Vermgen
Publicado en Dec 12, 2020
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Vermögen
El día que salió de casa para unirse al circo en búsqueda de sus sueños no era esto lo que tenía en mente, los años habían pasado y seguía siendo el muchacho que limpiaba, alimentaba y preparaba a los animales. Llego esperando estar en la pista ganándose su lugar en el cartel, no era muy bueno con los cuchillos, pero tampoco estaba tan mal como para no ser tomado como aprendiz pensaba el, bajo esta promesa le hicieron tomar el trabajo.
El hombre con el que comenzó a compartir tal labor ya había perecido inviernos atrás, desde ese día las semanas, los meses y los años se hicieron lentos, cansados, a cada pueblo y ciudad que llegaban veía que estaría atado a esa vida por siempre. En ocasiones pensaba que podía dejarlo todo para buscar su destino en un nuevo circo, pero entonces se encontraba en su habitación, pobremente iluminada, mirando el pálido reflejo de los años perdidos, su desidia ante el tiempo le cobraba factura, no quedando de otra para el hombre más que las noches solitarias, donde sus labores se habían terminado, iluminadas por una flama amarillenta para ensoñar ante cada cuchillo lanzado su vida en la pista. Algunas noches los secos sonidos se detenían, el silencio de la noche acompañado del oscuro firmamento eran testigos de su mirada perdida en el brillo del cuchillo preguntándose si esto era todo lo que su vida le deparaba, repasaba su vida y sus decisiones, las observaba aceptándolas al bajar el cuchillo dirigiéndose a dormir con la mente rendida en el ahora.
“Una ciudad más, un día más´, sonrió recordando su pensamiento de la mañana mientras apuraba la bebida en el vaso y el viento azotaba las paredes su habitación, aun con el peso del tren se podía sentir como empujaba el tren de un lado a otro, ni siquiera pudieron llegar a su destino, cosa que no le parecía tan mal, por lo menos nos ahorramos el trabajo de reforzar bajo los vendavales.
La botella se acabó antes de que su cabeza cayera pesadamente sobre la dura madera. La tormenta no menguo hasta muy entrada la madrugada.
Al anunciar el sol su salida aún soplaba el viento de la tormenta, ante el primer canto de las aves todos salieron de sus habitaciones a ver los estragos dejados por la tormenta, los vagones apenas y habían soportado la furia de Bóreas, los árboles caídos no representaban un problema para seguir el avance, pero decidieron todos que era mejor despejar un poco, el suelo podría removerse y algún tronco podría terminar estorbando las vías de forma mortal. A lo lejos uno de los muchachos que fue mandando a reconocer el camino    gritaba sobre el puente sobrepasado por la corriente del rio.  
El ruido de las hachas golpeando la húmeda madera y los gritos de precaución levantaron al hombre de su pesado letargo, la lámpara había gastado su aceite, alejado de su espacio inspecciono su alrededor buscando nada, parpadeo fuertemente. Trastabillo su camino al exterior, donde las primeras nubes se abrían dando paso a los rayos penetrantes del sol que le hicieron llorar los ojos ante su incandescencia, apretando fuertemente sus parpados se preparó para luminosidad del exterior mientras escuchaba el esfuerzo de todos. Con los ojos encandilados hizo su camino alejándose del ruido mientras sus pantalones se empapaban de la humedad de la hierba, al fin el ruido del trabajo echo lo dejo a sus espaldas perdido en la distancia dejándose caer sobre la humedad del suelo, ante el rio bramaba furiosamente silenciando aún más el ruido de los golpes a la madera. Estaba dispuesto a seguir descansando su parranda solitaria pero su mente aun adormilada le urgió a prestar atención a algo extraño en las salvajes turbias aguas del rio ante él, a unos metros del margen en una piedra que apenas y lograba salir sobre las agitadas aguas una extraña criatura de pelaje oscuro se aferraba a ella, primero se espantó ante la sola idea de una criatura extraña, siendo esto lo que lo devolvió un poco a la realidad pudiendo al fin distinguir a una mujer que se aferraba al roca mientras su cabello empapado parecía tener vida propia intentando salvar la vida de su portadora, el Hombre no sabiendo más que hacer alerto al resto de los hombres, quienes acomodando un travesaño de madera pudieron salvar los metros que los separaba la orilla de la mujer, con dificultad pudieron cargar con ella de regreso a través del estrecho espacio para avanzar, ya en el suelo dejaron que el Hombre se encargara de ella, al fin y al cabo ya estaba haciendo nada.
