La hora del viento (Novela) -Captulo 7-
Publicado en Aug 03, 2017
Ante la mesa cuadrangular se encontraban, ya sentados, el Decano Heinrich Ursinus Speyer, frente a Johann Goethe Liebend; a la derecha de éste se hallaba el Doctor Max Adler Bauer y a la izquierda de Johann estaba la Doctora Edith Stein Breslav. El Doctor Ernst Zermelo Halle no se encontraba en la reunión porque estaba muriendo en un hospital.
- Estimados colegas, este joven de tan sólo veintisiete años de edad ayer mismo me dio una verdadera paliza ante el resto de sus compañeros y compañeras. Me batió sin ninguna clase de dudas. - No quise molestarle, señor Ursinus. - Mi nombre es Edith Stein Breslav y tengo entendido que usted es todo un líder del pensamiento social. ¿Qué opina de verdad sobre la filosofía en general? - Un hombre sale a trabajar y al contemplar algo tan cotidiano en nuestras vidas como un mirlo, un sencillo pájaro de los que abundan en parques y jardines, comienza primero por observarle; luego se queda un momento pensativo sobre el curioso proceder del ave y a partir de ahí, con una concatenación de ideas que van surgiendo espontánea y suavemente, va elevando el pensamiento y termina por hacer un profundo recorrido por la filosofía clásica humana. Reflexiono yo ahora un momento: ¡Cuántas cosas hay que nos rodean diariamente, que están al alcance de nuestros ojos, y que sirven sin tener que hacer grandes esfuerzos para elevarnos a las cimas impensables de la reflexión honda y sensata! Nos ocurre a todos. Que de una situación sencilla, diaria, cotidiana, podemos deducir conclusiones tan valiosas como el citado hombre entresaca de ese inesperado día. Necesitamos solamente detener, por unos segundos, la desenfrenada existencia del mundo; parar la esfera del reloj de nuestra agitada actividad en una acción tan natural como buscar algo en los bolsillos para dar de comer a un mirlo. ¡Y entonces nos superamos adentrándonos en los misterios de la vida! Estoy seguro de que a ustedes también les ha ocurrido infinidad de veces. Estoy seguro de que si tomáramos unos pocos minutos más para ralentizarnos en esos segundos en que algo corriente y común nos llama poderosamente la atención, comprenderíamos mucho mejor qué significa esta existencia nuestra, qué hacemos nosotros esencialmente en esta Tierra, qué contenido de sustancia hay en nuestra vida y, sobre todo, qué es en verdad el sentido de todo lo que nos rodea y que nos hace ser unívocos personajes en la historia humana. - ¿Reduce usted la alta filosofía del pensamiento humano a algo tan simple como la cotidianidad. - En efecto, señora Stein. Bajemos a lo cotidiano. La poesía contenida en el alma de un ser humano es, por aproximación metalingüística, una cercanía a la realidad de los días que se viven sucesivamente por etapas de emoción; algunas veces es una realidad de calma y meditación… otras veces se desgrana en una pasión desbordante… pero siempre es una representación casi metafísica de la existencia, del destino o de la confusión de nuestro propio mundo interior con el que gravita el mundo exterior que los poetas contemplan y asumen como materiales de reflexión. De ahí, de su existencia, destino o confusión, surge el compromiso personal de quien expresa la propia trayectoria de su yo vital gravitando en la concepción de su universo poético. Este universo poético siempre muestra, aún en los momentos de rechazo, el gozo de la vida a pesar de las angustias, los temores y las amenazas que nuestro tiempo presente nos prodiga sin contención alguna. El gozo liberador de la palabra poética nos enriquece la expresión lingüística aunque en los poemas expresemos gestos cotidianos. Sí. Los gestos cotidianos que elevan su lenguaje diario, casi coloquial, y le otorgan categoría poética y no prosaica. Una categoría poética inmarcesible, superadora de su propio origen habitual. Es lo que diferencia