¿Qué hacemos ya nosotros en esta historia? Nuestra misión ha terminado.
- Roger Moore dijo que le esperásemos aquí.
- ¿Aburridos viendo pasar el tiempo?
- ¿Quieres bailar, Diana?
- ¿No sabía que tú fueses un bailongo.
- Y es que no lo soy salvo cuando me da por serlo... que es una vez cada siglo y medio...
- ¡Jajajajaja! ¡Y tengo la enorme fortuna de que me haya tocado a mí!
- Sí. Bailemos para celebrar los dos millones de dólares que "Míster X" va a abonar en tu cuenta por haber solucionado este rompecabezas mortal.
- Espera... esepera Joseph... un millón para ti y un millón para mí era lo acordado...
- Pero es que me he acordado que yo vivo mucho mejor sin dinero y me gusta vivir cada vez mejor.
- ¿De verdad me regalas el millón que te corresponde?
- Bailemos y olvidemos el oro y la plata. Es mejor pensar en esa infancia en donde no existen casi juguetes y hay que desarrollar mucho la imaginación para ser feliz sin tener ninguna clase de abundancia.
- Perdona, Joseph...
- Ni tú ni nadie de tu alta clase social tenéis la culpa. Yo no culpo a nadie porque gracias a ese egoísmo de algunos, y no me refiero a ninguna lucha de clases de las cuales nunca hago caso porque no me interesan para nada las ideologías políticas de ningún color, yo pasé una infancia muy feliz. No la cambio por la de ninguna otra persona.
- Entonces bailemos, Joseph.
 
Sin apenas moverse del mismo sitio, meciéndose más que bailando, se abrazaron y Diana de Still sintió que estaba flotando en las aguas de aquel mar donde el horizonte era Joseph Liore. Éste solamente soñaba.
 
- Que se detengan nuestros relojes y no corra el tiempo, Joseph, que no corra el tiempo...
 
En el Sucré de la Magazine, el capitán Roger Moore y Ginebra Bowrey Martin estaban ya terminando dus dos chocolates junto con los bizcochos que les habían servido en un gran plato.
 
- Se dice que con la barriga llena se canta mucho mejor.
- No le creo, capitán. Un estómago vacío canta mejor. 
- Escuche, señorita Bowrey... estoy intentando saber la verdad... así que no nos andemos por las ramas y nada de chistes en estos momento... 
- ¿Quiere saber mi verdad?
- Eso es. Supongo que tendrá usted alguna verdad que contarme...
- ¿Está insinuando que yo soy una mentirosa?
- Hay mujeres que sólo son mentirosas y hay mujeres que sólo dicen verdades; pero no me tache de machista antes de tiempo porque también entre los hombres sucede lo mismo. No la estoy llamando mentirosa pero encuentro muchas contradicciones en lo que usted habla.
- ¿Cree que mis hechos no corresponden a mis palabras?
- Exacto.
- ¿A qué hechos se está usted refiriendo?
- Eso es lo que intento descubrir.
- Me parece que me está pidiendo que le cuente lo que ha sido de mi vida... hasta el día de hoy...
- Para que ya me ha entendido bien. Comience por el principio.
- Mi padre era un ayatolah de origen marroquí pero residente en Afganistán. Era un fanático de la yihad de Jomeini y se convirtió en líder de talibanes y acérrimo seguidor de Bin Laden. Mi padre era una persona maligna, pero de las malignas de verdad, porque había vendido su alma al Diablo.
- No tiene usted muy bellos recuerdos de su padre...
- Mi padre me odió siempre desde el mismo momento en que nací producto de un amor secreto entre mi madre y un caballero inglés. Mi padre me odió que me maldijo al nacer y dijo que yo era la culpable a pesar de que sólo era una recién nacida. Mi padre me odió siempre tanto que no me quiso poner ni un nombre digno ni los apellidos de él ni de mi madre; así que me bautizó como Sabbor Um-Muk Qahba Qawada.
- ¿Tienen algún significado denigrante esas palabras.
- Son tan fuertes que prefiero no decirlo.
- Ginebra... usted y yo ya somos lo suficientemente adultos como para no asustarnos como niños ante la dura realidad. Dígame qué significan ese nombre y esos apellidos.
- ¡Es muy fuerte, capitán!
- No se proecupe. Yo no se lo voy a contar a nadie.
- Espero que no me llame barriobajera como me llamaban todos los vecinos y vecinas durante mi infancia.
- No voy a llamarla nada.
 
Ginebra Bowrey Martin razonó sibilinamente. Como el capitán Moore parecía muy empático con ella quizás conseguiría tocar tanto su sensibilidad que la dejara salir libre y marcharse a donde ella ya estaba pensando irse.
 
- Supongo que si soy todo lo sincera y honesta que puedo no impedirá que me marche a Canadá como tengo pensando hacer ya desde año y medio.
 
Ginebra volvió a demostrar mucha astucia pero escasa capacidad intelectual o nula inteligencia porque eso puso en alerta los sentidos de Roger.
 