Cargo a la mujer hasta su habitación en el vagón del tren, tumbo a la mujer sobre la mesa llena de los trastes y sobras de la noche, despejo su catre de paja y acomodo las telas para acomodar a la empapada mujer, cuando se percató de lo mojada que se encontraba tuvo que dejar de lado su pudor inicial y la desnudo exprimiendo la ropa de ella y colgándola en donde pudiera, la cubrió con una cobija vieja y se dedicó a prender la pequeña hornilla que tenía para que le sirviera de calentador, saco otra botella de coñac de su taburete buscando calor.
Cuando despertó de nuevo la maquina ya había iniciado su camino de nuevo, había dormido todo el día, las brasas de la hornilla brillaban a través del herraje dando un pálido brillo rojizo a las paredes, que apenas iluminaba el espacio,  con la memoria de su lado busco a tientas sobre la mesa la lámpara y los serillos, encontrando estos últimos prendió uno para iluminarse y buscar la lámpara que descubrió sin combustible, con la ayuda de una segunda cerilla vertió aceite en la lámpara para poder encenderla e iluminar mortecinamente su entorno, no era mucho pero era mejor que estar en tinieblas. La mujer seguía dormida y no parecía haber despertado en todo el rato de igual manera, puso más leña en la pequeña chimenea y espero a que las llamas relamieran su jaula para apagar la lámpara sobre la mesa, el brillo danzante que le daba su pequeña estufa le parecía reconfortante, además de que calentaba el lugar en esa noche tan fría. Intento dormir, pero el hambre llamo a su estómago y aunque al principio el encuentro del calor le hacía renegar de moverse, termino cediendo ante el gruñir incesante de sus entrañas. Dirigiéndose al vagón de las gallinas tomo unos huevos que cocino con un viejo tocino que tenía colgando, la rancia grasa comenzó a hacerte presente en el olfato, así como el calor de la leña. Cuando termino de cocinar una aceptable merienda la mujer despertó sobresaltada, sintiendo el frio abruptamente en su torso desnudo se tapa velozmente con la sabana su alcance, sus ojos bien abiertos se posan en el hombre ante ella que le devuelve la mirada atemorizado con un plato de humeante comida en su mano que después de lo que parece una eternidad le ofrece, tarda el mismo tiempo en decidir y meditar que no corre peligro a pesar de que sus ropas se encuentran colgadas alrededor de ella. Terminado de cenar tomo su cuenco y sin mediar palabra de nuevo se recostó a dormir de nuevo, mientras el Hombre se acomodaba frente al pequeña estufa después de poner dentro un par de leños más.
Al amanecer del siguiente día el viaje parecía aun no terminar, pero al menos al fin la mujer dio indicios de poder hablar, por lo que podía notar el Hombre, ella no era de por ningún lugar cercano, parecía ser muy cuidadosa en la forma en la que se refería de donde venía o referente a su persona, pero sus explicaciones no dejaban lugar a la suspicacia. Lo que pudo sacarla en sus pláticas era que su pueblo se encontraba acampando sus vagones a orillas del rio cuando un fuerte rugido la llevo sin saber que ver su entorno deshacerse ante la violencia de las aguas, no recuerda mucho después de que una de las tablas la golpeo, se presentó por el nombre de Vermögen, él le devolvió su nombre por toda respuesta, Schmerz/Kreuz/Kummer/Kümmernis.
 A pesar de que el sol se ocultaba detrás de la cadena montañosa, el cielo aun iluminaba un poco las tierras a las que acababan de llegar y estaban por descargar, el cielo no parecía enterarse de la tormenta que la noche anterior se dejó caer. Mientras bajaban las carpas el cielo se estrelló sobre ellos y Schmerz/Kreuz/Kummer/Kümmernis no pudo escapar a la ayuda que todos estaban obligados a dar a la hora de descargar en una nueva ubicación, Vermögen se quedó observando a la distancia como trabajaban en la colocación de las carpas con sus postes y sus tensores, le pareció algo mágico como un par de telas podían tomar una forma tan caprichosa, admiro como eran guiados cada uno de los animales a sus espacios y se les eran acomodados sus alimentos para que comenzaran a desestresarse, los salvajes felinos rugían detrás de sus barrotes deseosos de la misma libertad que su compañeros herbívoros. Los hombres se movían con confianza alrededor de ellos, pero aun así no dejaban de estar atentos, aun protegidos por la prisión de tan majestuoso ser podían ser víctimas de sus poderosas garras.
