La hora del viento (Novela) -Captulo 9-
Publicado en Aug 03, 2017
El tiempo era muy frío y las rachas de viento eran de esas que nunca se olvidan cuando ves que el balón de fútbol se resiste a convertir tus ideas dentro del campo de juego en milagros imposibles. Era la hora del viento azotando al Bodenseestadion. Pero en los vestuarios del Club Fútbol Konstanza hacía un agradable calor.
- ¡Esta vez les vamos a ganar, Goethe! - Sólo si metemos un gol más que ellos. - ¡Jajajajaja! ¡Me apuesto una botella entera de Cocacola a que esta vez el Bayern Munich no se lleva nuestra Copa de Verano! ¡Tal como estoy seguro de que me llamo Fabian Elmsen Horlamus también estoy seguro de que si juegas como siempre esta vez les ganamos! - ¿Por qué tengo que ser yo el que juegue como siempre? - Porque eres nuestro diesel y si nuestro diesel no funciona no carburamos los demás... así que tienes que pensar en nosotros y no en los del Bayern... - Está bien, Fabián. Si ganamos te invito a la Cocacola; pero sería bueno que leyeses alguna vez algo como lo de "El ángel del fútbol" para que tomases menos cocacolas y un poco más de conciencia social. - ¿"El ángel del fútbol"? ¿Qué chorrada es esa? - El futbolero es también una persona normal. Tiene buenos y malos ratos. Se casa, se divorcia, tiene hijos o no tiene hijos. Trabaja o sufre el desempleo. Sin embargo, el futbolero tiene una variación genética: su espina dorsal está hecha de fútbol. En su novela, Hans Jorgen Nielsen logra hilar la vida de un hombre cualquiera atravesado por el fútbol. El Ángel del fútbol cuenta la historia de Franz, un periodista de izquierda que mantiene una relación cercana con Franke, un amigo de la infancia que llegó a la cima del fútbol profesional. No hay relatos de partidos emblemáticos, ni situaciones dramáticas que bordeen la fantasía. Nielsen se centra en la historia de un hombre que lucha con el día a día: Franz escribe un diario narrando los desenlaces que lo llevaron a 1977, tiempo donde transcurre la novela. Su niñez en la austeridad comunista de un barrio obrero en Copenhaguen, su divorcio y su relación con el nuevo hombre en la vida su ex pareja, su difícil relación con su hijo bebé al que no logra hacer feliz, son todas meditaciones que suceden en un marco que se construye bajo el fútbol. A Franz lo acompaña el fútbol, quiéralo o no. Él no puede olvidar cómo Franke marcó su vida. No encontraría jamás un cómplice, no encontró como comunicarse con los demás. Por eso, en el retorno a su origen, donde conoció el fútbol, reflexiona sobre su vida, llevando al lector por un complejo viaje psicológico lleno de simples acciones cotidianas. Así que si lo lees y sientes que no lo entiendes, o quizás no entiendes de verdad a los futboleros, te dejo la curiosdad dentro del área para que decidas aventurarte en la cotidianidad futbolera que se extrae del ángel del fútbol: ‘Nuestro patio’, ‘nuestra clase’, ‘nuestro club’: una sutil red de lealtad del grupo y de la colectividad. Aunque sea un mundo cruel, implica para el que sepa arreglárselas en él una vivencia de autoconsciencia e independencia por un lado, y de solidaridad del grupo por el otro, como por ejemplo cuando todo el grupo, sin muchas palabras y sin reflexionar, empleamos espontáneamente la astucia colectiva para tomarles el pelo a un par de guardias de una fábrica; no es algo muy distinto a lo que hace falta para efectuar un buen contraataque en fútbol: en el arte de nuestro fútbol cristalizan todas nuestras costumbres. - ¡Hostias! ¡Me has dejado descolocado del todo! - ¡Jajajajaja! Fabían... nunca debemos jugar por imitación inconsciente sino por conocimiento consciente. - ¡Muy bueno! Pero yo no tengo la obligación de pensar en la cancha sino de cumplir lo que otro piensa por mí. Y ese otro eres tú. - Escucha, compañero. ¡Gol! ¿Cuál fue el