a la poesía del resto de las categorías literarias. Las expresiones de todos y de todos los días se ennoblecen por las virtudes inherentes que conllevan los mundos poéticos emblemáticos, simbólicos, ambiciosos, abarcadores y envolventes del poeta y el lector que entiende al poeta. Un poeta o una poetisa que trata, por todos sus medios expresivos, de integrarse en la virtud de la palabra acogedora. Nos iniciamos en la poesía de nuestros yo con un amanecer; con una albalda integradora de nosotros con la actitud que anunciamos en nuestros poemas con tono de diario personal, cancionero íntimo, con el que expresamos los temores y las reflexiones de nuestro yo surgido de la observación de una realidad amada y gozada, temida o rechazada, pero siempre inquisidora. El poeta inicia su andadura cotidiana mirando a su alrededor y viendo las cosas y los seres que le son habituales, desde un ángulo introspectivo mientras se refugia en su propia palabra poética ante el temor de que llegue a producirse, en su realidad cotidiana, un desentendimiento de ese ahora que comienza durante todos sus días y con el que convive para estar más cómodo como ser humano. El poeta y la poetisa se inician siempre con el yo apalabrado en la poética concepción de su existencia. Uno de los subgéneros literarios líricos a los que se acude con mucha frecuencia cuando el poeta o la poetisa ya llevan un buen rato fomentando su palabra poética es el retrato de su subconsciente, su autorretrato interpretativo, que descubrieron hace ya tiempo los petas simbolistas para presidir sus pensamientos constructivos y como tales en tanto que espíritu fragmentario como puede ocurrir con Rubén Darío o los hermanos Antonio y Manuel Machado. El poeta y la poetisa, en su autoanálisis vital o autofotografía introspectiva de su yo existencial, vuelve su mirada hacia atrás para hacer observación, comparación y exploración de sus signos vitales, de una vida que se inicia en la infancia y sus recuerdos … yo soy aquel que ayer no más decía… y entonces el poeta y la poetisa están capacitados para reconocerse en su propio tiempo y analizar su propia trayectoria que concluye en el pasar de los recuerdos y de la memoria, en un presente formulado con consolidaciones y también dudas propias de los avatares que siempre anidan en el yo del alma poética. No es extraño, por lo tanto, que siendo tan consistentes en la palabra poética haya poemas dedicados ampliamente a las palabras escritas con la intención evidentemente metapoética, pero cuyo contenido e intención real va mucho más allá de las propiedades, los principios y las causas primeras de esas mismas palabras. Del campo exclusivo e inclusivo de la poesía se trasciende, por elevación del yo personal, a la expresión más universal de la existencia propia y de todos al mismo tiempo. Dicen que el filólogo es el que ama las palabras, aunque en realidad se dedique a entenderlas y explicarlas. Pues bien, el yo del poeta y la poetisa hace de las palabras reflexiones filológicas intensas que van desde esas mismas palabras adecuadas y eficientes al estudio más íntimo de sus sentidos y sus virtudes. Las palabras de la poesía llevan el nombre de las cosas y permanecen sobre el tiempo y a lo largo de la vida, mientras nos salvan de la muerte. Pero siempre queda el nombre poético tal como señaló Jorge Guillén. Esa es su virtud y su fuerza. Y el poeta y la poetisa, artesanos de las palabras, trabajan con ellas porque saben que es cierto lo que dijo Guillén. Interesan siempre algunos símbolos, imágenes de la vida poética del yo de cada autor de los que el poeta y la poetisa se sirven a veces de manera más ávida y evidente y otras veces de manera más recóndita e incardinada en la propia intimidad del yo escritorial; pero siempre como una reflexión del transcurrir de la vida y del tiempo… de esa vida y ese tiempo contrastados con la vida y