- Justo cuando asesinaron a Bonaventura Facio.
- Sí. Una simple coincidencia nada más.
- Entonces no habrá ningún problema en que me cuente qué significan su nombre y sus apellidos marroquíes puesto que me imagino que usted es marroquí.
- He renegado a ser marroquí y ahora siento y amo profundamente a mi verdadera patria que son los Estados Unidos de Norteamérica.
- Entonces entiendo que debo saber lo que significan para acompañarla en el sentimiento de rechazo a todos los musulmanes del islam
- Sabbor Un-Muk sgnifica "el coño de tu madre", Qahba significa "puta" y Qawada significa "cabrona".
- ¿A tanto llegaba el odio de su padre el "santón" ayatolah?
- Tanto odiaba lo sucedido que a mi madre la mandó enterrar hasta el cuello y a todos los talibanes que se encontraban presentes en su mansión campestre les obligó a apedrearla en la cabeza con verdaderos pedruscos mortales pues uno sólo de ellos, el primero, la mató instantáneamente, pero los espectadores me contaron, teniendo yo ya uso de razón, que la siguieron apredreando decenas y decenas de veces más. ¡Salvajismo! ¡Brutalidad! ¡Eso sólo es salvajismo y brutalidad!
- ¿Y qué fue de su padre natural?
- Como dije antes era inglés. Le apresaron cuando intentaba escapar por la frontera con Pakistán. Lo degollaron vivo y a cámara lenta. ¡Salvajes! ¡Bestias! ¡Eso sólo lo hacen los animales salvajes y las bestias inhumanas! Millones de páginas de terror se pueden escribir sobre los diabólicos adoradores de Alá.
- Luego usted sabe que Alá no es Dios y que Dios no es Alá.
- Lo sé. Mantengo respeto pero lo sé.
- ¿Por qué mantiene usted respeto a una religión que fue tan cruel con su madre marroquí y su padre inglés?
- Lo cortés no quita lo valiente.
- ¿No le parece que está usted continuamente contradiciéndose de vez en cuando?
- Sólo sé que estoy muy nerviosa porque corro peligro de muerte.
- ¿Dónde está ahora su padre el ayatolah?
- En un acto de terrorismo entre musulmanes del islam contra musulmanes del islam una bomba lo destripó por completo.
- ¿En qué fecha exacta sucedió ese ataque?
- El 24 de diciembre del año 2010?
- ¿Cómo se enteró usted de ese ataque terrorista si en esa fecha ningún medio de comunicación dijo nada de eso?
 
Ginebra Bowrey Martin se puso muy nerviosa.
 
- Estoy muy nerviosa. Me pueden matar de un momento a otro.
- Estoy intentando hacer que eso no ocurra pero usted tiene que colaborar con verdades y no con mentiras. 
- Procuro decir toda la verdad que conozco.
- Entonces dígame cómo se enteró de la muerte de ese su padre ayatolah.
- Tengo contactos con gentes afganas.
 
Ginebra Bowrey Martin había cometido otro grave error.
 
- ¿Infiltrados tal vez ente los talibanes?
- Esto... sí... claro... gentes que quieren hacer justicia... 
- Está bien, Ginebra. ¿Cómo entró usted en los Estados Unidos y cómo consiguió más rápido de lo que canta un gallo la nacionalidad norteamericana sabiendo que es casi imposible hasta no llevar muchísimos años residiendo aquí?
- Yo tengo a mi mejor y más querido amigo marroquí en Estados Unidos. Él vino a esta hermosa y bendita nación muchos años antes que yo y huyendo de los talibanes. Él me presentó a su gran amor el abogado Max Emilington y éste tiene tantísimo poder en el Estado de Luisiana que consigue lo que quiere en tan sólo unos pocos meses; menos meses que los dedos de una mano.
- ¿Y puedo saber cuál es el nombre de su amigo marroquí en Estados Unidos?
- ¡Imposible! ¡Ama tanto a los Estados Unidos que defiende a muerte a esta nación y por eso está amenazado de muerte por los yihadista del Estado Islámico! ¡Si yo digo cómo se llama lo matan de inmediato!
- ¿Y está usted segura de que es su mejor amigo en los Estados Unidos?
 
Ginebra volvió a demostrar tener muy escasa inteligencia y largó algo que puso en aviso a Roger Moore.
 
- No sólo le quiero sino que le amo. Profundamente le quiero y profundamente le amo.
- ¿Pero no es usted la amante de Max Emilington?
- Es que mi amante Max Emilington no sabe que tengo también un amante marroquí.
- O sea que Max Emilington le pone los cuernos a su esposa con usted y usted le pone los cuernos a Emilington con su querido y amado marroquí que daría su vida por defender a los Estados Unidos de Norteamérica.
- Eso es. Como resumen de todo lo hablado es perfecto. Y teniendo en cuenta lo celoso que es Max Emilington, si se entera de mi lío con el marroquí nos mata a los dos. 
 
Ya descubierta del todo, el capitán Roger Moore no pudo evitar ser sincero con aquella ignorante ramera que amaba tanto a un asesino paleto con boina...
 