primer gol que marqué en mi historia? Mi primer gol se pierde en la memoria de los tiempos heroicos de aquel sobrevivir en el patio escolar, un patio de vecinos donde cada pelotazo hacía saltar chispas de las paredes de ladrillo como a manera de disparos haciendo diana en las porterías señaladas con tiza. Mi primer gol debió dejar su huella histórica, e imborrable, en alguno de mis disparos; algo así como John Wayne tiroteando a un objetivo más o menos indiscreto. ¡Gol! Tuve que aprender a sortear aquel laberinto de piernas infantiles sabiendo que el campo no sobrepasaba más allá de los diez metros cuadrados más o menos. Así es cómo aprendí a disparar con acierto y, como pistolero del “far west” a lo “Tambores lejanos”, ir alcanzando un liderato ajeno al déspota que había dañado a tantas ilusiones de compañeros inocentes o culpables pero compañeros al fin y al cabo. Eso es lo que esperaba la princesa que llegara yo a alcanzar. Las chapas comenzaban con sus propias batallas y con las trampas que eran tan evidentes que yo no podía entender cómo ni B ni M no se diesen cuenta. En mi silencio, sin maldad alguna, se fraguaba la revolución del pequeño rebelde con causa más que justificada. Por eso soy futbolista desde que el primero de mis goles dejara su sello grabado en aquel patio de vecinos y que quizás algún fotógrafo escondido plasmó en color de sepia. Y es que aquel mi primer gol me afirmó como capitán mientras el dictador dejaba el patio lleno de inocentes frustraciones. El caso es que, en resumidas cuentas, para ser un verdadero capitán había que aprender de Franz Beckenbauer y esa era mi forma y manera de comenzar a jugar mientras mis rivales me daban un abrazo cordial. Soy futbolista porque el Destino me guió desde la cuna de mi nacimiento, a orillas del Constanza, a pensar en la princesa para iniciarme en mi sueño inmortal. Ser el máximo goleador, a la hora de la verdad, no era marcar más o menos goles o dar más o menos goles a mis compañeros, sino tener la suficiente inteligencia como para fabricar el fútbol de las fantasías fuera del laberinto de las piernas que te podían lesionar de por vida. Yo abría los espacios infinitos, en aquel pequeño recinto de, más o menos, diez metros cuadrados, donde jugar al fútbol con las pelotas era cuestión de saber desarrollar la técnica más adecuada para controlarlas, la estrategia más apropiada para pillar desprevenidos a los rivales y la táctica más sorprendente para vencer o vencer. Algo que muy pocos han sabido asimilar a tan corta edad mientras yo pensaba en cómo salir indemne aprovechando la distancia de los once metros, uno por cada uno de los componentes de un equipo completo, para aprovechar los penaltys y ser especialista en batir a porteros que parecían imbatibles. No era cuestión de violentos pelotazos sino de pelotazos bien dirigidos; dos cosas tan diferentes como estrellar la pelota en el pecho del guardameta rival o meterla lejos de sus alcances. Todavía sonrió al pensar en ello. ¡Gol! Mi primer gol suponía mi primer gran éxito ante la princesa de mis sentimientos. Por eso soy futbolista habiendo tenido que mantener la suficiente voluntad como para plasmar, con la imaginación de mis maniobras increíbles, aquellos toques de pelotas que a todos les dejaba desconcertados en un principio pero que, poco a poco, seguían siendo cada vez más llenos de magia blanca. Era la gloria de saber combinar el binomio de la soledad con la liberación. En medio de aquellos bosques de piernas que daban sin mirar a quiénes daban, yo disfrazaba mi presencia y abría el horizonte con pases de antología cuasi gitana o cuasi paya pero antología de poesía futbolera trazada en dibujos con mi compañero de banca. En aquel patio de vecinos mis piernas eran la representación que Dios estaba esperando para acompañar su Misterio