Desde la Amazonía.
Publicado en Dec 12, 2017
Esta hora sin pausa y sin naufragio de las cosas eterniza sus dimensiones y me devora la sombra. Hay una luna blanca que me mira, poco a poco, con impasibles recuerdos de añoranzas. No acierto a medir esta hora verde, de árbol desconocido, que nace y me recorre la creencia de ser un hombre con rendijas, como un pájaro unánime que siesga el alba. No acierto a medir esta hora alimentada con flores de cien hojas y otras presencias de mis sueños que me hacen sentir sus frutos tan presentes que se quedan sembradas en el huerto de las esperanzas. Por eso pienso, simplemente, que es la hora arcana de los alientos impensados.
Mañana el día se teñirá de un errante cielo. Y la gente volverá a mirar al sol. Y yo extenderé mi cuerpo a través de la brillante aureola luminosa y mantendré delante de las flores los preciosos aleteos de esta hora nocturna que viene a ser como trino de aves de primavera en desesperada huída hacia el horizonte. En esta hora puedo emprender mi canto volcado entre el viento alborotado de las calles favoritas de la vieja zona de la ciudad y me puedo adentrar en esa primavera imaginada que es el eco de todos los poemas que se han escrito en el universo. Finalmente flotaré hasta alcanzar la nube dorada donde se esconde la bandada de pájaros rebeldes y plasmaré, a través de cada sílaba de los versos unívocos, algo así como el cielo emprende inocentemente un viaje de esperanza sobre las estrellas no encontradas y permaneceré en esta habitación recitando odas y fabricando sueños con el más pequeño movimiento de mi alma, porque creo en la sensibilidad del ser humano, sobre todo ahora que la noche afluye a todos mis sentidos. Sé que la envoltura de los dedos de un poeta sabe hablar a través de la tierra de su cuerpo y por eso la selva espumosa del caminar entre el tacto y la caricia es el gesto primitivo de la acción de separar las metáforas y absorberlas como si hablasen a oscuras, lentamente, ampliando los lejanos caminos. Creo en las sensaciones que parten de esos dedos y surcan, suavemente, ilusiones que nacen en su fuego quemando los cordajes apasionados de los besos. Es la hora de permanecer abrazados hasta poder quedar dormidos en un éxtasis sonoro y sensual que nos vuelva a introducir, una y mil veces más, en el mundo de los misterios. Un salto hacia adelante alumbrados sólo por el efecto lunar y una experimentación desencadenada por el frenético escenario de las estrellas compitiendo entre sí en un trenzado centelleo consagrado de efectos progresivos que son una propuesta auténtica para los rasgos humanos. Una pluralidad de colaboraciones celestes para hacer más singulares los pasos del ser humano que obtiene así el reconocimiento de sus ilimitaciones. El humano y sus recuerdos. Aquellos recuerdos que nadie puede arrebatarle porque están dispuestos a ser proyectados hacia el futuro. ¿Quién puede definir en esta hora de verde vegetal lo que es verdad y lo que es ficción? Forman parte inseparable de un mismo mensaje: una fe de la que mana la narración de todo lo que contemplamos. Una provocación literaria. Una historia hermosa que llega a nuestros pálpitos. Una vuelta a las raíces de los múltiples y diversos estilos de representación humana. ¡Dios mío, me pierdo y no consigo atrapar todo lo que me dice esta hora! Y entonces sólo me queda una cosa por hacer: olvidarme de mí mismo y transformarme en esa dimensión que todos poseemos pero que sólo lo descubrimos al llegar esta hora en que podemos comprender todo lo inexplicado del día mientras en el exterior sólo se escuchan los míticos sonidos del silencio. Te amo, Liliana, te amo. (Palanda de Chinchipe, 12 de diciembre de 2017).
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José Orero De Julián
Marìa Vallejo D.-
Has explayado vuestros sentidos y las emociones corren presurosas tras las letras, emanando dibujos, aromas , música y la tenue
luz que se asemeja a la luz de las luciérnagas . . .Que relato hermoso y sentido, amigo mío, te felicito !!!
Abrazos