Pueblos de Valencia (Diario)
Publicado en Jun 30, 2017
A mis 9 años de edad, estudiando Ingreso de Bachillerato con Don Florencio en el Colegio Lope de Rueda de Madrid, yo observaba que todos los que eran castigados con irse a "La Siberia" volvían de allí más contentos que unas castañuelas. Aquello de las castañuelas me sonaba a mí como a música celestial, asi que deduje que en "La Siberia" podías pasártelo mejor que en "Pasapoga". Transcurrieron un par de años sin ninguna gran novedad salvo que me seguía intrigando lo de "La Siberia". También sabía yo que en "La Siberia" se pasaba mucho frío pero estaba bien preparado con mi abrigo y la bufanda de color azul-morada que me había tejido mi abuela Rufina con pura lana virgen de oveja. Así que el problema del frío estaba solucionado pues, aunque no podría ir a "La Siberia" con el abrigo y la bufanda sólo con pensar en ambas prendas me entraba un calor muy agradable. Con todos mis conocimiento de política ya estaba enterado de que en la URSS se exiliaba a los llamados disidentes a Siberia. Así que, para conseguirlo, debía convertirme en un disidente aunque fuese solamente por un día nada más. De esta manera es como una mañana de primavera (como si estuviese en Praga, capital de la Repúiblica de Checoslovaquia) levanté la voz mucho más alto de lo normal reclamando menos leche en polvo y más queso amarillo. Aquello le sacó de sus casillas a Don Florencio y, efectivamente, me mandó exiliado a "La Siberia". ¡Lo había conseguido! ¡Una vez más mi estrategia funcionó a la perfección!
Llegué a "La Siberia" dispuesto a pasármelo guay del todo. Como allí no se podía hacer ningún gua rechacé la idea de jugar con mis bolas (aquellas canicas de barro, piedra y/o cristal que tantas emociones me habían hecho vivir en el bulevar de la madrileña calle de Alcalde Sáinz de Baranda) y me decidí por jugar con la diana. Allí, a solas con mi diana, empecé a lanzar las tizas con unos aciertos increíbles. Ni Emilín, que tanto se las daba de "escopetero" contra pobres e inofensivos gorriones a los que mataba sin piedad alguna, podría jamás batir la altísima cantidad de puntos que obtuve con el tiro a la diana. Y comencé a pensar en la cazadora Diana de la Mitología Griega. Con aquella preciosa diosa dentro de mi memoria escolar me asomé a la ventana a ver a las chicas pasar. Fue un espectáculo maravilloso y, enfrascado en aquella aventura de observador infalible se me pasaron las horas volando. Cuando Don Florencio envió a un emisario (algún pelota de aquellos que siempre buscaban matrículas de honor en lugar de cosechar calabazas) para decirme que el castigo ya se me había termiando y era necesario que volviese al aula, me despedí de "La Siberia" con un rostro más lastimoso que el del Lazarillo de Tormes cuando hizo que el ciego cayera en el cieno al dar aquel salto en medio del barrizal. Pero Don Florencio quiso saber algo y, de repente, me preguntó cuántos pueblos importantes de Valencia me sabía. Usé el recurso de mi gran memoria escolar y los solté: Valencia capital, Gandí, Cullera, Requena, Utiel, Paterna, Manises, Sueca... hasta que el maestro me dijo que ya era más que suficiente y que había conseguiod una Matrícula de Honor en Geografía. Lo único negativo de toda aquella aventura tan truculenta fue que Don Florencio nunca más me desterró a "La Siberia" y es que Don Florencio sabía más que los conejos colorados y había descubierto mi artimaña. Pero dejé escrito en el pizarrón una frase inolvidable: "Tonto el que no lo lea". Un día de estos voy a ver si me como a una valenciana durante el desayuno. Nota Adjunta: "Valencia es la tierra de las flores de la luz y del amor. Valencia tus mujeres todas tienen de las rosas el color. Valencia al sentir como perfuma en tus huertas el azahar quisiera en la huerta valenciana mis amores encontrar. La blanca barraca, la flor del naranjo, las huertas floridas, almendros en flor. El Turia de plata, el cielo turquesa el sol valenciano que van diciendo amor. Amores en Valencia son floridos como ramos de azahar. Quereres en Valencia sus mujeres con el alma suelen dar. Pasiones en la huerta valenciana sí te dan el corazón. Sus hembras ponen alma y ponen vida en un beso de pasión" (todo ello con música de Padilla y de paso recuerdo lo de "afeitese la barbilla con máquinas de Padilla). Abur.
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