Cuando al fin terminaron de colocar las pistas, carpas, tensores, animales y espacios de habitación, la cual era un gran cambio al confinamiento de los vagones, así como la zona donde comían, si encontraban un buen lugar con una arbolada aprovechaban esta para colocar sus tablones a la sombra de esta, pero si les ocurría como en esta ocasión donde no se veía un buen árbol que aprovechar, sacaban la carpa extra extendiéndola para darse sombra o protegerse de las inclemencias del clima, con las carpas alrededor y las antorchas iluminando se comenzó al fin a preparar la comida del día, la gran olla fue colocada sobre la fogata. Cada quien termino su plato cada quien no hubo tiempo para relajarse y tomar los instrumentos, todos se dirigieron a dormir, en un par de horas las aves cantarían y ellos debían ganarles para que al despertar la gente del pueblo y saliera a sus labores diarias del campo se encontraran en sus muros y postes los carteles del circo que acababa de llegar a su pueblo para traerles un poco de diversión y distracción a sus apáticas y monótonas vidas. Ya habría tiempo para relajarse, pero esta noche no era una de ellas.
Cuando La Mujer se levantó El Hombre ya había salido con su encorvado semblante a la labor de anunciar el espectáculo. Mientras el día pasaba ella se paseó por el lugar admirando a los artistas en sus entrenamientos de sus suertes y actos, en cada una de sus pausas se encontraba con miradas de desdén y apatía, de cada uno solo recibió un minucioso examen de su persona física. Si ya de por si tenían que soportar al flojo de Schmerz/Kreuz/Kummer/Kümmernis, que no hacía nada más que cuidar de los animales y consumía de los paupérrimos suministros que apenas alcanzaban para alimentar a todo el regimiento, pero el cocinero era un mago con los ingredientes que le daban y siempre podía dar la cantidad justa para que el hambre se calmara y los sabores parecieran un manjar, aunque fuera solo verduras y un poco de grasa. Ahora tenían que ver a futuro por esta mujer, más de uno pensaba en dejarla en la siguiente parada donde fuera, como fuera y con quien fuera, “su vida su problema” pensaban, termino su andar a la sombra de una carpa, el ambiente comenzaba a abochornarse haciendo el sudor correr, por eso y muchas razones más le pareció que sería buena idea entrar a la carpa de El Hombre, estaría a salvo del sofocante vapor de la humedad y alejada de los cuchicheos que penetraban sus oídos.
La mujer despertó con el ruido del agua cayendo en el cuenco de madera, se encontró con el torso desnudo del hombre que se quitaba el sudor con el agua en el jarrón de barro a su lado, para colocarse de nuevo la camisa.
Durante esa noche Vermögen se dio cuenta de cómo Schmerz/Kreuz/Kummer/Kümmernis era víctima del desprecio de un grupo de personas que llevaban años con él, ya no era ella la que necesitaba ser rescatada, era el quien necesitaba de ella, quizá los demás la sacaron del agua, pero él estuvo a su lado. El resto del tiempo se mantuvo junto a él, conversando mientras le ayudaba con la limpieza y mandados del circo, para el hombre era un buen cambio, seguía con la congoja de lo poco alcanzado ahora sumado al pesar de no tener más que ofrecer a esta mujer que lo miraba como nadie lo había mirado, no le habían dicho que fuera el mundo de alguien, pero si esa frase tuviera una imagen, estaba seguro que sería como ella lo miraba cada que conversaban.
El tiempo les dio cercanía junto al profundo sentimiento egocéntrico del amor, ahora los días que se sucedían no eran pesados para el Hombre, tenía a alguien en su espacio que no le producía hastío o cansancio, que le esperaba siempre con un gesto en el rostro que el desconocía existiera pero ella le dio vida, la Mujer por su parte tenía un hombre que le procuraba, aun en pequeñas cosas era ella primero, el primer sorbo de agua, el primer bocado del plato, la primera rosa de la mañana, la primera palabra del día, la cual desde hace un par de meses era para ella la palabra más hermosa y musical que pudiera escuchar, los buenos días acompañados de un “mi vida”. Si antes fue amada, no recordaba haberlo sido así. Los días de descanso el hombre se levantaba temprano y después de una bocanada a su pipa se disponía a aligerar lo mejor que pudiera la carga de trabajo de Vermögen, ansiaba el tiempo a su lado, pero el trabajo muchas veces le quitaba esos preciados momentos juntos.