deportivo. Sí. Dios sabe cuáles fueron mis esfuerzos por pasar inadvertido, para estar presente allí donde la victoria me llamaba para alcanzar el triunfo. Pelotas de goma y una gran intuición mental para saber controlarlas antes de que llegaran los balones. ¿Cómo ser un dominador de balones como sucede con todos los capitanes al estilo Beckenbauer? Cuando aprendes a tocar las pelotas en corto, a media distancia o a larga dirección, los balones son mucho más fáciles de controlar. Cuando aprendes esta manera de tocar las pelotas, de goma por supuesto, todos los ojeadores de los grandes clubes se santiguan como esperando el milagro de lo imposible. Era imposible que yo fuera un profesional porque me encantaba jugar al fútbol hasta el límite de lo inimaginable pero no para hipotecarlo bajo las obligaciones que limitan a los profesionales a los caprichos de las órdenes que se les da. Yo no. Yo no podría haber resistido una afición transformada en una obligación. Así que decidí no presentarme a ninguna cita profesional.Después de cada gol marcado o de cada gol regalado a alguno de mis compañeros de equipo, amigos o enemigos fuera de la cancha y que Dios perdone a los traidores, yo dormía profundamente pensando noche tras noche: “Quiero ver mañana la misma Luz que hoy he visto”. Y al día siguiente, a la misma hora, yo seguía marcando el ritmo del fútbol que salía desde el interior de mi alma. - ¡Atiza, Goethe! ¡Esto no me lo había dicho nadie jamás! - Pues entonces eso quiere decir que sí... que esta vez vamos a ganar... - ¡Bien! ¡Ese es el diesel que todos necesitamos! ¡Los del Bayern de Munich este año no nos roban nuestra Copa de Verano! - Si metemos un gol más que ellos... Y la premonición de Fabian Elmsen Harlamus comenzó a hacerse realidad desde el mismo inicio del encuentro. Johann Goethe Liebend estaba construyendo el "mejor partido de su vida"; porque no era futbolista nada más sino mágico arquitecto de la técnica, la tácticay la esstratégica. - ¡Oye, Hertha, ese chaval es bueno de verdad! - Sí, Julia. Hace fácil lo que todos creen que es imposible de hacer. - Pues si fuera del fútbol hace lo mismo estamos viendo a un verdadero genio. - Es verdad que hace lo mismo fuera del fútbol y sí es genio... aunque él no desea serlo... Julia Görges Oldesloe impuso el máximo interés en observar detenidamente lo que creaba Johann Goethe Liebend sin que pareciese que estaba haciendo realidad un sueño. Vencer al Bayern Munich nunca lo habían conseguido pero esto año el Club Fútbol Kosntanza contaba con aquel joven genial y la cuestión era totalmente diferente. - ¿Tú crees que le interesaría dedicarse al tenis? - ¿Formando pareja contigo? - Sí. Pareja de mixtos: Julia Görges Oldesloe con Johann Goethe Liebend. ¿Verdad que suena bien? - Si tú lo dices... pero me parece que va a ser que no... El partido, efectivamente, terminó con la vitoria por 1-0 del Club Fútbol Konstanza que, por primera vez en su pobre historial, conseguía quedarse con su Copa de Verano. Y el vestuario estaba más caliente que nunca con un alboroto espectacular; mientras el creador de aquel sueño soñaba con otra cuestión muy distinta al fútbol. - Sueño que te estoy viviendo en este oleaje de ondas orladas por los símbolos del arte y un sinfín de figuras femeninas desfilan por mi mente, para barajarte en mis naipes de la Fantasía, y sacar ese comodín que me sirve para saber quien eres. Barajo las horas del anochecer con las cartas siempre marcadas por la Historia y te veo repetida tantas veces que me parece que desde el As de Oros hasta el Rey de Bastos, en todas hay algo de tí, un poco de ti o un mucho de ti. Algo siempre es mucho en mis ya desgastados naipes que voy guardándome en el bolsillo porque tengo ganas de soñar. Ya está. Ya estoy soñando que sales de la baraja, tomas mi mano y señalas el As de Corazones