La hora del viento (Novela) -Captulo 8-
Publicado en Aug 03, 2017
Ya empezaba a ocultarse el Sol cuando la barca se deslizaba sutilmente gracias a la habilidad de Gil Stauffer Vergleich con los remos.
- Dejábamos correr los besos olvidados deslizándose sobre los toboganes incólumes del agua. Las caricias aleteaban unísonas y sigilosas entre tímidas, ardientes, paralelas. Desde el recóndito paraje los ojos observaban el lago que, mayestático, rebosaba de faunos saltarines. Tu belleza de cristal rebotaba en los cielos del otoño y cubría palpitantemente, mis abrazos derretidos. Al rumor de las hojas paralelas cayendo, ingrávidas, por los suelos amarillos, el lago sonreía con su verde sueño entre las cortinas del aire. Y un sentido infinito, pleno, acariciante, rumoreado de estrepitosa calma, giraba en el horizonte para volvernos a fundir. - Eres un encanto, Gil... - Gracias Hertha... - ¿Dónde aprendiste a remar de esta manera? - Cuando yo era mucho más joven que ahora estuve considerado como la mejor promesa del remo alemán. Estuve a punto de participar en los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952. Yo era mejor que Heinz Manchen, Helmut Heinhold y Helmut Noll quienes consiguieron una medalla de plata en dos con timonel. La prensa alemana estuvo informando, repetidamente, que si yo hubiese estado en aquel equipo la medalla no sería de plata sino de oro. Toda Alemania Federal estuvo de acuerdo. Tanto los aficionados al deporte como los que deconocían lo que era el remo de competición estuvieron de acuerdo en que era verdad que conmigo hubiésemos siedo medalla de oro en lugar de medalla de plata. Yo era mil veces mejor que Helmut Noll. - Pero tus manos no son de remero... - Es que mi especialidad era la de timonel. En remo, el timonel o patrón es el miembro de la tripulación que se encarga principalmente de seguir el rumbo durante la competición y efectuar los posibles giros o curvas que sean necesarios. Normalmente va sentado o de pie en la popa del barco mirando hacia la proa, en sentido contrario a los remeros, que van de espaldas al movimiento. Mientras en remo olímpico se usa más habitualmente el nombre de timonel, en los barcos de banco fijo, suele recibir el nombre de patrón. - Gil... - Hola, Princesa... sigo estando contigo... - No es necesario que te esfuerces en crear historias imaginarias para convencerme de que eres el hombre más bueno que he conocido. - Pero es que yo... - Ya sé que me quieres deslumbrar... pero no me creo que tú fueses mejor que Helmut Noll ni tienes ninguna necesidad de haberlo sido... - Está bien. Perdona, Hertha. Pero lo que sí es verdad es que por aquí han pasado los celtas, los romanos de los cuales aún quedan muchas huellas, los cristianos… pero este rincón de Alemania es especialmente famosa pues entre 1414 y 1418 fue sede del Concilio de Constanza. Durante estos años la pequeña ciudad, que ya entonces era un importante paso importante comercial, acogió a los hombres más poderosos de Europa. Aquel concilio fue clave por muchas razones, pero la más importante es que puso fin al cisma de Occidente y concluyó con la elección como tal del Papa Martín V. Por tanto, Constanza presume también por ser una de las pocas ciudades europeas donde... ¡Se ha elegido un Papa!... Y la única localidad alemana que goza de este honor. - ¿Y sabes algo de la escultura de la preciosa Imperia? - Si, Princesa. Imperia era la diosa del placer. Para que nadie olvide lo importante que fue Constanza en aquellos años, hay una curiosa escultura situada en el puerto que representa a una cortesana de la época del concilio. Pero pongámonos en antecedentes. Cuentan que días antes del Concilio llegaron a la ciudad más de 700 “cortesanas” para atender a los participantes en tal importante reunión. Y se dice que el propio emperador del Sacro