Aun en el amor que se tenían no se eran del todo sinceros, ocultaban cosas de sus realidades que les apenaba, cosas que pensaban les harían menos ante la persona con la que compartían ahora la vida.
Golpes secos a un lado de la carpa la despertaron encontrándose sola en el lecho, al principio se había exaltado pero el sonido acompasado le hizo saber que no era algo de temer, se abrigo para ver que ocurría encontrándose al Hombre a la luz de la luna llena lanzando cuchillos contra una vieja tabla apoyada sobre una piedra. El Hombre se disculpó, excuso el no haber arboles cercanos para alejarse a lanzarlos, la mujer lo calmo y solo se sentó detrás de él mientras seguía en lo que estaba, era la primera vez que lo veía haciendo esto, desconocía esta pasión de él, podía ver que el Hombre de ese momento no era el mismo Hombre que limpiaba los animales o el mismo hombre que le procuraba en lo más pequeño, no, este era otro Hombre y amaba su meditabundo pesar.
La noche avanzaba, los insectos nocturnos se hacían presentes en su cantar, mientras la mujer lo miraba afinar su puntería, el silencio solo interrumpido por los cuchillos ahora se encontraba con la voz de La Mujer.
-    Quizá si cambiaras las suertes serias más atractivo para el Señor Ziel, por que no intentas conmigo en la tabla de la muerte, otros circos tienen, pero ustedes no. –
-    No soy tan bueno Mujer, no quisiera lastimarte o aun peor, terminar con el tiempo juntos buscando las glorias que nunca llegaran, – hizo una pequeña pausa antes de continuar – si deje mi casa fue por esto mismo querida, soñaba con los reflectores sobre mí con la gente admirada de mi arte, pero han pasado los años, además lo acepto, no soy tan bueno, a pesar de las ya incontables noches como esta o bajo la llama de un quinqué –
-    Quizá solo necesitabas alguien te motive, podemos si gustas comenzar colocando algo mío ante la tabla, haz soportado ya veinticuatro años alejado de tu sueño, puedes bien aún esperar un poco más, pero esta vez, realmente buscando algo y no solo planear en sueños. –
Las ultimas palabras de la Mujer le llegaron como una bofetada helada, Vermögen tenía razón, durante todos estos años que se rindió en su sueño solo se conformó con soñar aceptando su realidad y muy esporádicamente durante esos sueños planear el llegar a la meta, pero nunca realmente comenzó nada para ello.
Iluminados por los despajados cielos nocturnos del décimo mes, no paso noche que el Hombre (Schmerz/Kreuz/Kummer/Kümmernis) no aprovechara para colocar la tabla ahora con alguna prenda de su mujer, no todas las noches podía acompañarlo ella ya que caía dormida esperando a que terminara sus labores y el no queriendo espantar su sueño no la molesta, agradece que las noches que lo acompaña la suerte este de su lado y evite las prendas en cada lanzamiento, pero también maldice en sus adentros esos momentos ya que ella confiada ante los resultados que ve insiste en que es momento de ponerla a ella, pero el teme dar el siguiente paso.
Una noche después de un continuo vaivén de preguntas y respuestas la Mujer consiguió convencer a El Hombre de que la colocara frente a él, acepto con reticencia, intento alejar su mente la imagen de su cuerpo ensangrentado, tirado en el suelo ante la tabla, con los cuchillos clavados en ella. La Mujer por todo acto se colocó en su lugar firme con los ojos llenos de tranquilidad, su cuerpo no demostraba tensión alguna.
-    No pienses en los fatídicos resultados, – la escucho el hombre con sorpresa – todo estará bien, sé que no me harás daño, yo confió en ti. -  
Trago un poco de saliva pausando su respiración para buscar acompasarla en respiración lentas, después de unos segundos aun sentía la opresión y el vacío de su pecho ante la idea de la vida sin ella, las manos no le temblaban, pero las sentía sin respuesta, pensó en como la vida de ella estaba en sus manos, pensó que esa idea podría ayudarle a evitar dar con ella mandando los cuchillos en un camino certero a un blanco invisible alrededor de ella. Se encontró pensando demasiado detenido por la voz mental de Vermögen – No pienses, Haz. -.