en tu propia baraja. ¿As de Corazones?. ¿As de Oros?. En las dos barajas, tus naipes y los míos son siempre una misma cosa y una misma causa. - ¡Eh! ¡Despierta! ¡La Cocacola nos está esperando! Johann sacó un billete de diez euros de su bolsillo. - Toma. Has ganado la apuesta. Pero yo tengo una cita. - ¿Y dejas a tus amigos de siempre? - Efectivamente, Fabian. Dejo a los amigos de siempre porque siempre no es la verdad y tú bien lo sabes. Vence siempre la sabiduría aunque muchas veces haya que apostar a números equivocados de la ruleta mágica de la que nos habla el silencio vivido en medio de la soledad. ¿No me digas que no sabéis tú y los demás que siempre no ha sido verdad? La victoria sólo es el sentimiento de haber aprendido a cometer menos errores. Estoy seguro de que si algo de valioso tiene cualquier tipo de experiencia, sea del color que sea y sea par o impar en la ruleta de la vida, es siempre esa sensación de victoria que nos deja en el ánimo y el pensamiento. Un abrazo, Fabian, sigue venciendo… pero ya sin mí... y lo mismo les deseo a los demás... Johann Goethe Liebend salió al exterior sin volver la vista atrás. Allí había dejado la pesada cruz que tantos años había tenido que soportar ante la cobardía de quienes debían haberle ayudado a llevarla en se particular "via crucis" del cual todos ellos se habían aprovechado. Ahora, en el extrior, y sin volver la vista atrás le estaban esperando Hertha Müller Herz y Julia Görges Oldesloe. - ¡Enhorabuena, campeón! ¡Tú sí que eres grande! - Gracias, Julia. - Yo digo lo mismo. Eres grande de verdad. - Quizás menos de lo que tú me dices cara a cara pero más de lo que muchos dicen a mi espalda. - Mucho más que todo eso. - Gracias, Hertha. ¿Dónde vamos a celebrarlo? - Es que yo... no quiero molestar a Julia... pero quiero estar contigo a solas... - Bueno, chica. Otro día será mi oportunidad. Y la simpática Julia Görges Oldesloe se despidió dando un beso en la cara a Johann Goethe Liebend. - ¿Qué te parece si nos damos un paseo por la Isla de Mainau? - De acuerdo. Me alegro de que seas feliz, Johann. - La felicidad es siempre el alma-patria donde viven las sonrisas. Quiero verte sonreír porque no te noto como otras veces. Fueron en silencio hasta la Isla de Mainau y comenzaron a pasear entre las rosas y las dalias. - ¿Qué sucede, Hertha? - Estoy pensando en Gil Stauffer Vergleich. - ¿El anciano de las manos con carisma? - No deseo, por nada de este mundo, hacerte daño. Te quiero demasiado como para dañarte el corazón. - Dispara ya. - Quizás no sea lo que estás pensando. - Dispara ya, Hertha. - ¿Por qué tiene que ser todo tan difícil? - Corazón y Razón son dos entidades místicas relacionadas entre sí estrechamente por el latir humano. Corazón es sístole y Razón es diástole de un mismo mundo magnético: el de la vida. Ninguno de los dos debe ir por separado. Dispara ya sin miedo. - Es que posiblemente no sea verdad... - ¿Qué es lo que no es verdad para tí? - Que podamos entender los dos la misma cosa desde el mismo punto de vista. - No vamos a hacernos líos con definiciones de diccionarios o con conceptos sociológicos… la verdad… para mí, y hablo desde mi punto de vista particular, la gente es el conjunto de seres humanos que se ve aglutinados en un montón, paseando por las ciudades, manifestándose ante un acontecimiento, observando un espectáculo deportivo o artístico… o sea… un grupo abstracto de personas a las cuales las puedes analizar en conjunto, tal como se manifiestan en ciertos momentos sociales de la vida. ¿Y qué es para mí persona? Pues entresacar de toda esa “masa” abstracta de gente a un sólo individuo, hombre o mujer, y conocerle profundamente. En este sentido persona toma toda la amplia definición de ser humano con personalidad propia. Mientras “gente” es masa, “persona” es individuo. La “gente” suele