Imperio Germano Segismundo escribió desde Constanza una carta solicitando ¡1.500 prostitutas más!. La escultura recuerda aquella “invasión de placer” y representa a una mujer a quien Honorato de Balzac, quien asistió al Concilio, describió en una novela corta titulada “la Bella Imperia” y esribió literalmente lo siguiente: “Era Imperia la más preciosa y caprichosa de las mujeres de mundo, además de pasar por ser la más inteligentemente bella y la que mejor se las componía para engatusar a los cardenales, galantear a los más rudos soldados y opresores de pueblos. Era dueña de valerosos capitanes, arqueros y señores, deseosos de servirla en todo. Con sólo una palabra podía acabar con la vida de aquellos que se mostraban impertinentes. La derrota de un hombre no le costaba más que una gentil sonrisa; y a menudo por muy Señor de Baudricourt que era, un capitán del Rey de Francia le preguntaba, haciendo burla de los abades, si aquel día debía matar a alguien para ella. Excepto los potentados del alto clérigo con los cuales Doña Imperia componía finalmente su ira, los tenía a todos bajo su férula por la virtud de su pico y de sus amorosos modales, que tenían a los más virtuosos e insensibles apresados como los pajarillos en liga. Por eso, vivía tan querida y respetada como las verdaderas damas y princesas, y se le daba el trato de señora…” - Vaya con los "lios" de la tal "señora" por no decir "ramera". - Efectivamente, era la mayor ramera de su época. La prueba de su poder aún se ve en la escultura ya que aquella supuesta diosa del placer, muy ligerita de ropa, sostiene en una mano al nuevo papa, Martín V, y en la otra al emperador Segismundo. Dicen las malas plumas, y no sólo la de Balzac, que Imperia hacía con ellos lo que quería. Como curiosidad tengo que contarte que durante el concilio, y también en Constanza, se quemó en la hoguera al supuesto hereje Jan Huss por sus duras críticas a la corrupción moral de la Iglesia y por las riquezas de ésta. Huss pregonaba que el pueblo debía desobedecer a Roma pues era evidente que los sacerdotes vivían en el pecado… La gran Imperia es, así pues, el resumen de todos esos acontecimientos que han marcado la historia de Constanza. Podría contar más cosas pero está lloviendo; así que mejor vamos a refugiarnos en algún bar a tomar una buena cerveza alemana. - Vamos, señor Stauffer. Gil Stauffer Vergleich guió a la bellísima y escultural Hertha Müller Herz hasta el "Ruppaner" de Constanza. - Princesa, este lugar es tradicional desde el año 1795 pero siempre tiene éxito porque ofrece continuamente ideas nuevas. Mis cervezas preferidas son la "Hecker" y la "Schimmele". Elige tú, Princesa. - Señor Stauffer... sería mejor que no me llamara nunca más Princesa... por lo menos hasta que no exista un príncipe que desee casarse conmigo... cosa que veo super difícil porque los príncipes de ahora no son como los de "La Bella Durmiente"... ahora se casan aconsejados por un Gran Señor llamado Don Dinero... ¿me está usted comprendiendo, señor Stauffer?... - Sí... Hertha... perdona... Alma con mariposa que vuela de rosa en rosa con aromas de clavel… la vida se desparrama yendo de rama en rama por tu cuerpo de mujer. ¡Y cuánto canto unido hay en tu mirar con alma! ¡Y cuánto canto unido en tu aroma de clavel! Sentados frente a frente pidieron dos botellas de "Hecker" mientras se encontraban bastante embarazosos en la conversación que habia dejado de ser fluida. - Señor Stauffer... míreme directamente a los ojos... y dígame qué es lo que ama de verdad... - Me da miedo decirlo... pero... tú eres mi verdad infinita... - Lo siento... señor Stauffer... El octogenario pianista acarició dulcemente con sus manos el bellísimo rostro de Hertha mientras le limpiaba las lágrimas. - ¿Por qué lloras, Hertha? No llores más porque cuando la vida se presiente con