Job (Teatro Cristiano)
Publicado en Jun 13, 2017
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Job (Teatro Cristiano)
 
ACTO PRIMERO
ESCENARIO.- Oficina de negocios de Job. Se encuentra Job leyendo el libro de su contabilidad.
 
Job (hablando a media voz).- Mis negocios van mucho mejor de lo que yo creía cuando comencé con ellos; tengo una bella y fiel esposa que me ha dado 7 hijoS y 3 hijas con lo que mi descendencia está asegurada por los tiempos de los tiempos; tengo numerosos amigos y criados que me sirven con todo gusto, así que no me falta de nada para ser feliz y por supuesto que soy feliz gracias a Yahveh.
 
Se queda, por un instante, mirando al calendario y vuelve a hablar en voz baja.
 
Job.- Interesante. Estamos en plena fiesta de Simjat, la Alegría personificada de todos los hebreos  de bien. Símbolo de la eternidad. Habrá bailes y canciones durante toda la noche y yo volveré a sentirme novio y bailaré con mi esposa como el prímer día en que la confesé mi amor. ¿Y qué mayor alegría que ver, mientras bailo con ella, a los niños con banderas y estandartes haciendo que el viento los mueva para decirnos que somo viajeros felices en estas horas de placer? Somos como palomas blancas de la paz y en mi ánimo gozan los dias de la alegría sin fin. 
 
Job se siente tan lleno de plenitud vital que entona una canción.
 
- Gracias Señor, por este día. ¡ Qué bello amanecer, qué hermoso es tu sol! Gracias Señor, por la alegría de otra vez poder ver y sentir el amor. Gracias por todas las cosas, espinas y rosas, todo es tu creación. Gracias por quererme tanto. Por la voz y el canto, y por la distinción de poderte elevar mi canción, Gracias, Gracias. Gracias por la luz de las estrellas, por poder girar con ellas y parte de un todo ser. Gracias por días tristes días felices, porque ahora hay cicatrices, en mis heridas de ayer. Y lo más maravilloso conocer,  Señor tu amor, tu poder.  Gracias Señor, porque cuando yo te pedía de todo para disfrutar la vida, tú decidiste darme vida para disfrutar de todo. Gracias Señor, Gracias. Gracias por todas las cosas, espinas y rosas, todo es tu creación. Gracias por quererme tanto, por la voz y el canto, y por la distinción de poderte elevar mi canción, Gracias, Gracias. Gracias por el agua del sediento,  por la lluvia, por el viento, y por la sombra del ciprés.  Gracias porque mi talón de Aquiles, por las risas infantiles, y la paz de la vejez. Por los niños, por la paz de la vejez. Gracias Señor, otra vez, Gracias Señor, otra vez. 
 
Entra en esos momentos un mensajero de Job llamado Miguel completamente agotado.
 
MIguel.- ¡Gran señor Job! ¡Gran señor Job!
 
Job (levantando la vista de los libros de contabilidad).- ¿Puedo saber qué te sucede? Parece como que has visto al mismísimo Satanás.
 
Miguel.- Mucho peor que eso, amo y señor.
 
Job.- ¡Necesitas vino para tomar neuvas fuerzas!
 
Miguel.- ¡Vino no, por favor, vino no! ¡No es día para celebrar nada!
 
Job (un poco más interesado).- ¿Qué ha sucedido en el día de hoy?
 
Miguel.-  Todos sus hijos y todas sus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa del hermano mayor. Los bueyes estaban arando y las asnas paciendo junto a ellos. Los sabeos atacaron y se los llevaron. También mataron a  filo de espada; sólo yo escapé para contártelo.
 
