Alce un lápiz y comencé a dibujarme tal cual me veía al espejo.A veces la imagen se veía radiante y esplendorosa.Otras veces se veía lánguida y fría.Muchas veces se veía gris con el alma rota y llena de lágrimas y algunas pocas de color con una sonrisa levemente demostrada.Intenté modificar cada visión en cada observación sobre el lienzo... Pero de pronto me di cuenta que si borraba una lágrima y la reemplazaba por una sonrisa, o si borraba la sonrisa y la reemplazaba por una imagen gris, no estaría dibujando la realidad.Comprendí que para dibujarme necesitaba conocerme mejor. Me cité a la reflexión y entonces dibujé un espejo. Así de ese modo no iba a fingir sonrisas los días grises ni a pintar lágrimas los días inertes. Tan solo me iba a mirar a mi misma y me iba a reconocer tal cual era. Allí comprendí que somos lo que queremos ver de nosotros mismos. Y que no seríamos esenciales y nítidos si fingieramos una imagen obsecuente y nefasta de nuestra realidad.Entonces me abracé y comencé a quererme con todas mis heridas y cicatrices. Ese día se hizo más liviana mi vida y mi forma de ver a los demás.