María Aurelia
Publicado en Mar 10, 2009
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Año 1963.
Estamos en el patio de la escuela, después del Acto Académico, todas con el "diploma" de maestra en la mano. Algunas llorábamos, otras se reían, en fin, había de todo. No me llamó la atención la conducta de María Aurelia en cuanto a lo que dijo posteriormente; siempre tenía esas salidas. Era divertida, alegre, siempre con un chiste a flor de labios y lo más importante, todas la queríamos, porque es de esas personas que se hace querer. Por supuesto que dentro de la división había grupos que no se integraban el uno con el otro, y por supuesto el nuestro era el "mejor". Ella, en vez de llorar, nos miró al grupito y nos dijo:
-No sé para qué lloran. Yo lloro por la alegría inmensa de dejar la escuela que ya cumplió su función, y ustedes porque la dejan. Reconozco que pasé momentos lindos, no tan lindos, y también de los otros, en que hacía todo tipo de macana. Eso es lo único que puedo llegar a extrañar: no poder hacer más perrerías a las monjas.
De contextura pequeña, flaca, rubia, cara de tímida (de lo cual no tenía nada) y muy colaboradora en todos los sentidos. Pero con una fortaleza muy grande a pesar de su apariencia física. Sin embargo pienso que esas personas que siempre tratan de proteger y ayudar, son las que más necesitan ser ayudadas y protegidas.
Con el grupo constituido, por cinco compañeras de división, salíamos todos los fines de semana a los famosos bailes del Comedor Universitario. Eso después de terminado el secundario, porque antes no estaba permitido, salvo a cumpleaños en casas de familia. Y obviamente la líder siempre era ella, pero siempre de forma inocente, y a veces no tan inocente. Nos divertíamos sanamente. Conocíamos chicos, salíamos en grupo, pero no pasaba de eso: amistades.
Al cabo de unos seis años de andanzas, María Aurelia nos cuenta:
-A través de una amiga de mi prima, en Mar del Plata, (siempre veraneaba allí con sus padres y hermanos), conocí un matrimonio espectacular y me dijeron que tenían la persona ideal para mí. Un chico al que le falta una materia para recibirse de contador. Es del interior pero piensa radicarse acá. Me invitaron a cenar el sábado que viene, así que no voy a poder salir con ustedes.
Por supuesto que todas nos alegramos, ya que éramos muy unidas y no había celos entre nosotras. Por el contrario, cada una quería que la otra estuviera bien y nos poníamos mal si algo les pasaba.
A pesar de ser tan "tiro al aire" la ilusión de ella (cuando hablaba en serio) era formar una familia y tener muchos hijos.
Su infancia fue feliz, sus padres excepcionales, como sus hermanos, a los que estaba profundamente unida. No tenía motivos para ser desgraciada. Y creo que por eso era como era.
Empezó a salir con el famoso futuro contador, y empezamos a notar cosas raras en su conducta: ya no se comunicaba tanto con nosotras.
Todas nos fuimos casando antes del año 1970 y se limitaba a ir a la iglesia acompañada de su novio. Pero era la de siempre. Atribuía el no ir a la fiesta a que al novio no le gustaban las reuniones sociales.
Cuando ella se casó en el año 1971, nos llamó poderosamente la atención que solamente nos participó a la iglesia y no nos invitó a la reunión, que por supuesto y dadas las características del novio, iba a ser algo muy íntimo. O sea contra sus reglas.
Al novio lo conocimos, y nos pareció la persona más normal del mundo: simpático, entrador, alegre, educado, etc. A partir del casamiento le perdimos el rastro. No había manera de comunicarse con ella, ni siquiera a través de la familia.
Pasaron muchos años antes que tuviera yo, noticias de ella.
Un día en el año 1991, me cruzo con alguien en el centro que me llama por mi nombre, al darme vuelta y mirarla detenidamente, me di cuenta que era María Aurelia. Estaba totalmente cambiada desde el punto de vista físico y se veía en su rostro una profunda tristeza. La invité a tomar un café y aceptó, no sin miedo. Fue cuando me enteré qué había pasado con ella: la persona con la que se casó, cambió rotundamente una vez casados. La golpeaba física y moralmente, la humillaba en público y, en consecuencia, la anuló en todos los sentidos. Ella a su familia le negaba todo, incluso si la veían con alguna marca, siempre tenía un pretexto.
Pero logró su cometido, porque creo que Dios la ayudo a salir adelante a pesar de todo. Tuvo cinco hermosos hijos, usando trucos que solo una mujer sabe hacer, y a pesar de la negativa del marido para que los tuviera, luchó con uñas y dientes para tenerlos. Dios también la ayudó a tener embarazos, partos y chicos sanos (dos mujeres y luego tres varones). El sexto embarazo se lo hizo abortar bajo amenazas contra los chicos, a quienes también los agredía de la misma manera que a la madre.
Estuvimos más de dos horas en ese café, de lo cual no me voy a olvidar jamás, porque me marcó también.
Entre otras cosas me contó que el hermano mayor de algo se había dado cuenta y la mandó, haciéndose él cargo de todo, al interior del país para que empezara una nueva vida. Eso ocurrió en el año 1990.
Se estableció con los chicos en la nueva provincia, y sus padres y hermanos los mantuvieron durante un año hasta que pudo conseguir trabajo como preceptora en dos escuelas secundarias y comenzó a pagarse ella misma su alquiler, un departamento de dos dormitorios donde vivían apilados pero en libertad y paz. Dedicó quince años de su vida a la crianza de los chicos y, por suerte, logró muy bien su cometido. Sus hijos, a medida que les llegaba la edad, comenzaban a trabajar. Algunos de los varones le dieron trabajo con la escuela, pero no les permitió que no terminaran el secundario. Ahora se lo agradecen, ya que son profesionales. La luchó sola y recibió sus frutos.
Cuando nos separamos en la puerta del café nos intercambiamos direcciones y pudimos volver a comunicarlos nuevamente. Yo me encargué del resto: de hablar con el grupito y contarles toda la verdad.
Llegando al año 2001, me escribe por correo electrónico, que se había quedado totalmente sola y que una de sus primas le había ofrecido volver a su ciudad. Y lo hizo después de haberlo pensado y estudiado mucho. Consiguió un traslado y acá la tenemos de vuelta, con su físico de antes, su alegría, su espontaneidad y feliz de su logro.
Sus padres aun viven al igual que sus hermanos y están orgullosos de ella. Tiene tres nietos y hasta una pareja con la que es feliz, según me contó, y se positivamente que es cierto; es el segundo hombre en su vida. Es como si hubiera empezado a ser feliz con alguien a los 58 años. Mi opinión es que se realizó como mujer cuando conoció a esta persona, quien le enseñó a vivir como realmente debe vivir una verdadera mujer. Pero lo más importante, es que en su familia, no solo me refiero a los padres, hijos o hermanos, sino a todos, ha aceptado a esta persona como al verdadero marido de María Aurelia, por lo tanto lo quieren, y nosotras, "la pandilla de 1963", también.