Job (mostrando una inexplicable serenidad).- ¡Alabado sea Yahveh! ¡Con esta desgracia me libraré por fin de los envidiosos! La envidia se produce como consecuencia de dos tendencias que llevan al envidioso a desear lo que no tiene y a compararse con los demás. La naturaleza destructiva de la envidia, que permite diferenciarla de la envidia sana, se refleja en que la primera origina malestar emocional, sentimiento que en lugar de ayudar a superarla dificulta tremendamente esa superación. Doy gracias a Dios de que ya no habrá más envidiosos a mi alrededor. Ya no tendré yo la culpa de que existan.
 
Mientras estaba Job hablando, vino otro mensajero llamado Daniel completamente exhausto. 
 
Daniel.- ¡Qué gran desgracia ha acontecido en el día de hoy, mi gran señor Job, qué gran desgracia!
 
Job (sigue estando sereno).- ¿La segunda desgracia de día o la segunda preocupación menos?
 
Daniel.- ¿No os amilana saber lo que ha sucedido?
 
Job.- Cuenta para poder saberlo.
 
Daniel.- Fuego de Dios cayó del cielo y quemó las ovejas y a los criados y los consumió; sólo yo escapé para contártelo.
 
Job (mosrtrando una inexplicable serenidad).- ¡Alabado sea Yahveh! ¡Con esta desgracia me libraré por fin de los envidiosos! La envidia se produce como consecuencia de dos tendencias que llevan al envidioso a desear lo que no tiene y a compararse con los demás. La naturaleza destructiva de la envidia, que permite diferenciarla de la envidia sana, se refleja en que la primera origina malestar emocional, sentimiento que en lugar de ayudar a superarla dificulta tremendamente esa superación. Doy gracias a Dios de que ya no habrá más envidiosos a mi alrededor. Ya no tendré yo la culpa de que existan.
 
Mientras Job estaba hablando, vino otro mensajero llamado Jeremías agotado del todo.
 
Jeremías.- ¡Hoy es un día que no debía de haber amanecido jamás, gran señor Job! ¡La desgracia ha sido enorme!
 
Job (sigue estando tranquilo).- ¿Un mal día para mí o un buen día para mis enemigos?
 
Jeremías.- ¿Cómo es posible que no sintáis al menos curiosidad por saber lo sucedido?
 
Job.- Siento curiosidad pero la curiosidad no es causa alguna para evitar que yo adore a Yahveh por todas las bendiciones y riquezas que de él he recibido.
 
Jeremías.- ¡Es que lo que tengo que contaros es una patética tragedia!
 
Job.- ¿Cómo cuánto de patético ha sido?
 
Jeremías.- ¡Os veo demasiado sereno para lo que tengo que contaros y sabed que son palabras verdaderas porque he sido testigo directo de lo sucedido!
 
Job.- La asimetría de las palabras tiene estas curiosas hipérboles. Cuando pensamos decir “te quiero” sólo se nos ocurre decir “adiós”. Los amores pasan por nuestro lado opuesto. Miramos a la derecha para decir “me gustas” y, repentinamente, miramos a la izquerda con un “hasta mañana”. Nos sentenciamos a nosotros mismos. Es como si estuviéramos un poco incivilizados a la hora de transmitir el verdadero mensaje. Cuenta ya lo que debes contar y descansa, Jeremías, pues te noto a punto de estallar. 
 
Jeremías.- Y es que el asunto es para estallar por culpa del terror.
 
Job.- ¿Qué ha sido?
 
Jeremías.- ¡Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa de su hermano mayor, y he aquí, vino un gran viento del otro lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, y ésta cayó sobre los jóvenes y murieron; sólo yo escapé para contártelo!  
 
Job (mosrtrando una inexplicable serenidad).- ¡Alabado sea Yahveh! ¡Con esta desgracia me libraré por fin de los envidiosos! La envidia se produce como consecuencia de dos tendencias que llevan al envidioso a desear lo que no tiene y a compararse con los demás. La naturaleza destructiva de la envidia, que permite diferenciarla de la envidia sana, se refleja en que la primera origina malestar emocional, sentimiento que en lugar de ayudar a superarla dificulta tremendamente esa superación. Doy gracias a Dios de que ya no habrá más envidiosos a mi alrededor. Ya no tendré yo la culpa de que existan. 
 
