Mi otra mujer.
Publicado en Jan 28, 2019
. Mi otra mujer. JCRC. “Imposible olvidar a una mujer inolvidable”. (cita en el film NUESTROS AMANTES de Miguel Ángel Lamata – España) Tras mío había dejado lazos indestructibles que no solo eran inevitables, sino, definitivamente inolvidables. Pero como en la vida es el destino el que determina el caprichoso camino que debemos seguir, no nos queda otro remedio que bajar la cabeza y obedecer silenciosamente. Había emigrado, obligado por la fuerza familiar, al viejo continente; a una temprana edad en mi adolescencia, en la que se me despojó de mi libertad, de mis sueños y de la única mujer que había amado desde la niñez: Mi prima Constanza. Sin embargo, de manera paralela, la vida había continuado su curso y, yo, allá en la distancia, sorteando todos los obstáculos, prosperé aguerridamente, pero logrando tener en la consciencia una particular ventaja que me hacía ser diferente: Me movía en el interior una rebeldía enjuiciada que me permitía ser un pérfido cínico pancista. Me inventé una intencionada máscara y trepé con pasos conscientes por la superficie del éxito. Me rodeé de seguidores; elegí el buen gusto, la elegancia, la categoría y decidí que una actitud de suficiencia podría ser mi mejor apoyo. Debo confesar que me dio dividendos, porque durante mucho tiempo circulé cómodamente en el centro de una rebuscada élite gozando de un claro respeto. Pero arrastraba ocultamente un vacío en mi corazón y durante demasiado tiempo -- más del soportable – mantuve en el alma una gran caricatura. Sin embargo, una fría tarde de otoño, en un boulevard de Barcelona, charlaba trivialmente con un par de amigos en la terraza de un café. En aquellos tiempos era yo fumador de categoría leve y me gustaba mantener por un rato un pitillo sin encender entre labios y dientes y jugar con él. Luego le ponía lumbre y me entretenía con el humo azulino lanzando al aire anillos y volutas. El cielo estaba cubierto por unas nubes grises, mientras en el aire soplaba una tenue brisa fresca que aparte de helar las mejillas, correteaba las hojas secas por lo largo de la acera. Dentro de la imaginada burbuja del entorno del establecimiento, reinaba un profundo y grato aroma de café que incentivaba a los allí concurrentes que casi repletaban la cantidad de mesillas dispuestas en el cuadrado de la terraza, convirtiendo el ambiente en un mágico momento de inspiración. Como marco final, en los altoparlantes se dejaban oír suavemente los compases de la bossa nova que se mezclaban con el jazz. El destino, discretamente, estaba actuando. Casualmente, en un descuidado paneo de mi mirada por el panorama, entre las danzantes figuras del humo de mi cigarrillo, impacté mi vista con unos bellos y atentos ojos pigmentados de un impresionante azul hermoso que, con ostensible personalidad, tenían a mi imagen atrapada. Se incluían ellos en un llamativo y juvenil rostro sereno de diseño armónico y expresión afable; una belleza especial imposible de ignorar. Clavé desenfadadamente mi mirada en el centro de sus pupilas y ella dejó escapar levemente un rictus que quiso ser una sonrisa. En mi interior se desató un pequeño desorden de expectativas y mientras mi mente les ponía en su lugar, mis labios le entregaron un gesto amable, a la vez que la mano que me sostenía el cigarrillo le hizo un ademán que se tradujo en saludo, a lo que ella suspicazmente respondió con un lento y bien educado parpadear, para liberar una franca sonrisa que disimuló sutilmente ser una invitación. Confieso haberme sorprendido; pero había que adueñarse de la situación. Esa debiera haber sido mi actitud ¿No? El cerebro me envió una orden y sin vacilar la obedecí. Me incorporé de la silla, cogí el paquete de cigarrillos, le di a mis amigos un “discúlpenme”, y crucé la distancia que me separaba de ella, para que una vez a su lado diéramos lugar, ambos, a un par de gestos que reemplazaron a las palabras y dimos inicio a un vínculo que, increíblemente, duraría después muchos años. ¿Puedo..? Adelante… ¿Fumas..? ¡No..! ¿Te molesta que yo lo haga..? Si; y mucho. Me desagrada su olor. Precisamente te miraba fumar y las tonteras que hacías con el humo…Perdóname, entonces. De inmediato lo apago. ¿Qué te trae por estos lados..? Un buen café y la probabilidad de encontrar una nueva amistad… Excelentes objetivos. ¿Siempre consigues a ambos..? Al parecer hoy ha sido así; sin embargo está dependiendo de un detalle muy importante para mí… ¿Cuál será ese detalle tan importante..? ¡Detesto a los que fuman..! Con un gesto llamé al garzón y al venir este, le pedí dos cafés más y el favor de tirar a la basura el paquete de cigarrillos que tenía yo allí. Desde aquel día nunca más volví a fumar. Aquella tarde solté todo mi contingente verbal posible y la disponibilidad sincera de mi capacidad auditiva para ubicar cómodamente a nuestra conversación dentro de un marco de completo placer, la que inmersa en el dulce ritmo del jazz, más la