el tiempo universal. Por eso la unívoca profundidad del poeta y la poetisa siempre destaca sobre la generalidad de lo prosaico. El símbolo poético viene a ser, a veces, como un ángel de la guarda rebelde y contestatario que se hace cotidiano a fuerza de ser desconsiderado e irreverente para con los prejuicios propios y ajenos. Otras veces es una mítica caja de Pandora que permanece abierta como antídoto de los conflictos sin fin del yo de los seres humanos. Pero siempre es el símbolo poético un motivo casi irracional del yo escritural, de origen metafísico, que nos hace poder convivir con la realidad cotidiana a través de la transformación de una solidaridad no reglamentada sino expreamente explícita y liberada; con sus imposibles incluídos. Se cierra la vida poética de un yo con los poemas de la despedida diaria, los poemas del destino problemático de la muerte de todo lo que se escribe, ese aire de fatalidad de todo lo inspirativo que tiene el alma humana. Termino por señalar que la palabra poética es la presencia en nuestro yo de la omega de lo lógico y el alfa de lo surrealista. Final y principio continuos. - ¡Como me llamo Max Adler Bauer puedo afirmar que nunca jamás he visto inteligencia más alta en quien siendo todavía un joven de veintisiete años de edad filosofa sobre la vida como el más avanzado experimentados del pensamiento! ¡Lleva usted razón, señor Ursinus. ¡Este joven es un genio que anda suelto! - Luego es cierto todo lo que estuvimos hablando. He investigado lo suficiente a través de breves comentarios con muchos alumnos y alumnas de la Universidad de Constanza y el señor Goethe me recuerda mucho a eso que usted acaba de citar. Me hace recordar a la película "Un genio anda suelto", de 1958 y dirigida por Ronald Neame. Un excéntrico pintor acaba de salir de la cárcel, donde se hallaba por sus violentas amenazas a un marchante. Para asegurar su supervivencia y conseguir encargos desarrollará una serie de recursos tan delirantes como escasamente ortodoxos. Hasta sus amigos son incapaces de seguir el ritmo de sus inesperadas ocurrencias. - No soy exactamente un ex carcelario pero por lo demás interpreto la vida con mis propios recursos. - ¿Y qué entiende usted por vida? - Señor Adler, sobre qué entiendo yo por vida humana recuerdo que cuando cumplí los veinte años de edad la vida todavía era un libro con muchas páginas por escribir si es que tenía la casualidad de llegar hasta los ochenta pongamos por ejemplo. El caso es que el tema de la vida, lo trato como posibilidad de verse como novela o verse como algo sin valor sustancial, me atrae porque es algo traducible a suceso existencial. Y todo suceso existencial es plenamente tema novelístico o, por lo menos, relato literario. Hace ya mucho tiempo leí que lo importante de la vida no es tanto la cantidad de experiencias que se obtiene de ellas sino la intensidad de éstas, sean muchas o pocas las vividas. Por eso la evolución de las personas no reside en los años que se tienen sino en lo que esos años han producido en nosotros. Y para mí no hay ningún ser humano, hombre o mujer, que no tenga dentro de sí, entre sus límites personales, una sustancia que contar… o sea un material digno de novela o de relato, poema o reflexión. De ahí que día a día me engancho a un libro y me pongo a leer. Yo también descubro que estoy vivo cuando me doy cuenta de que estoy viviendo. Para no extenderme ni disiparme en ideas volátiles, toda filosofía universal está basada en vida de personas como ustedes o como yo o como él, siemrpe tan ajenos los unos de los otros. Desde la vida de un reyezuelo antropófago como lo fue Dudú Amán hasta la de la anónima vendedora de caramelos que subsiste en la puerta del colegio donde estudia mi hermana… desde el aparatoso ciclo vital de Amenofis en el Antiguo Egipto hasta las truculentas ideas de un Tartarín de Tarascón ideándose aventuras