Miguel.- ¿Y qué hacemos ahora, gran señor Job?
 
Job.- Agradecer a Jahveh de que, a pesar de tantas desgracias, nosotros seguimos vivos.
 
Daniel.- ¿Solamente eso?
 
Job.- ¿Qué podemos hacer sino seguir viviendo con la fe de que todavía hay muchos años por vivir?
 
Jeremías.- Mejor te dejamos a solas con tu Dios. Nosotros no sabemos nada más que nos hemos quedado sin trabajo.
 
Job.- ¡Buen motivo para que podáis descansar en paz pues lo habéis merecido!
 
Los tres criados y emnsajeros de Job se marcha rápidamente creyend que Job ha enloquecidoy cuando Job queda completamente se levanta de su silló, rasga su manto, se rasura la cabeza, y postrándose en tierra, adora a Jahveh.
 
Job.- Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor me dio y el Señor me quitó; bendito sea el nombre del Señor.
 
SE BAJA EL TELÓN
FIN DEL PRIMER ACTO. 
 
 
ACTO SEGUNDO
ESCENARIO.- En el centro está Job sentado sobre ceniza. A su derecha, en medio de una neblia como de nube azul, se encuentran Dios Padre y Satanás. A su izquierda, completamente airada, la mujer de Job llamada Dina mirándole con asco, tal como se mira a un pordiosero.  
 
Yahveh.- ¿De dónde vienes, Satanás?
 
Satanás.- De rodear la tierra y de andar por ella.
 
Yahveh.- ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa?
 
Satanás.- Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano. y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.
 
Yahveh.- He aquí a Job. Te lo dejo en tus manos pero te prohibo por completo que le quites la vida. Toca todo lo que quieras de su cuerpo pero repeta su vida. ¡Es la orden de un Ser Superior!
 
Satanás (temblando de miedo).- Esto... está bien... acepto el reto... tocaré su cuerpo pero jamás le quitaré la vida...
 
Yahveh.- No porque no lo estés deseando sino porque yo te lo prohíbo. La apuesta es saber si me aborrece o no me aborrece cuando tú toques su cuerpo.
 
Satanás salió de la nube azulada y tocó a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.
 
Job.- Dina, por favor, acércame un tiesto para rascarme con él.
 
Dina (acercándole el tiesto con asco).- ¿Y sigues todavía pensando que Yahveh te ama?
 
Job.- Yahveh sólo ama lo que Él desea amar.
 
Dina.- ¿Y no es eso ser egoísta?
 
Job.- Pregúntate a ti misma antes de acusar a Yahveh.  Yo te quise como se quiere sólo una vez en la vida
 
Dina.-  Por supuesto que me quisiste. Con egoísmo.
 
Job – Sólo me mostré cual era. Todo el amor estaba en mi y te lo dí todo para tu bien.
 
Dina.- Pero te olvidaste de mí al preferir el amor de un Dios que ya no estaba en mí.
 
Job.- Lo siento pero mi primer mandamiento es amarás a Dios Yahveh por encima de todas las personas y de todas las cosas de este mundo.
 
Dina.- Lo siento, pero me has decepcionado.
 
Job.- Ya no lo sientas más. Te has quedado liberada. Vete con otro que pueda darte todo lo que deseas porque jamás te sacias de poseer.
 
Dina.- No esto liberada. Lo que estoy es hundida por culpa de ti y de tu Dios del cual reniego por ser tan cruel conmigo.
 
Job.- ¿Acaso no gozas de salud y de inteligencia para volver a empezar con quien te de más de lo que yo te di? 
 
Dina.- No sé si podré encontrar sobre la superficie de la tierra a alguien que me quiera ofrecer ni la décima parte de lo que me entregabas tü.
 