penetrante fragancia del café y sumado el romanticismo de la tarde, se prolongó ella por muchas horas más, inadvertidamente. Hablamos de todo; de nuestras historias, de nuestras realidades y de nuestros propósitos, cuidando de no omitir las intimidades, como si hubiera sido aquella la gran oportunidad de transparentarlas y que al desnudarlas no pesaran sus consecuencias. Pero lo más fantástico de aquella jornada fue notar cómo se había ido construyendo el sensible tejido de nuestras pieles, porque hubo un matiz que se evidenció con cada pausa de nuestro intenso diálogo, cuando nos quedábamos uno al otro mirándonos extasiados, como queriendo confirmar que ese instante no era un sueño. La fluidez de su verbos, la coherencia de sus ideas, el imperio de su inteligencia, sus sueños, la suavidad de su voz, la tersura de su piel, la forma de sus manos, sus ojos increíblemente azules y su deliciosa manera de mirarme, fueron los sumandos que me entregaron el resultado final: Sin ninguna duda, me había vuelto a enamorar justo en medio de mi vida adulta. Creo que aquella fue la etapa más extraña de mi vida, porque no es mentira que acaricié mi alma con el placer de la compañía, de la ternura, de la complacencia y, por qué no decirlo, con buen sexo. Pero en la médula de mi mente revoloteaba una certidumbre insistente: Es imposible olvidar a una mujer inolvidable… ¿También el corazón utiliza herramientas que miden las diferencias? Un día, fue ella misma – Helena -- quién abordando el tema, me dijo serenamente: “Creo que es la hora para que con tu regreso busques la verdadera puerta de tu destino…” Helena es aun un capítulo importante de mi vida y ella sabe cuánto, porque no desconoce los esfuerzos que siempre hice por entregarle todo cuanto ella merecía. Y sabía ella también que la historia cambiaría cuando los fuertes vientos de la nostalgia reactivaran el eterno fuego adormecido en el fondo de mi corazón y que un día decidiría regresar ansioso a reclamar ese pasado que jamás debió haberse ensombrecido. En este punto es cuando he de cambiar la página y entrar a otro capítulo que no tiene que ver con ella. En materias de amor el destino no me ha tenido compasión. Esa es la verdad. Pero en lo práctico, tampoco estoy solo, porque aun me queda una linda familia, un perro que me ama, un jardín para cuidar y muchas páginas en blanco para llenarlas con mis sentimientos. Con Helena aun seguimos viéndonos, pero solo con el cariño de buenos amigos. Ella no volvió a rehacer su vida con nadie, pues eligió la dicha de ocuparse exclusivamente de nuestros dos hijos nacidos en el seno de nuestro amor, Carlos y Martha. En suma tengo tres. Constanza, en la tercera etapa de mi vida, me dio al menor, Andrés. ¿Qué más podría yo pedir? J. C. R. C.
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Adriana M T Biset
juan carlos reyes cruz
Desgraciadamente somos seres absolutamente individuales y nuestro básico instinto lógicamente buscará quedarse con el interés propio.
Existen casos -- son los menos -- en los cuales se manifiesta un auto sacrificio que redundará en el otro, haciéndose a un lado, o aceptando el establecimiento de una relación paralela.
En cualquiera de las circunstancias se supone que está involucrado el amor y, como tú has de saber bien, este factor es treméndamente impredecible.
Agradezco el que hayas compartido conmigo un matiz de tu sentimiento y, también, por haberte detenido en mis letras.
Cariños.
JCRC.
José Orero De Julián
juan carlos reyes cruz
No obstante, entonces, restaría decir que vuestras palabras me causan orgullo cuando valoro su procedencia.
Un cordial saludo.
JCRC.
Lucy Reyes
Te felicito.
Cordial saludo
juan carlos reyes cruz
Al parecer la vida es precisamente un libro abierto que nunca terminamos de escribir.
Gracias, Lucy, por tenerme tanta paciencia.
Cariños.
JCRC.
Raquel
Daniel Florentino Lpez
Muy bien narrado, bella historia
Felicitaciones!
Un abrazo
juan carlos reyes cruz
Gracias y saludos.
JCRC.
Marìa Vallejo D.-
Definitivamente amigo mío, la facilidad conque te expresas y esa manera de llegar al centro de la atención con imágenes incorporadas, hacen de ti un escritor; ( es mi concepto) ahora bien, el inicio de la historia es fuerte, pues cuando nuestra libertad es vulnerada, se complica la vida; pero, ese final . . .Oh por Dios, tienes a Andrés . . .Que alegría siento, no sabía que tenías ese regalo hermoso . .Un hijo con ella !!!
Dices que es personal vuestra historia, por ello me atrevo a escribirte sobre el tema.
Aunque en la lista actual de compañeros físicos ella no aparece, se que vives tranquilo por lo regalado.
Abrazos
juan carlos reyes cruz
Cuánta gratitud me causa tu presencia en mis textos, la que me entrega siempre palabras emocionantes.
Gracias y cariños.
JCRC.
Enrique Gonzlez Matas
Tu facilidad expresiva, Juan Carlos, se adapta perfectamente al relato o escritura novelada.
Enhorabuena con mi abrazo.
juan carlos reyes cruz
Un abrazo, mi querido amigo.
JCRC.