Un vacío existencial (Reflexiones)
Publicado en Jun 24, 2017
Mudamos los años dejando a los aficionados al alcohol que envejezcan con sus apuestas diarias de motivaciones que siempre concluyen en una tragedia escoltada por la imposibilidad de alcanzar el estado de gracia. Muchos sigen pensando que un borracho es un ser simpático y agradable hasta que, de repente, todo se vuelve broncas y aburrimiento; y todo aquello que se pensaba que era festivo se convierte en infinita pesadez. Soportar este peso diciendo que todos los asuntos del alcohólico poseen emoción es ser un masoquista puesto que no hay mayor "peso pesado" que el alcohólico en estado de desgracia. Y todo el mito de su simpatía se viene abajo y se desploma la teoría cuando el borracho se convierte en un ser insoportable. ¿Quiénes desean terminar el día tendido en medio de la acera y viendo pasar a las ratas por tu alrededor? El mito de la simpatía del alcoholizado se viene al suelo y la realidad nos muestra el verdadero rostro de la moneda: una cruz de incontrolados nervios y una ofuscación mental que ya nadie quiere como compañía desapareciendo las risas; porque las risas del borracho solamente son los gritos de la condena de estar cayendo en el abismo.
La cuenta atrás cruza el límite y se entra en el vértigo de la caída; en el desplome absoluto de la personalidad donde las ilusiones de alegría siempre acaban por ser ejemplos de la decepción. Nuestra primera impresión ha cambiado rotundamente y ahora, una vez que el alcohólico nos desvela sus carencias de carácter y se convierte en espantapájaros de la realidad, cambiamos nuestra mirada y preferimos observar el lado afectivo y efectivo de nuestros sentidos; porque perder el equilibrio de nuestra personalidad sólo conduce al derrumbe de la impotente mirada hacia el vacío. ¿Os habéis fijado bien en esa clase de mirada que se les presenta a los borrachos cuando se derrumba todo el mito de sus "graciosas majestades"? Es una mirada sin sentido alguno y entonces la falsa honradez de lo que dice se demuestra que es la cerradura de su personalidad; la que le convierte en el títere del cual todos terminan huyendo. Un trampolín para dar el salto hacia el vacío de la inexistencia. Cualquier borracho es, en verdad, esa clase de vacío. ¿Tiene gracia ser una inexistencia? Yo creo que no. No la tiene bajo ningún punto de vista desde la que se le mire. El hombre que ha bebido más allá del límite de la simpatía se vuelve animal tosco, puños de hierro lanzando golpes al aire porque sólo ve fantasmas y se convierte siempre en una narración de violencia ambientada en ese amar a las estulticias. Un misterioso proceder que sólo tiene una explicación cuando llega la sorpresa de que lo que creíamos que era gracioso solo es, en realidad, un acabar siendo el fatídico fantoche que estalla por dentro y se derrumba en medio de la nada. Y es que el borracho solamente es una nada y la nada, debéis saberlo bien, no produce alegría alguna.
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José Orero De Julián