de caza de elefantes pasando por el infinito número de seres humanos de nuestra historia terrenal: un astronauta viajando hacia la Luna, un lunático viajando por el suburbio de una ciudad, un médico ante la difícil solución de una intervención quirúrgica, la intervención de una madre para parir a su bebé, millones y millones de sucesos que pueden, y de hecho son, temas clave para llenar el universo filosófico de novelas escritas y novelas leídas, relatos soñados y relatos reales, poemas sueltos, poemas ávidos, reflexiones de un filósofo en el diván o de un psicópata en el sofá. Todo es novelable y la vida es todo. Hasta la muerte es vida. - Hablando de la muerte, no está ahora presente nuestro colega el Doctor Ernst Zermelo Halle porque le queda muy pocos días de vida. Está internado en el Constance Hospital. - Lo siento, señior Ursinus. No quiese ser negativo. No sabía que el Doctor Ernse Zermelo Halle se estuviese muriendo. - Señor Goethe. ¿Qué opina usted sobre la existencia humana? - Señora Stein. La verdadera existencia es, simplemente, estar donde queremos estar, estar donde podemos estar y estar donde sabemos estar; porque la verdadera existencia es querer, poder y saber, para que estemos donde es imprescindible que estemos. Tenemos relojes que esperan hallar encuentros. ¡Qué extrañas son las cosas que nunca imaginamos que pudiesen ocurrir hasta que de repente acontecen! Todo un día entero podemos estar sintiendo el fluir de algo especial que va a ocurrir dentro de sus veinticuatro horas... ¡y nada ocurre!… pero, sin embargo, de repente, hay un día en que no estamos esperando nada y de pronto el reloj pierde su timidez y se nos dispara y acelera su tictac hasta tal punto que nos envolvemos en un torbellino de sucesos y descubrimientos que no dejan de asombrarnos. A veces pensamos que no estamos viviendo nada. A veces pensamos que lo estamos viviendo todo. La vida, en fin, es un coloquio contínuo entre los detalles de las horas que se convierten en libélulas del pensamiento iniciando una efervescente orgía de detalles. Entonces se me ocurre un breve pensamiento: que la vida de un ser humano es una danza en la estrecha e íntima pista de baile de lo cotidiano. O somos simplemente cosas o somos profundamente algo. No hay término medio. La decidida confesión de lo que somos está siempre latiendo en la existencia de nuestros desafíos. - ¡Impresionante! ¡Me deja usted totalmente impresionada! - Alfred Binet dijo:"el punto de partida de toda percepción es una impresión de los sentidos, este elemento inicial es como un núcleo alrededor del cual se disponen concéntricamente las capas de imágenes". Yo añado por mi cuenta que no hace falta el vacío sino que hace falta la conciencia y ese saber que Judas está siempre latiendo en el desconcierto humano. El corazón se desangra pero la fe es la victoria y más allá de la condición religiosa está el simple y sencillo pan y vino que nos hace presentir su presencia y su ausencia en los momentos claves de nuestras vidas. Me gusta la sencillez de una canción y la gama pensativa en quien la canta con el sentimiento en lugar de con la voz. Eso sí que impresiona de verdad. - ¿Y qué nos tiene que decir acerca de las imágenes filosóficas de la existencia humana? - Señor Adler; a eso le voy a contestar con un breve relato si me lo permiten. - Permiso concedido por parte de todos. - Gracias, señor Ursinus. Entro, como todas las noches, en la cafetería y me siento en mi lugar preferido. Allí está, como siempre, ella. Sentada cuatro mesas más allá, en la fila de enfrente. No es guapa. Tampoco es fea. No es atractiva. Tampoco es desagradable. Es glauca. Es transparente. Es enigmática. Es atrapadora. Sorprende sobremanera su forma de mirar hacia ninguna parte. Sorprende la pirámide invertida que tiene grabada en la frente. Sorprende su sonrisa mientras mueve el azúcar del café... Tiene