Job.- Entonces tendrás que vivir en lo subterráneo por ver si en las tinieblas encuentras no solamente a uno sino a millones mejores que yo. 
 
Dina (ansiando con gran vehemencia).- ¡Nos queda una oportunidad, Job! ¡Roguemos a Satanás que es mucho más poderoso que todos los hombres más ricos de la tierra juntos!
 
Job.- ¿Una oportunidad para ser esclavos de Satanás? ¡Jamás!
 
Dina.- ¿Aún retienes tu integridad?
 
Job (mostrando una inexplicable serenidad).- ¡Alabado sea Yahveh! ¡Con esta desgracia me libraré por fin de los envidiosos! La envidia se produce como consecuencia de dos tendencias que llevan al envidioso a desear lo que no tiene y a compararse con los demás. La naturaleza destructiva de la envidia, que permite diferenciarla de la envidia sana, se refleja en que la primera origina malestar emocional, sentimiento que en lugar de ayudar a superarla dificulta tremendamente esa superación. Doy gracias a Dios de que ya no habrá más envidiosos a mi alrededor. Ya no tendré yo la culpa de que existan.
 
Dina (muy enfurecida).- ¡Maldice a Dios y muérete!
 
Job.- Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado.
 
Dina (sin poderlo comprender).- ¿Es que a pesar de todo sigues siendo feliz?
 
Job.- Ni la misma Muerte podrá hacer que yo deje de honrar al Dios Altísimo que todo me lo dio y que todo me lo quitó salvo la alegría de ser feliz. Ya no tengo enemigos. Ahora puedo gozar de la vida sin tener que soportar nunca jamás la envidia. Y todo eso gracias a mi Dios Yahveh, Rey de Reyes y Señor de Señores que todo lo puede y a quien naide le ama salvo los que sabemos lo que es el Amor.
 
Dina.- ¿Amor es haberlo perdido todo y estar apestado de sarna?
 
Job.- Amor es saber querer por encima de todas las circusntancias pero tú ni tan siquiera te puedes imaginar lo que quiere decir la palabra Amor; pues si lo supieras estarías a mi lado bendiciendo a ese Dios que hizo que me conocieras y salieses de la pobreza para saber lo que era tenerlo todo. Si tanto te gustaba el lujo es que sólo me amabas por el lujo. Eso es lo que se aprende con mi Dios. 
 
Aparecen en el escenario los tres verdaderos amigos de Job de entre los miles y miles que antes tuvo y que demostraron no serlo nada más que por interés. Eran Elifaz, Bildad y Zofar. 
 
Elifaz.- ¡Job! ¡Estamos contigo! ¡Si tú sufres nosotros sufrimos por ti!
 
Job.- Gracias, Elifaz; pero no es sufrimiento lo que tengo al comprobar que eres una amsitad verdadera. 
 
Bildad.- ¡Job! ¡Yo tampoco te abandonaré ahora que eres tú quien nos necesitas y no nosotros a ti! ¡Si te duele yo me doleré contigo!
 
Job.- Gracias, Bildad, pero no es dolor lo que tengo al comprobar que eres una amistad verdadera.
 
Zofar.- ¡Job! ¡Estoy contigo antes, ahora y después! ¡Si sientes soledad yo la sentiré contigo!
 
Job.- Gracias, Zohar, pero no es soledad lo que siento al saber que eres una amistad verdadera.
 
Dina (con ira).- ¿Prefieres la amistad antes que tener de todo?
 
Job.- Escucha lo que tengo que decirte, Dina, y después márchate ya de mi lado porque tu falsedad no la necesito. Tener un amigo verdadero es una fortuna; tener dos amigos verdadros es un tesoro; y tener tres amigos verdaderos es un milagro.
 
Dina no puede soportarlo más y se marcha dando un portazo al salir.
 
Job.- El odio siempre responde de esa manera. 
 
SE BAJA EL TELÓN
FIN DEL SEGUNDO ACTO.
 
