Aféitese la barbilla con máquinas de Padilla (Diario)
Publicado en Jun 30, 2017
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Una maquinilla de afeitar, máquina de afeitar o rastrillo es un instrumento para afeitarse que protege la piel de la exposición excesiva de la cuchilla eliminando la posibilidad de grandes cortes, como los que pudieran ser causados por una navaja de afeitar. Las maquinillas de afeitar más famosas, en la ciudad de Madrid capital, durante la primera década de los años 50 del siglo XX eran las de Padilla. Yo escuchaba su publicidad diariamente a través de las ondas del aparato de radio "Condal" en nuestra casa de Alcalde Sáinz de Baranda. Mi padre usaba dichas maquinillas para protegerse de las "terribles" hojas de afeitar de las marcas "Palmeras" y "La Sevillana". 
 
Un bloguero llamado Emilio me lo hace recordar con total nitidez: "Se acababa de terminar lo del racionamiento y el estraperlo en un país devastado por la guerra y regido por la política de autarquía, y se acabó la Guerra Mundial, en la que, al menos formalmente, España era neutral y pretendía reconstruirse a partir de sus propios recursos naturales. Después vendría la paz mundial, el plan Marshall y la visita de Eisenhower a quien recibimos agitando banderitas. El racionamiento fue sustituido por la leche en polvo y el queso de lata que se repartía en los colegios. La radio de esos tiempos incluía muchos anuncios locales, para los que se contrataba a cantantes de zarzuela que grababan en el propio estudio con métodos rudimentarios. Se trabajaba mucho el ripio: "Pa'l otoño madrileño gabardinas Butragueño" y "Aféitese la barbilla con máquinas de Padilla" por poner dos de los ejemplos más famosos de los años 50. Esta tienda de Padilla, cerca de la Puerta del Sol, vendía unas brochas de afeitar excelentes y yo creo que existe todavía. Por esa zona se movía, al parecer, un precursor de los actuales hombres-sandwich que compran oro: el gigante con zancos que anunciaba a otro sastre de prestigio: Flómar, que era una contracción de Florentino Martínez, que nada tiene que ver tampoco con el que están ustedes pensando".
 
¿Sigue exisitiendo la Perfumería Padilla en Madrid? La respuesta afirmativa la encuentro en una información del Internet: "Perfumerías Padilla abrió sus puertas en el año 1928, y ya van por la cuarta generacion y la sexta tienda en Madrid, ubicadas en la zona centro, en Calle Carmen 7 y 8, Mayor 6, Callejón de Preciados 2, Arenal 26 y Princesa 45. Tienen unos descuentos muy agresivos de un 20% durante todo el año".
 
Termino con un texto de Eduardo Lumpié "Según tengo entendido, por estas fiestas se han debido de vender no sé qué cantidad de millones de videojuegos, consolas y demás aparatos que en poco tiempo nos han invadido. Todo esto me lleva a recordar los aparatos de radio. Conocí los aparatos llamados de galena, que consistía en una cajita de madera con una serie de cables, una lámpara y dos auriculares que hasta se oía alguna emisora. Más tarde fueron llegando los llamados de capilla, por su forma que más bien parecían aquellas capillitas que llevaban a domicilio con un santo y que se tenía en las casas durante unos días para sus rezos y peticiones. Cuando ya empezó a perfeccionarse algo más la radio fue con la llegada de los Telefunken. Con éstos era más fácil, a pesar de las interferencias que los acoplaban, escuchar aquella célebre emisora pirenaica que le llamaban Radio España Independiente, que tanto gustaba escuchar a los contrarios al régimen anterior y que servía para ponerlos verdes. Tenía la cosa de que eran bastante perseguidos los que la escuchaban y por eso solían cerrarse puertas y ventanas. Luego creció y creció. Se radiaron los partidos del mundial de fútbol de Brasil en los años cincuenta, con los célebres locutores Matías Prats y Enrique Mariñas, con aquel gol de Zarra a Inglaterra y que después tuvimos la ocasión de verlo en el Nodo. Lo que sí era verdad es que muy pocas personas disponían de un aparato de radio, por lo que en una casa uno servía para varios vecinos. Hubo en Cádiz un comercio dedicado solamente a la venta de radios y que fue Radio Condal, en la calle San Pedro y Sagasta, que hasta llegó a fabricarlos con ese nombre. Lo que sí fue un boom fue la llegada del transistor, aquello de llevar en el bolsillo un aparato de radio sin cable ni electricidad casi no se lo creían, pero fue la apertura sobre todo para la gente del campo, que de esa forma ya llegaron a tener noticias de lo que sucedía en el mundo". 
 
 

 
 
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Foto del autor José Orero De Julián
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