El sabio que escuchaba
Publicado en Sep 21, 2017
En mi pueblo, había un sabio al que todos recurrían para contarle sus problemas. Hacía 30 años que vivía como ermitaño y eso, decían, lo convertía en la persona idónea para dar consejos. Lejos del apuro de una gran ciudad, podía visualizar los problemas desde fuera y darles una solución conveniente. Todos iban a consultarle, hasta los más sabios del pueblo, los más instruídos. Él no pedía dinero a cambio,simplemente la gente le dejaba algo de comida y ropa para su subsistencia como muestra de agradecimiento. Un día, el alcalde del lugar fue a verlo. Había una larga cola pero por su rango y autoridad pasó primero. -Sabe usted...- comenzó. Me siento solo. Hace días que nadie viene a verme. Mi familia vive muy lejos para hacerlo, mi esposa falleció hace años...no sé qué hacer...la actividad política me consume mucho tiempo...pero por las noches, cuando el día termina y cada uno vuelve a su hogar, desearía tener con quién sentarme junto a la chimenea y compartir una taza de chocolate y una charla... El sabio lo miró fijamente ya que acostumbraba estudiar a las personas antes de responderles.Por primera vez se demoró en contestar: -Vuelva usted dentro de tres días y tendré su respuesta-dijo con un aire solemne El alcalde se retiró con esperanza y el pueblo común y corriente siguió su fila como siempre lo hacía. El sabio había sido sorprendido en una pregunta que no esperaba: ¡la soledad! Él estaba acostumbrado a ella y no le temía. Vivía en medio de las montañas, el sol, el aire, esos eran sus verdaderos compañeros. Nunca le causaban dolor, no lo desanimaban ni le provocaban disgustos. Entonces ¿Cómo aconsejar a este hombre? Decidió irse unos días montaña arriba, donde había comenzado su vida eremítica. El aire era fresco y penetrante, los pájaros revoloteaban a su alrededor pues lo consideraban uno más de ellos. Reflexionó de la noche a la mañana, sin poder encontrar una solución. Al día siguiente, al levantarse extrañó la gente que hacía fila frente a su choza y entonces...fue entonces que se dio cuenta que no estaba completamente solo. También él, ermitaño, necesitaba de la gente a pesar de amar la soledad. Sin la cercanía de todas esas personas que diariamente buscaban su palabra quién sabe si su vida se hubiese transformado en un infierno. Recordó aquellos santos que vivieron muchos años en soledad, luego volvían al contacto con los hombres para no caer en la soberbia. Ese día se quedó reflexionando recostado en un paraje de la montaña sumamente acogedor y al tercer día, como le había dicho al alcalde, regresó al bajo. Había amanecido como uno de esos días nublados y tristes. Chesterton hubiera dicho que era un día propicio para la aventura, inspirador. Nuestro ermitaño dió algunos rodeos hasta bajar al pueblo, más propiamente a la suerte de cueva en donde recibía multitud de visitas. -Observa esta piedra-le dijo pausadamente al alcalde. No tiene ninguna belleza, está gastada, es negra, no es una piedra preciosa, pasa por una piedra de tantas. Pero si alguien te la regala y le atribuye un significado especial entonces esta piedra pasará a ser un tesoro precioso para ti. Antes de venir aquí, me demoré buscándola ya que allá arriba abundan las piedras exóticas. Se dice que esta piedra tiene un encantamiento, ante aquellas personas de corazón puro se torna azu, el color de la eternidad. Cuenta la leyenda que entonces mantendrás con él o ella una amistad perdurable, si no, será solo un compinche, un camarada para pasar el rato. La amistad entonces será única, como esta piedra, según dijo un sabio francés pero con otras palabras. Antes era una piedra ordinaria, ahora, en su interior, llevará grabadas las iniciales de los dos amigos.Pero antes, la piedra debe tornarse azul. -Gracias-dijo con profunda gratitud el alcalde-Eso es precisamente lo que necesitaba. A veces el cielo y el buen Dios hace llover estos regalos para que personas ingenuas como yo no se vean engañadas. Y el alcalde siguió su camino con el viento fresco dándole en la cara y un gran tesoro en su bolsillo.
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Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Felicitaciones Mercedes
Enrique Gonzlez Matas
Escribes muy poco aquí, pero lo haces estupendamente.
Te felicito con mi abrazo.
Mercedes