ACTO TERCERO
ESCENARIO.- Habitació privada de Job. Éste se encuentra arrodillado en el suelo y cantando alabanzas a Dios.
 
Job (cantando).- Estoy aquí Señor pidiendo tu perdón y que tú me ayudes hoy, quiero sentir tu poder. Estoy aquí Señor para implorarte oh Dios que tú me ayudes hoy, quiero sentir tu poder. Y quiero yo sentir y quiero yo llorar. Que mi oración llegue a ti. Tómame en tus brazos Dios y llena mi corazón. Y quiero yo sentir y quiero yo llorar. Que mi oració llegue a Ti, a tus atrios mi Señor. Llena mi corazón.
 
Se escucha un estruondo, seguido de la Voz de Dios.
 
Voz de Dios.- ¿En verdad crees que yo te amo, Job?
 
Job (cantando).- Cuando estoy contigo no me importa nada, sólo tu cariño, sólo tus palabras. Cuando estoy contigo se cambia mi vida a un mundo divino, lleno de alegrías. Cuando estoy contigo no me importa nada, sólo tu cariño, sólo tus palabras.... 
 
Voz de Dios.- Mis palabras quedan más allá de las distancias si hay un corazón que las recibe.
 
Job.-  He mirado a los ojos de millones de hombres y mujeres y he visto a dios así, en minúscula porque es un dios derivado de la palabra día. Le he visto alegre y triste, interesado e indiferente, interrogativo o afirmativo, plácido y airado. He mirado a los ojos de millones de seres humanos y he visto a dios, derivado de la palabra día, en cada uno de ellos. O quizás no sea un solo dios minúsculo sino millones de minúsculos dioses diferentes porque… ¿hay un sólo dios minúsculo para cada día de la Humanidad o en cada día de esa misma Humanidad existen millones de dioses minúsculos diferentes?.
 
Voz de Dios.- ¿Qué has oído hablar de mí?
 
Job.- He oído hablar a millones de hombres y mujeres y en todos ellos y ellas he oído hablar a dios, en minúscula; un dios derivado de la palabra día hablando de la misma causa… o millones de dioses minúsculos diarios hablando de causas diferentes. Quizás da lo mismo. El suceso relevante es que he oído hablar a millones de seres humanos. Y en todos los casos sus palabras han sido las palabras de un dios minúsculo verdadero o falso, sincero o hipócrita, realista o imaginario, a veces trágico, a veces cómico… pero siempre dramático y crucial, transigente, intransigente, duro, blando… porque quizás hay millones de dioses diarios que hablan con una misma palabra o con millones de palabras diferentes.
 
Voz de Dios.- ¿Qué has sentido muchas veces en tu vida?
 
Job.- He tocado las manos de millones de hombres y millones de mujeres y siempre he podido notar que he tocado las manos de un dios diario y en minúscula o millones de dioses diarios diferentes. A veces tersos, dúctiles, sensibles… a veces rugosos, ásperos, insensibles… pero que me han transmitido, invariablemente, amistad, aprecio, cordialidad, acompañamineto, seguridad y otras veces rechazo, alejamiento, inseguridad… porque cada día los dioses minúsculos o cada variante de un solo dios en minúscula posee su propio tacto.
 
Voz de Dios.- ¿Y qué recuerdas de haber olido y haber saboreado?
 
Job.- He olido millones de perfumes de pequeños dioses minúsculos diarios, derivados de la palabra día, envueltos en millones de aromas diferentes o en un solo aroma con millones de variantes. Los he percibido a veces fragantes y frescos… y a veces pútridos o infectados. Lo mismo me ha pasado con el gusto. He besado a millones de seres humanos, hombres y mujeres, y he sentido a veces a un solo dios minúsculo salubre, sensitivo, sustancial… y a veces a un solo dios minúsculo insustancial, insensible, insalubre… o quizás hayan sido millones de pequeños dioses minúsculos y diferentes o, tal vez, millones de variantes de un solo dios derivado de la palabra día.
 