infinitos destellos de energía es cuando surgen momentos como el presente. ¡Y cuánta vida transformada hay en tu sentir! Eres mi cálido pensamiento. Brisa en las olas del mar; una bella caracola azul en tu mirada caliente. Una bella caracola azul moviéndose en el infinito. Brisa en las olas del mar; dos círculos sensuales marineros unidos en un mismo afán. Dos círculos sensuales marineros que provienen del horizonte. Brisa en las olas del mar; un sol cálido de resplandores brillando sobre las aguas. Un sol cálido de resplandores con leyenda de eternidad. Brisa Brisa en las olas del mar; una barca repleta de sinfonía en medio de esta música de otoño. Una barca repleta de sinfonía componiendo su canción. Brisa en las olas del mar; una sensación de esperanza tan verde como las algas. Una sensación de esperanza en la mitad del universo. Brisa en las olas del mar; dos puntos surgidos del cielo en forma de gaviotas emergentes. Dos puntos surgidos del cielo volando en el altamar. Brisa en las olas del mar; una costa de esperanzas verdes con aromas de jardines. Una costa de esperanzas verdes en este rojo atardecer. Brisa en las olas del mar; una luna viajera y bohemia bebiendo agua en silencio. Una luna viajera y bohemia que está jugando en el cielo. Brisa en las olas del mar; un alba nacida en la orilla del sueño de las sirenas. Un alba nacida en la orilla que mece la paz del tiempo. Brisa en las olas del mar: un mensajero del viento en forma de paloma blanca. Un mensajero del viento con palabras del corazón. Brisa en las olas del mar; un leve suspiro del alma cantando en el ensueño. Un leve suspiro del alma que anida en el corazón. Brisa en las olas del mar; una razón de locura envuelta en lo sincero. Una razón de locura abatiendo lo increíble. Brisa en las olas del mar: un fondo marino de algas llenándose de silencios. Un fondo marino de algas pronunciando ya mis versos. Brisa en las olas del mar; un universo de estrellas lloviendo luz sobre el agua. Un universo de estrellas que se abre en dos miradas. Brisa en las olas del mar; tú y yo en los infinitos de esta eternidad marinera. Tú y yo en los infinitos de nuestra profunda verdad. - Gil... no espero otra cosa más que poder ser quien soy yo misma... En un rincón de la cervecería se encontraba el piano. - Espera un momento y lo sabrás... El octogenario pianista Gil Stauffer Vergleich se levantó, pidió permiso, se lo concedieron y, abriendo la tapa, comenzó a acariciar las teclas de espaldas a todo el público. Sólo quería sentirse así... a solas con la identidad de su música... estaba tocando el segundo acto de "Madama Butterfly" de Puccini. - Oiga caballero... - ¿Desea algo más, señorita? - ¿Tiene un boligrafo y papel? - Enseguida se lo traigo. Espere solamente medio minuto. A los treinta segundos, Hertha Múller Herz ya tenía la hoja de papel y el bolígrafo y escribió mientras seguia, como una cascada continua y perfectamente armoniosa, el segundo acto de "Madama Butterfly". - Hasta luego, maestro, hasta la próxima vez. Yo encuentro, al escuchar tus sinfonias, una infinita polisemia aximetrial de palabras enlazadas por una ilación abstracta que las haces concretizar en cadenas de epónimas consecuencias. Me gusta por lo que dejas flotar en el espacio de la mente de quien escucha. Ahora mismo me suena a la prisión de la razón que se escapa por el borde de los pliegues del alma acorazonada y me suena a partitura lectora para consagrar un paisaje en la pintura. Podría seguir con el color violeta de la vertiente vasija o la vertiente veneno corazón o también como un vacío prominente del vigor de tu música. Si. Es original y profunda tu ejecución. Ahora tengo que irme ya. Quizás no esté tan preparada para ser tu alumna preferida o quizás sea preferible volver a empezar de nuevo. El tiempo nos lo dirá. Iba paseando por