Un paseo triunfal (Diario)
Publicado en Jun 25, 2017
Mi examen de Ingreso al Bachillerato, en el Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid, fue un paseo triunfal. Yo era de la Enseñanza Libre y llegaba del Colegio Lope de Rueda madrileño. Tenía 9 años de edad y dejé a los del tribunal con la boca abierta. No perdí los nervios ante aquella "prueba de fuego" en la cual caían muchos derrotados por las circunstancias. Pero ni tan siquiera Urízar Azpitarte lo podría hacer mejor. Algunos se preguntarán qué tiene que ver Urízar Azpitarte con mi examen de Ingreso al Bachillerato en el Instituto de los niños pijos de Serrano. Pues sí tiene que ver porque yo era "el árbitro de la elegancia" en cuanto a la oratoria se refiere. Y todos deben saber que Urízar Azpitarte ha sido árbitro de fútbol. O sea que "de tal afición tal sensación". Aquel paseo triunfal fue sensacional y en casa me premiaron con unas vacaciones "campestres" que me hicieron contactar con la Madre Naturaleza. Saqué provecho de los melocotones, los higos y alguna que otra ciruela. Todo menos recibir calabazas. Y como en cuestiones de supervivencia ya era un alumno aventajado me bajé del estrado con un aplauso general que bullía en el interior de mi mente. Había comenzado con mi aureola de vencedor. Un vencedor silencioso que, a la hora de cantar las cuarenta, no me cortaba nada más que lo necesario para pasar por "chico bueno". En la trastienda de mis pensamientos yo jugaba con la p¡óxima temporada de los futboleros y el buen hacer de Bahamontes. Era cuando Julián Berrendero ya había dejado el deporte de las dos ruedas y mis sueños escalaban posiciones en el ranking de la clasificación general de los chavales listos. Fue un paseo triunfal y ya estaba listo para aprender quién era, en verdad, aquel Lope de Rueda del entremés de "Las aceitunas". Fue a partir de entonces cuando las aceitunas pasaron a ser uno de mis aperitivos favoritos. Con hueso o sin hueso las aceitunas pasaron a formar parte de mi "dieta voraz". Y es que me las comía de dos en dos o de tres en tres lo mismo que el Lazarillo de Tormes se comía las uvas del ciego. También. También los racimos de uvas de Valverde entraron a formar parte de mis meriendas. Y todo gracias a aquel paseo triunfal por las aulas del Ramiro de Maeztu de los pijos de Serrano. Por eso el jamón serrano nunca ha dejado de ser otro de mis "bocatas" especiales. Así fue cómo entré en el Bachillerato como los toreros triunfadores de Las Ventas. Salí por la puerta grande a hombros de mis musas que eran muchas y muy bien alimentadas por mi imaginación. Hasta Talía formó parte de ellas. Pero de eso prefiero escribir en otro momento de mi vida porque ahora sólo tengo 9 años de edad nada más.
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