Voz de Dios.- ¿Me has visto a mí dicéndote adiós?
 
Job.- He visto a un Dios diciendo adiós cuando he querido conocerlo. ¿Adiós o a Dios?. No. Nunca ningún adiós a Dios. Ahora ya he comprendido la respuesta definitiva. Sé que nunca me has dicho adiós porque siempre has estado junto a mí y por eso te doy las gracias, mi Señor Yahveh. 
 
Suena el estruendo de una trompeta y entra en escena el Arcángel Rafael.
 
Rafael (acercándose lentamente hacia Job que sigue arroidllado).- Vengo de parte del Señor para hacerte saber buenas noticias.
 
Job.- Yo sólo soy un siervo de Dios.
 
Rafael.- Tengo que decirte que tú has derrotado a Satanás y Satanás ya no tiene ningún poder sobre ti. Venciste por Fe y por Fe serás recompensado.
 
Job.- No soy digno de tanta grandeza.
 
Rafael coloca su mano derecha sobre la cabeza del arrodillado Job.
 
Rafael.- Bendito seas, Job, por tu enorme fidelidad. Con tu fe ha destruido a Satanás y todos sus diablos. Vengo a anunciarte que antes de que tengas tu recompensa en el Cielo tendrás tu recompensa en la Tierra. Recibe la Gracia de Dios en pie, Job, porque ya nunca jamás tendrás que arrodillarte para ser bendecido por Yahveh. ¡La sarna ha desparecido de todo tu cuerpo!
 
Job (en pie y viendo que ya no tiene ningune clase de sarna ni de cualquier signo de enfermedad alguna).- Recibo lo que Yahveh quiera darme y no recibo lo que Yaveh no quiera darme.
 
Rafael.- En el nombre del Dios Altísimo he de confirmarte que serás más de lo que eras antes de ser tentado por Satanás. Por haberle aplastado y destruido tendrás catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas.
 
Job.- Recibo lo que Yahveh quiera darme y no recibo lo que Yahveh no quiera darme.
 
Rafael.- Tendrás siete hijos y tres hijas y estas tres hijas serán las más hermosas mujeres de todas las tierras. 
 
Job.- ¿Cómo puede ser eso posible si mi esposa ya no está conmigo y Dios aborrece el divorcio?
 
Rafael.- A pesar de su desagrado, Dina nunca te engañó jamás con ningún otro hombre, así que no hay razón de divorcio alguno. Tanta ha sido tu fe en el Dios Altísimo que transformaste por completo a tu esposa. Dina es ahora mucho más bella y mucho más joven de lo que fue. No te asustes cuando la veas tan cambiada porque es la misma Dina pero transformada en verdadera hija de Dios. Ella te ama como jamás mujer alguna puede amarte. Recíbela en tu casa y tendrás toda tu nueva descendencia con tu nueva Dina. La misma pero distinta. La misma pero diferente. La misma pero santa. Y vivirás, junto a con ella, ciento cuarenta años y veréis a vuestros hijos, y a los hijos de vuestros hijos, hasta la cuarta generación.
 
Diciendo esto, el Arcángel Rafael sale de la escena y queda de nuevo Job a solas.
 
Job (cantando).- ¡Haz de mi un vaso nuevo, oh Dios, donde otros puedan beber; beber de tu agua viva, agua que quita la sed!
 
SE BAJA EL TELÓN
FIN 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Entremés teatral cristiano

Palabras Clave: Literatura Prosa Teatro Entremés Narrativa Cultura Conocimiento Instrucciones Fe Cristianismo.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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José Orero De Julián

Y sólo a través de Jesucristo se puede llegar hasta el Dios Padre.
Responder
June 14, 2017
 

José Orero De Julián

Jesucristo es el Camino, Jesucristo es la Verdad y Jesucristo es la Vida.
Responder
June 14, 2017
 

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