- ¡La han traicionado del todo, Sabbor Um-Muk Qahba Qawada! ¡Ya sabemos todos los policías de Nueva Orleans que usted es la cabeza pensante de la Serie 1-2-3 musulmana del islam que querían cometer algo tan grave como para desencadenar la Tercera Guerra Mundial!
 
La marroquí antinorteamericana tembló de la cabeza a los pies antes de proferir el insulto.
 
- ¿Quién ha sido el hijo de puta que me ha traicionado?
- Nada más y nada menos que su querido, amado y adorado paleto, tal como llama a esta clase de ignorantes, mi gran amigo Joseph Liore, Mohamed Mamónides Farruko.
- ¡Cabrón!
- Siento decirle que tendrá todos los años de su vida, hasta que la muerte la separe de esta Tierra, para insultar todo lo que desee al mundo entero, Sabbor...
- ¡Qué amargo sabor es sentir la derrota!
- Ya... pero ahora quiero que sepa que no está hablando con un niñato inocente... porque ni soy niñato ni mucho menos un santo...
- ¿Qué quiere decir con eso?
- Que usted era la cabeza pensante del trío Gitrono-Catrono-Fatrono pero no era la que daba las órdenes de matar a quiénes mataban.
 
Otra vez la marroquí no supo qué responder...
 
- Yo siempre he creído que era Max Emilington.
- ¿Max Emilington haciendo declaraciones en público para hacer apología del terrorismo? ¡No me lo creo! ¡Es un imbécil pero no un gilipollas!
- Entonces no sé quién puede ser.
- Está bien. Creo que usted sólo hacía la labor de cabeza visible para, con su belleza aunque poco inteligente por cierto, captar tipos desgraciados para la Causa del yihadismo.
- Si tengo que decir la verdad esa es la verdad.
- Pues lo siento pero tengo que llamar a una patrulla de mis hombres para que vaya usted a solucionar sus problemas amorosos y sexuales con su querido Max Emilington y su amado Mohamed Mamónides que le están esperando con los brazos abiertos. Quizás Dios, ese Dios cristiano a quien tanto odian ustedes los musulmanes del islam y los gilipuertas que caen en sus redes como pardillos, ya que son solamente unos pardillos además de gilipuertas, le tenga compasión para que pase muchísimo años en la cárcel hasta que se muera decidiendo, al final, y antes de irse a los infiernos, si era Emilington el mejor amante o el mejor amante era Mamónides.
 
El capitán Roger Moore hizo una llamada por su móvil y en cuestión de segundos cuatro de sus hombres policías atraparon a la bella Ginebra. 
 
- Llévenla con todos los demás mientras yo acudo en ayuda de Diana de Still y Joseph Liore por si se han metido en algún peligro insalvable.
 
Y, efectivamente, Diana y Joseph estaban metidos en el peligro insalvable de estar enamorándose mutuamente mientras bailaban.
 
- ¡Vaya con la parejita! ¡Yo pensé que estaban solucionando algo importante y mira por dónde se han pasado un buen rato a sentirse en el Paraíso!
 
Joseph se separó lentamente de Diana... 
 
- ¿Si usted cree que no hemos solucionado nada importante por qué no descubre todo lo que hay en todo ese montón de materiales que hemos dejado sobre la mesa y por los cuales "Mïster X" va a desembolsar dos millones de dólares en la cuenta bancaria de Diana de Still?
- ¡Ostias! ¡Vaya tesoro! ¡Con esto tenemos ya todo el caso resuelto!
- ¿Es verdad, Joseph?
- Es verdad, Diana. Ya no tenemos nada más que hacer salvo celebrarlo como te prometí. 
- ¿Y cómo vamos a celebrarlo?
- Cuando nuestro amable Santín... digo Santo... tenga la amabilidad de dejar ya de intentar ligar contigo... y nos lleve hasta mi "escarabajo"... te invito a un buen champán en el karaoke "The Cats Meow" de la Bourbon 701; que en español significa "El maullido de los gatos"
- ¡Guauuuuuuuu!
- Dije gatos pero no perros, Diana. 
- ¡Jajajajaja! Supongo que los gatos no se ofenderán por tan poca cosa.
- Peor sería si los hubieses confundido con burros.
- ¡Jajajajaja! ¿Burros con boina?
- ¡Jajajajaja! ¡Me gusta verte reír Diana! 
- ¿Qué pasa con mi risa, Joseph?
-  Que me sirve para ensanchar las ganas de ser, de existir y de vivir.
- ¿Algo más, genio incomprendido?
-  Reír consiste en estar lo suficientemente vivo como para no cruzar los semáforos en rojo.
- ¡Jajajajaja! ¡Te entiendo, Joseph! ¡Estoy cada vez más dentro de ti y lo difícil es salir aunque yo de momento ni tan siquiera lo intento! 
- Intentarlo puede conducirte a la libertad. 
- Pero prefiero la liberación absoluta antes que la libertad relativa.
- Me parece que me has comprendido. 
 
 
 
 
 
 
 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Novela

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Narrativa.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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