Dcada Prodigiosa (Relato) -2-
Publicado en Jun 27, 2017
Después de haber vomitado toda la cena, Servandín encendió el fuego de la chimenea con leña recogida por él mismo en los montes de la Sierra de Espumadera, y armó una fogata tan flamígera que llamó la atención de todos sus vecinos quienes supusieron que, en uno de sus ya tan famosos ataques de locura transitoria, le había dado por intentar quemar su vivienda. A todo aquel asunto de los huesos calcinados y el cinturón de púas, se le había añadido lo de que era sifilítico. ¿Podría un ser humano, tan débil de caráctery tan paleto, aguantar tanta clase de calamidades sin llevar a cabo una locura de tal calibre como para salir en la portada del diario "El Cabás" y pasar a la Historia de Molinares como un ser excepcional? Todo eso es lo que pensaban los vecinos y las vecinas de Servandín antes de llamar o no llamar al Cuerpo de Bomberos de la localidad. En el cielo se reflejaba una especie de llamarada incandescente. ¿Era producto de la chimenea de Servandín o solamente una alucinación colectiva debido a las múltiples historias para no dormir que comanzaban a propalarse de boca en boca por todo Molinares?
Paco, conocido como "El Caracoles", fue el primero que lanzó una propuesta para ser estudiada por todos y por todas. Suponiendo que Servandín debía estar sufriendo uno de sus clásicos ataques de locura transitoria era mejor entrar en su vivienda y forzarle a apagar el fuego aunque fuese a costa de darle un par de bofetadas. La propuesta de Paco "El Caracoles" fue muy debatida por todos y todas pero Clementina, la hija fea y solterona de Macario "El Macanas", que se creía que era líder y carismática aunque estaba lejísimos de serlo, siempre tan compasiva con los mundos ajenos en los que se entrometía sin que nadie le dira permiso alguno, rogó a todos y a todas que dejaran en paz a Servandín hasta ver si salía fuego por las ventanas o solamente el asunto consistía en toda aquella humareda que ya estaba cegando la vista de todos y de todas. Pero "El Caracoles", íntimo amigo del cura Neme "El de La Peineta", propuso que lo mejor era acercarse lentamente hacia el hogar de Servandín y lanzar piedras contra los cristales de todas las ventanas hasta conseguir que éste reaccionase de alguna manera además de acordarse de las madres de todos y de todas. Y es que Paco "El caracoles" que era hijo del gitano Manolo "Candelas" y la paya Rosaura Cifuentes, ni era monárquico ni era republicano pues siempre resolvía todos sus problemas por lo tremendo y para él la única posibilidad era solucionar el conflicto de Servandín usando una manera completamente efectiva. Aquello de apedrear todas las ventanas del chalet de Servandín no lo aprobó ni mucho ni poco el cura Nemesio quien, ya un poco borracho por tanto beber mistelas tras mistelas, contó un par de chistes un poco "verdes" y subidos de tono que hizo que todos y todas rompieran a reírse hasta de sus propias sombras. Todos y todas excepto un extranjero apodado "El Obisidiano", tan extraño que nadie conocía su nombre, nadie conocía sus apellidos, nadie conocía su país de nacimiento y nadie conocía cuáles eran los motivos para que viniese a residir a un lugar tan apartado del resto del mundo civilizado. Lo más interesante de "El Obsidiano" eran las visibles cicatrices que tenía en su mejilla derecha y de las cuales todos y todas relataban su propia leyenda personal; entre otras existía la de haber sido producidas por su lucha a pecho descubierto contra un par de leones en tierras zulús; la de haber sido consecuencia de los castigos sufridos por los indios toltecas por haber querido meter mano a la esposa de un cacique; y la de haber sido la consecuencia fatal de un ataque de mujeres furiosas por haber menospreciado a algunas de ellas llamándolas gallinas de gallinero en su extraño y desconocido país de origen. ¿Era "El Obsidiano" un machista incorregible o era un feminista arrepentido? Aqellas fabulosas historias le servían al extraño y misterioso extranjero