el mismo libro de todas las noches. Es Lobsang Rampa. Es El Tercer Ojo. No lee. Sólo parece recitar algo de memoria. Después escribe versos en un grueso cuaderno de páginas azules. Hasta que se enciende una lucecita en su móvil. Son las once punto once de la noche. Exactamente las once punto once de la noche. Toma el móvil. Marca un número. Suena el mío… –¿Sí?. –¿Cómo estás?. –Yo muy bien. ¿Y tú?. –Muy contenta de verte. ¿Vendrás mañana?. –Sí. Vendré mañana. –¿Vendrás siempre…? –Siempre… Corta la conversación. Como todas las noches termina de beberse el café. Deja el euro con veinte sobre la mesa. Se levanta. Camina hacia la puerta. Sonríe cuando pasa junto a mí. Su grueso cuaderno de poemas se titula "Infinita Sensación". Sonríe pero sólo va mirando hacia ninguna parte hasta que sale de la cafetería. Termina el último segundo de las once punto once de la noche. Vuelvo a quedarme solo… pero sé que mañana volveré al mismo lugar y estará nuevamente ella sentada cuatro mesas más adelante en la fila de enfrente. Y cuando suenen las once punto once de la noche, exactamente la once punto once de la noche, ella volverá a llamar… –¿Sí?. –¿Cómo estás?. –Yo muy bien. ¿Y tú?. –Muy contenta de verte. ¿Vendrás mañana?. –Sí. Vendré mañana. –¿Vendrás siempre…?. –Siempre… No es guapa. Tampoco es fea. No es atractiva. Tampoco es desagradable. Es glauca. Es transparente. Es enigmática. Es atrapadora con su pirámide invertida grabada en la frente. Termino de beber la última gota de café y escribo un párrafo en una servilleta de papel: "No me interesa para nada tu pensamiento sino encontrar un porqué que vaya más allá de mi conciencia". - ¿Rechaza usted a Lobsang Rampa? - Por supuesto que le rechazo por completo. Rechazo a Lobsang Rampa y a todos los gurús de la meditación transcendental. Amo la vida sencilla. Es en las cláusulas que recita el niño al sabio en donde está la verdad de nuestras existencias. En el niño y no en el sabio. -¿Qué opina usted de la infancia? - Señora Stein. Me despierta usted la imaginación de la realidad. Escuche, por favor, y luego medite si lo que digo es cierto o es una incertidumbre nada más. Una vida consagrada al dulce anís y al tinto… el abuelo que descansa en medio de aquel recinto. Los niños juegan… y le cansa tanta luz y tanto mirto que, en la tapia de la casa, crece junto a un jacinto. Lleva el abuelo en su cinto unas monedas de plata y ronronea la gata que cría a su gatito. A los niños les encanta jugar mientras ha escrito, un poeta llamado Tito, algo que otro canta. “¡Que tire ya de la manta la vecinita del quinto pues a mi ya no me espanta navegar en un barquito!”. El que escribe se levanta cuando se escucha el grito de una señora ya harta de aquel poeta bendito. Y en el patio se destaca un pequeño angelito que juega a la petanca con su pobre abuelito. - Medito, señor Goethe, medito y encuentro tanta filosofía verdadera que sólo puedo aplaudirle. A los aplausos de Edith Stein Breslav, se unen los aplausos de Heinrich Ursinus Speyer y de Max Adler Bauer. - Gracias por su comprensión etimados doctores y estimada doctora pero... ¿se puede saber qué hago yo en medio de ustedes?... - ¡Ha superado usted la prueba con matrícula de honor, Johann Goethe Liebend! Hemos podido hablar con los profesores y profesoras que le han impartido enseñanza en esta Universidad. Salvo algún caso de envidia y rechazo porque usted les superaba a todos ellos, la inmensa mayoría nos han enseñado sus trabajos prácticos. ¡Todos estamos de acuerdo en que usted no tiene por qué hacer ya ninguna clase de exámenes finales para obtener la Licenciatura! Es más. Nosotros tres, como los más altos directivos de esta Unviersidad, queremos que acepte trabajar con nosotros en el Departamento de Publicaciones. En cuanto al sueldo usted cobrará lo mismo que cobramos cada uno de nosotros. Ni un céntimo más pero tampoco ni un céntimo