la orilla del lago y, de repente, sin saber por qué ni para qué, recordó... - Tengo solamente veintisiete años de edad, Hertha, pero he visto ya lo suficiente como para poder afirmarte que solo hay dos clases de hombres: los egoístas y los generosos. ¿Egoismo? ¿Generosidad? ¿En qué lado de los dos platillos de la balanza debía estar esa verdad que buscaba? Se sentó en un banco a meditar en el mismo momento en que una mujer muy anciana, con más de noventa años de edad, se sentó a su lado. - ¿Con lo hermosa que es se siente sola? - No estoy sola... pero tengo miedo de quedarme sola... - La soledad es el mundo de los que no poseen carácter. Soledad no es una palabra… Soledad es un sentido… Soledad es una experiencia… Soledad es una antítesis… Soledad es un silencio… y Soledad siempre acaba para dar paso a Compañía… -¡Qué bellas palabras! - Me llamo Paula Ordóñez de Becker y soy pintora. Siempre me encanta leer un pensamiento que me hace a la vez pensar. Como antes dije soledad no es una palabra, sino un sentido, una experiencia, una antítesis, un silencio y yo añadiría una vivencia digna de ser sentida para ser expresada. Y la compañía que nunca nos falta. Paula dio un dulce beso en el rostro a Hertha. - Señora Paula... ¿qué hay al otro lado de la soledad?... - El grito, jovencita, el grito. Lo sé muy bien porque soy pintora profesional y me gano la vida dando gritos de angustia a los que lleno de color para ocultar sus tristezas. ¿Sabes escuchar a las almas bohemias? - Estoy acostumbrada... - Manan los campos rumores confusos en medio del viento frío e invernal. Bajan sus ojos los hombres difusos y llega, de pronto, el gran carnaval. Dentro del grito un largo y profuso silencio de ansias por ser festival de llanas palabras y de un inconcluso y pleno de alma que es punto y final. - Me gusta ese grito... - Callar dentro del silencio que nos quieren imponer nos transporta a poder hablar con el alma. Y ese es el Gran Grito de la Vida, jovencita, el que pintó Edvard Munch sobre el puente. - Conozco ese cuadro. - ¿Y qué crees tú que es el grito de Munch? - Me parece que una desesperación con algo que suene a silencio escondido. - Jejeje. Muy buena imaginación, jovencita... pero escucha lo siguiente... veo, presencio, oigo, siento El Grito… El patético Grito expresionista de Edvard Munch. Ese Grito en mitad del puente con una diluida pareja de amantes en el extremo del fondo detrás del angustioso personaje que grita sigue estando presente en este paso del siglo XX al XXI. Parece que todo cambia y, a la vez, todo sigue igual… La persona grita mientras se tapa sus oídos… y todo su contorno se difumina y se diluye desparramándose en una línea continua, ondulante, que envuelve las cosas como un abrazo sofocante del que no es posible escapar. El hombre grita y se tapa los oídos para no escucharse a sí mismo. Grita ante la lejanía de la pareja humana que va a iniciar el paso por el puente y, mientras tanto, un expresionista ocaso enciende los colores, alternando los tonos naturales en una atmósfera dramática, angustiosa, incluso ensordecedora. Quizás por eso se tape los oídos el hombre. Hay una atmósfera enrojecida, unos veleros atracados y tragados por el amarillo de un río que se desparrama en torrente azul bajo el puente. Y esos temibles tres colores, rojo-amarillo-azul, de la angustia de fines del XIX. ¿No recuerdan acaso al mismo rojo-amarillo-azul de la angustia de los republicanos de España a mediados del siglo XX?. Efectivamente. Es así. El hombre grita y se tapa los oídos para no escuchar el fragor de las batallas existenciales. - No conozco nada de esa guerra. - Ni hace falta conocerla absolutamente para nada. Fue la inútil guerra de la insensatez en la que perdieron todos al mismo tiempo. - No tiene sentido una guerra así... - Es que en España pocas cosas tienen