moverse por interes de grupos o maneras de pensar alienadas y con prejuicios generales. No me gusta eso de “es buena gente” o “es mala gente”, porque no me determina nada sobre el ser humano de quien me están hablando. Prefiero mil veces que digan “es una buena persona” o “es una mala persona” porque entonces sí me están determinando y calificando a un ser humano particular que tiene personalidad propia. La “gente” no posee personalidad propia sino que se mueve por estímulos generalmente a través de los líderes que imponen el marketing social y la moda general y, al ser irreconocible, suele manifestarse de forma egoísta, cambiando de parecer según se le antoja, no por evolución propia sino por interés personal o capricho social. No me gusta la “gente”… me encanta, sin embargo, la “persona”… aquel o aquella que se mueve por voluntad propia, que huye de la “masificación” de su pensamiento, que posee unos principios sólidos que los va confirmando mientras vas conociéndole o conociéndola. Para mí, y sigo insistiendo es que es un punto de vista personal, ser gente es tener la personalidad alienada por los grupos y convertirte en una parte más de la “masa”… mientras que ser persona es, aún perteneciendo al grupo, no ser “masa” sino tener personalidad que le da características originales, verdaderas y propias. Porque mientras la “gente” es voluble y caprichosa y miente y engaña con tal de seguir viviendo dentro de su propio egoísmo, disimulado en el interior de la “masa”, la persona con sus aciertos y sus errores es siempre verdadera, es tal como es, es transparente y si te quiere es porque te quiere y si te odia es porque te odia. En definitiva, entre gente disoluta y variable para quien tú sólo eres un instumento valioso únicamente para cumplir con algún interés temporal y luego te deja en el olvido y persona es aquel o aquella que está contigo siempre o te rechaza sin engaños, pero tiene las señales de identidad bien definidas y claras…. ¡me quedo siempre con la persona!. - Lo siento, Johann... pero para Gil es de vida o muerte vencer en el Concurso Mundial de Piano Frnaz Liszt de Utrecht... sale esta misma noche... - ¿Y eso es lo que más te importa a ti en tu vida? - Es lo que más le importa a él en su vida y yo soy parte de su sueño. - Ya. ¿De verdad sabes bien lo que es un sueño? - ¡Me necesita a su lado, Johann! - ¿De verdad sabes bien lo que es un sueño tuyo y no un deseo de los demás? - Quizás me desee demasiado pero sé que no puedo dejarle solo. Johann Goethe Liebend cogió suavemente las dos manos de Hertha Müller Herz. - Soñar a dibujarte en estas calles del mundo entretenido con la luna como un hablar sediento de canciones. Yo canto esta mañana de tenerte hundiendo tus raíces en mis sentidos que flotan en tu atmósfera de color. Soy dibujo y dibujante en toda tu historia el caminante y leyendo, se me quedan dormidas las palabras dulces… dulces palabras… dibujando este sueño infinito que se cuelga con sustancia evocadora en este respirar profundo. Nueva la palabra en cada instante creo un nuevo concepto de madrugada: un balcón adornado de amapolas que, desde el campo, transitaron sus luces encarnadas por los sueños del dibujo ciudadano. El cercano puerto de la costa ardiente me hace arder de fantasías. Soñar es dibujarte para sobrepasar el límite de la hoja blanca como el alba. - No puedo dejarle solo... porque me desea... - No te estoy rogando nada, Hertha... sólo te estoy pidiendo que seas feliz... Sin poderlo remediar de ninguna manera posible o imposible Hertha se despidió de Johann dándole un largo... largo... y profundo... profundo... beso en la boca... Y ella se fue para no tener que seguir besándole mientras el sólo pensó... - Será que se la merece más que nadie. FIN DEL NOVENO CAPÍTULO.
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