menos. ¿Acepta la propuesta? - La acepto para mejorar mi vida; pero en cuanto al Doctorado no quiero ningún "honoris causa" sino tener la oportunidad de demostrar que soy tan capaz como el mejor como para llevar a cabo una Tesis que asombre a quien la lea. - ¿Quién quiere usted que la dirijamos? - Aquí viene la cuestión. Entiendo que, en mi caso particular y no me interesa saber cuál es el caso de los demás, mi Tesis Doctoral es una lucha de mí mismo contra mí mismo; así que no busco ni acepto que ningún Doctor o nadie superior a un Doctor me la dirija. Como ha sucedido con todos y cada uno de mis trabajos teóricos y prácticos quiero ser yo mismo quien me la construya y la haré de la forma y manera que yo crea conveniente hacerlo. No pienso atarme a ningún esquema preconcebido y tan repetitivo que sólo conduce al aburrimiento general y tampoco voy a admitir que nadie ajeno a mí me imponga ninguna clase de normas o exigencias. No tengo por qué admitir que mi Tesis Doctoral sea lo que se le antoje a otra persona, hombre o mujer, que me la quiera imponer. Yo mismo me impongo mis propias leyes y si no es ortodoxa me da igual. No escribo para que los demás me acepten o me rechacen sino para que mi conciencia esté limpia. - ¡Caramba! ¡Eso es romper todas las normas establecidas! - Eso es, señor Ursinus. Eso es romper todas las normas establecidas que sólo sirven para cercenar el espíritu de liberación que debe existir en una Tesis Doctoral que sea de verdad propia del autor que la investiga y la lleva a la práctica. - ¿Y ha pensado usted ya en alguna Tesis en particular? - Pues sí. Tengo ya pensada mi propia Tesis Doctoral y digo que es propia porque no me la va a dirigir nadie para que no tenga por qué agradecerle a nadie lo que sale solamente de mi propio esfuerzo. Si a alguien se la tengo que agradecer es a mi Dios y a nadie más. - ¿Podemos saber qué Tesis Doctoral se compromete a escribir? - No tengo problema alguno en decírselo al mundo entero. Se titula "Voces de Extemadura: la conciencia social extremeña vista a través de sus poetas y cantautores". Y les prometo que tiene mucho que ver con la filosofía de la vida que es la verdadera filosofía cuando ésta tiene la virtud de latir en medio de un pueblo y los problemas existenciales de un pueblo. ¿Siguen ofreciéndome el trabajo de formar parte de ustedes en el Departamento de Publicaciones? - ¡Por supuesto que sí! ¡La oferta ya es un hecho real! ¡Desde mañana mismo usted tendrá su propio despacho particular y trabajará en nuestro Departamento de Publicaciones proque se lo ha ganado a pulso demostrando que vale más que el mejor! ¿Nos vamos los cuatro a la cafetería? - Por mí no hay problema alguno en tomar un café acompañado de ustedes. - Pues vamos adelante. ¿Qué opinas, Johann Goethe Liebend, de ir siempre adelante? - Hoy es toda una noche improvisada e imprevista donde la avanzada sensación de la tormenta de los pensamientos nos ayuda a sentir. Tocamos todos nosotros las puertas del alma humana para henchirnos dentro de un grito monocorde. ¡Hola! ¡Bienvenida a la luz de la fontana nocturnal, tú, ligera luna de las ensoñaciones! Es el valor del momento de nuestra bohemia azul, siempre tan llena de estrellas, el que nos sumerge en el camino y nos hace contemplarnos como compañeros y compañeras de este viaje ancestral en que hoy, hoy mismo y en la madrugada del mañana, se nos conforma el punto “cero” de las letras infinitas. Mañana, en la próxima noche-luna de mañana, os hablaré, compañeros y compañeras del alma de la bohemia azul, de este punto “cero” que tan dentro siento en mí. Solo quiero deciros esta noche-estrella que la máxima expresividad de toda esta odisea es el corazón. Adelante corazón. ¡Adelante!. Cuando entraron a la cafetería todos y todas sabían ya lo que había ourrido. FIN DEL CAPÍTULO SÉPTIMO.
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