sentido... pero volvamos a Munch diciendo: "El Sol se estaba muriendo, las nubes estaban teñidas de rojo sangre. Oí un grito que atravesaba la naturaleza”. - Ese grito debe ser mucho más importante que el fragor de una guerra sin sentido alguno. - Eso es. Recuerdo momentos pasados. Escucha. Salgo a la calle. Es de noche. Llueve en Cristianía. Los hipppys hace muchos años que se fueron y mientras como una salchicha en el pub escucho atentamente las suaves palabras de ella, la tomo de las manos y me quedo pensando… pensando… atrapado en el negro de sus ojos y en la garganta se me queda apagado El Grito de la Cristianía… del Oslo en esta tarde-noche tricolor donde la agonía humana me lleva a introducir mis sensaciones en la secreta angustia de los hombres y sus almas y en los ojos negros de ella… Un expresionismo universal me guía del simbolismo y el art nouveau a la obsesiva expresividad de los colores… mientras en la tele del albergue una periodista con glamour entrevista al glamouroso Schumacher que ya ha ganado seis veces el Campeonato Mundial de Fórmula 1 y va a por su séptimo… menos mal que Michael habla en alemán y no lo entiendo… porque todavía me dan ganas de gritar que hay un puente para la vida y un puente para el suicidio, un puente para las parejas y un puente para la soledad y más allá del puente… ¿qué hay más allá del puente?.. Ah, si… ya me acuerdo… un rojo, un amarillo y un azul gritando por alguna causa perdida… entre el sol, las barcas y el torrente… - ¿No es usted alemana? - Soy española que vino a Alemania en busca de silencio y me topé con el amor de mi vida. Como tengo noventa años de edad ya puedes imaginarte cuándo fue todo eso de mis viajes en busca de silencio. Llegué hasta la India del pachulí y las heroínas que luchaban en necias batallas para terminar convenciéndome de que todo aquello era una estupidez. Y me casé con el alemán para olvidar al español. ¿Crees que te estoy contando una verdad? - Usted no puede mentir... - ¿Cuántos años tienes? - Solamente veinte. - Veo que eres inteligente y valiente. ¿Cómo te llamas? - Hertha Müller Herz. - No te equivoques nunca, Hertha... no te equivoques tanto como me he equivocado yo... me casé con el alemán porque era tenista y ganaba mucho dinero pero jamás dejé de pensar en el español que era poeta y ganaba menos sueldo que un barrendero... conocí el lujo gracias al tenista pero me equivoqué, Hertha, me equivoqué... yo amaba al poeta de la verdad... y sé que hubiese sido mucho más feliz entre los brazos del poeta para combatir el hambre y el frío que en los cócteles del éxito y de la fama a los que odié siempre con toda mi alma... vivo en una buhardilla porque quiero vivir sola con mi pinturas... pero me cuidan una criada y un siviente... ¿quieres pasar esta noche en mi buhardilla?... tengo dos habitaciones y te puedo invitar a castañas asadas... - Está bien, señora Ordóñez... - Llámame solamente Paula. - Me gustaría comer castañas calientes con usted. Así fue cómo Hertha Müller Herz pasó la noche comiendo castañas asadas mientras Paula Ordóñez de Becker le contó algo que nunca olvidaría jamás. - Lo violeta de tu sueño no es hoy un color sino un dolor que, escondido en la bahía, das rienda suelta por la espita del llanto. Lloras. Cae la tarde. La barca se ha ido sin ti. Me acerco a tu orilla a invitarte a pasear por los sueños. Hay pájaros amarillos que sobrevuelan los álamos y nos acompañan. Ahora duermes en la humilde cabaña de nuestra bahía. Yo, mientras tanto, me voy al puerto. A solucionar tu sueño. Regreso a casa. Sueñas. Mañana el violeta de tu sueño será de color azul porque, al fin, vas a conocer los misterios del mar. Te doy un beso en la frente y la luna despide un reflejo de majestuosa presencia. FIN DEL OCTAVO CAPÍTULO. .
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