Historia de ficción basada en la realidad.
Foto de 'ella' pidiendo tres deseos en la Fuente de los Deseos en Roma, a donde fue llevada por su tía, como.............. regalo y para luego ver a la segunda de sus hijas, residente de Barcelona.
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Foto del autor María Marta Eliggi de Cazau
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Descripción

una historia real

Palabras Clave: María Aurelia

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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María Marta Eliggi de Cazau

Enrique:
María Aurelia o como quieras llamarla, ya que el nombre es ficcticio, conoció a una persona que reunía las condiciones para ser un buen marido y mejor padre. Pero, no te olvides que hay gente enferma que sabe disimular muy bien su forma de ser, los psicópatas, que actúan de determinada manera hasta conseguir lo que quieren y después que lo consiguieron, muestran su verdadera cara. Ése fue el caso de María Aurelia. Es el día de hoy que gente que recién lo conoce te dice: ¡qué persona maravillosa! tienen un carisma especial...
Gracias por el comentario.
Marta
Responder
April 21, 2009
 

Enrique Orellana

La historia de María Aurelia, da buena cuenta de lo que es común: Un mal matrimonio no es producto de la mala suerte, sino de una mala elección.

¿Estamos preparados para saber elegir a nuestras parejas? Por lo general, no lo estamos. Damos demasiada importancia a los detalles de la periferia pero no al núcleo de lo que fundamenta una buena relación: “El mismo proyecto de vida y la sanidad mental”.

¡Piénsalo!... ¡Piénselo!

Enrique Orellana
Responder
April 21, 2009
 

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