para gozar de todo un tejido de leyendas alrededor de su figura mitificada. La verdad era que "El Obsidiano" tenía cara de conejo, dientes de conejo y orejas de conejo; y era tan parecido a un conejo que fue Pisonero, el más recalcitrante republicano de Molinares, quien en una de sus geniales ideas decidió que todos y todas del pueblo recogieran una colecta de euros para regalarle al "Obsidiano" mil kilos de zanahorias. Aquello fue motivo de risas y cachondeos cuando se llevó a cabo pero terminó el asunto de tan mala manera que el extranjero terminó por dejar de saludar a todos los republicanos de aquel lugar y se dedicó a intentar consolar a Servandino y al borracho Santiaguillo Ronquillo trabando una gran amistad con ambos. Pero ahora Santiaguillo Ronquillo se había marchado a vivir a una cueva de "La Ribera" y Servandino, hijo de Servando y nieto de Servandón, estaba encerrado en su vivienda con aquella idea fija de intentar quemarla desde su interior; algo que negaba, por supuesto, la fea y solterona hija de Macario "El Macanas", la clemente Clementina que ni era líder ni tenía ninguna clase de carisma. En medio de todo aquel desorden, al republicano Pisonero se le ocurrió la peregrina idea de que "El Obsidiano" fuera llamado, desde aquella misma noche, "Conejito" por ver si de aquella manera se le pasaba el enfado producido por culpa del regalo de los mil kilos de zanahorias y hacían las paces el extraño extranjero y todas las personas residentes en Molinares. Pero ahora lo que más le importaba al inspector Expósito era acudir rápidamente al lugar de la fogata para intentar, junto con los diez más musculosos de sus hombres de la Policía Local de Molinares, evitar una desgracia cuyo alcance era difícil de imaginar. ¿Por qué andarse por las ramas intentando hacer entrar en razón a aquel loco llamado Servandino y no solucionarlo dándole un par de hostias bien dadas? Aquella propuesta de zanjar el asunto fostiando de manera directa al monárquico Servandino le hizo mucha gracia al republicano Pisonero, el mismo que se presentó voluntario para ayudar en la hora de arrearle unos cuantos chirlazos al enamorado de la Reina Isabel II de Inglaterra que vaya Dios a saber si estaba enterada de todo lo que estaba sucediendo en Molinares o no sabía ni tan siquiera a qué país pertenecía dicha localidad de locos; pero lo más seguro, como decían muchos y muchas, es que podría ser que en alguna ocasión de las celebraciones de cumpleaños de Isabel II de Inglaterra, quizás Servandino le habría enviado una tarjeta postal haciéndose pasar por millonario de Bogotá y la pobre Isabel II de Inglaterra, Reina de toda la Gran Bretaña, debería estar en la inopia cuando se enteró de que Servandino era el mayor accionista del colombiano Millonarios Club de Fútbol. Por supuesto que todo aquello era solo una leyenda sobre el mito de Servandino, hijo de Servando y nieto de Servandón, pero quizás la reina inglesa pensaría que éste debería ser un magnate de alguna república bananera, un Rey de los Bananos, con flota naviera inclusive, según afirmaba el canijo Nicanor, más conocido por todos como "Canito" por lo pequeño de su estatura, sobre aquel macarra enamorado de aquella manera tan extraña de su Majetad Isabel II. Fue entonces cuando Clementina, celosa por tanto "sex appeal" que se decía tener Isabel II, aunque del dicho al hecho había un gran trecho, entró en un ataque tan histérico y comenzó a lanzar tales y agudos chillidos que todos los perros y perras de Molinares llenaron la noche de aullidos tan fieros y prolongados que se decidío irse todos y todas a dormir a los montes de la Sierra de La Espumadera o que, quienes quisieran, que se quedaran tomando café caliente para no dormirse mientras escuchaban chistes "verdes" y un poco subidos de tono del cura Neme "El de La Peineta" ya completament ebrio. Triunfó esta segunda opción y tanto los hombres como las mujeres se partían de risa con los chistes del cura.
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