Corredor de fondo (Diario)
Publicado en Jul 05, 2017
En 1978 yo conocía todo lo relacionado con el atleta de fondo Lasse Viren nacido en el mismo año que yo (22 de julio de 1949 en Myrskylä, Finlandia). Ganó cuatro medallas de oro olímpicas entre 1972 y 1976 en 5.000 y 10.000 metros. Yo ya estaba acostumbrado no a correr 5.000 metros y 10.000 metros solamente sino a llegar a resistir pruebas de mayor longitud llegando, a veces, has los 42 kilómetros de la maratón. Lo hacía de vez en cuando mientras jugaba al fútbol o entrenando con mi hermano Bonifacio los dos a solas en el Vallehermoso de Madrid. Había participado en algunos cross de la Casa de Campo y me estaba acostumbrando a resistir cada vez más y mucho mejor. Era por eso por lo que conseguía llevar al equipo de fútbol de "Letras" a las continuas victorias dominicales contra el equipo de "Ciencias" que dirigía Luis Miguel. Y no les dimos ni la oportunidad de conseguir ni tan siquiera un solo empate. Ya estaba yo acostumbrado a resistir todas las horas que fuesen necesarias y, curiosamente, cuanto más tiempo duraban aquellos inolvidables e interminables partidos de fútbol, más fuerza, más resistencia y más velocidad imprimía yo a mis acciones puestas al servicio del equipo y mientras los demás ya tenían todas sus energías gastadas yo me encontraba más fresco que cuando comenzaban los partidos. Esta fue una de las claves de aquellas dos larguísimas temporadas en las que cuando yo jugaba en mi equipo nunca jamás empatamos ni perdimos contra estos encarnizados rivales. Aunque se reforzaran, de vez en cuando, con jugadores ya contrastados de Madrid (como el hermano de Julio Alberto el del Atlético de Madrid y Barcelona) y el hermano de Fermín (del Real Madrid) nunca jamás pudieron con el equipo dirigido por mí. ¿De dónde había yo sacado toda aquella energía de corredor de fondo que unía a mi enorme clase, mi admirable técnica, mi sorprendente táctica y mi mágica estrategia? Nadie me había entrenado jamás para conseguir todo aquello. Era una fuerza energética que salía de mi interior sin que nadie supiese explicar cómo se producía tal cosa.
Tengo un pensamiento propio, inventado por mí, que dice que "jugar al fútbol consiste en manejar con los pies un balón pero para ganar un partido no sólo tienes que manejar muy bien el balón sino saber manejar todavía mejor la cabeza". Esto me hace recordar aquel año de 1978 en que yo ya era una especie de Abebe Bikila pero en blanco. Alguien que no sólo utilizaba la fuerza y la resistencia, sino que aplicaba la inteligencia para saber cómo dosificar la velocidad y, sin dejar de correr nunca, aprender a saber cuándo ralentizar la carrera, cuándo dar un "hachazo" para dejar a otros eliminados, cuándo imprimir más velocidad en los momentos que eran necesarios y, sobre todo, nunca quedarse parado para no perder el ritmo. A mi fondo de carácter genético nunca le faltó la velocidad necesaria de los grandes a la hora de correr cuando era importante correr: la velocidad en cortas distancias, aunque parezca mentira pero era verdad, la había demostrado en todos los entrenamientos del Banco Hispano Americano que realizábamos, entre semana, en el Campo del Gas de Madrid cuando existía la cancha de fútbol. En las pruebas de sprint salía más o menos en el grupo de "todos" pero a partir de la mitad del campo (donde se demuestra quiénes son sprinters de verdad, rebasaba a la inmensa matoría de rivales acelerando cada vez más y llegaba a la meta (unos 80 metros más o menos) siempre entre los tres primeros. Primero, segundo o tercero. ¿Era o no era yo capaz de correr en velocidad aunque lo que me significaba, sobre todo, fuese aquello de ser un corredor de fondo? Pues aunque muchos no se lo crean es cierto que manejaba muy bien ambas cuestiones (velocidad más fondo) y, a eso, si añadimos la capacidad de destacar en las distancias de mediofondista (que mantenía desde el principio hasta el final de los partidos), ya resultaba un jugador de fútbol totalmente completo; aquel pequeño Di Stéfano de la categoría de los "solamente aficionados" pero mejorado todavía más cuando demostraba ser también un excelente y sensacional guardameta (cosa que no hacía Di Stéfano). Sin embargo jamás le di importancia alguna a aquellos detalles porque para mí el deporte no era una profesión sino una escuela. ¿Comprenden la enorme diferencia entre ser alguien que vive del deporte y ser alguien que aprende del deporte? Es algo que muchos deberían de saber analizar. Y por eso solamente sonreía cuando algún ignorante lo pusiese en duda precisamente por ser un ignorante. Yo a los paletos nunca les hice caso. También puede testificar de que todo esto es cierto el que fue jugador de fútbol del Real Madrid y del Rácing de Santander en Primera División, apellidado Barba, y un equipo completo de ciclistas (con lo duros y resistentes que son siempre los ciclistas) al cual le metimos "caña" venciéndoles por abrumadora mayoría. Los ciclistas se quedaron tan perplejos y tan "asustados" que nunca más nos pidieron jugar al fútbol contra ellos. Y los de "Ciencias", viendo que ya llevaban dos larguísimas temporadas perdiendo siempre que estaba yo en el terreno de juego, no quisieron alargar más sus derrotas con una tercera temporada y prefirieron "tirar la toalla" y quedar como amigos antes que seguir prolongando aquel "suplicio" infernal. Todo ello con toda la variedad de ambiente que os podéis imaginar: con calor, con bochorno, con aire, con frío, con escarcha, con lluvia, con tormenta, con barro, con charcos, con nieve, con temperatura primaveral, con arena, con orugas, con piedras, con ramas de árboles, o con cualquier otra cuestión climatológica y/o terrenal que penséis nunca nos pudieron ni tan siquiera empatar y nunca jamás dejé de jugar estuviese como estuviese la cancha de fútbol entre pinares. Muy cerca de la tapia de la Casa de Campo que daba salida hacia el pueblo de Húmera.
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