Lanzo el cuchillo con fuerza, el viaje lo pudo ver en cámara lenta, los pocos raudos segundos le sirvieron para razonar que la adrenalina era el motivo, la noción de que el resultado sería el que más temía le saco de este pensamiento cerrando los ojos buscando alejar la vista al momento del sonido mortal. No hubo ningún grito, mucho menos un segundo golpe ante la caída del cuerpo de La Mujer.
Todo fue en fracción de segundos, pero pudo ver a la mujer aun ante la tabla de la muerte con el cuchillo a pocos centímetros de su cuello y clavícula. Una alegría doble se apodero de él haciéndolo correr hasta la mujer abrazándola de felicidad, lo habían logrado. Siguieron con los lanzamientos con ella entre la tabla y los cuchillos, en cada lanzada El Hombre iba tomando más confianza reavivando sus sueños de antaño sintiéndolos más posibles que nunca. A la mitad de la jornada comenzó ante cada cuchillo a agradecer a los cielos aquella tormenta que le trajo esa mujer que buscaba sin saberlo, cada cuchillo iba con la realización de que sin ella seguiría siendo el mismo ser patético sin metas más que un sueño añejo arrumbado en lo más profundo de la memoria, que solo sacaría para endulzar su amarga vida.
Esa noche decidieron preparar en tres noches una presentación para dar la cuarta noche ante todos durante la cena, sabían que el Señor Ziel buscaría la manera de evitar mirar lo que tuvieran que presentarle así que tenían que forzar los viera, además debía ser algo realmente bueno para lograr una reacción de los demás miembros del circo y poder convencer mejor al dueño de que se les diera una oportunidad.
Durante el día prepararon la tabla de la muerte de tal manera pudieran verla todos, pero principalmente el Señor Ziel.
Al Hombre el día le pareció una tortura, había tenido momentos así en los que el tiempo parecía no avanzar, pero en esta ocasión le era ridículamente largo, la Mujer parecía notar su ansiedad, por que cuando sentía que iba a estallar en un alarido de desesperación, ahí estaba ella, con un vaso de su fermento preferido o algo para su estómago. No sabía el si le había dicho acaso cuanto agradecía estuviera con él, que lo hubiera escogido a él, que podía ofrecer alguien como el a alguien como ella, pensaba cada que la veía alejarse después de recibir una sonrisa, que le parecía la más bella donde estuviera, coronada por esa mirada que solo tenía para él.
Llegada la hora de la última comida del día, aquella que después de un arduo trabajo no solo llena el estómago, sino también el alma de satisfacción ante un día productivo, ellos hablaron poco para comer rápidamente. Nadie se fijaba en las dos figuras en medio de su campo de visión, uno no podría abogar al hecho de la obscuridad cuando la luna estaba despejada y aunque no era luna llena, bastaba para iluminar, además de que, igual que la tabla y la piedra habían colocado una línea de antorchas extra, que ninguno de los del circo noto al atravesar al improvisado comedor.
La Mujer fue la primera en actuar para llamar la atención de todos, nadie, ni El Hombre, reconocieron esa voz que llamaba a ser atendida, no era para nada la voz suave y calmada que solía escuchar, esta era una voz grave, sin dejar de ser femenina, directa y autoritaria, aunque estuviera expresando atención a un acto que ante sus ojos se realizaría.
Pocos se intrigaron ante lo que les describía Vermögen y siguieron en sus cuchicheos mientras seguían comiendo, los pocos que se intrigaron fue más por vileza.
Aunque con los días de éxito dándole confianza a las espaldas, los nervios golpeaban en su pecho aflojando sus piernas, por un instante pensó que no podría mandar dos órdenes importantes desde su cerebro y que las piernas le fallarían mientras hacia su lanzamiento errando mortalmente, pero con el primer sonido seco disipo toda duda y miedo lanzando los siguientes seis cuchillos con destreza y velocidad. La Mujer pudo ver como rápidamente las pocas miradas que tenían las fueron perdiendo a la mitad de los lanzamientos de su pareja, no había sentido nada más que pena por su rudeza hasta ese momento, pero nadie miraba Al Hombre que buscaba ser alguien, ni siquiera por empatía intentaron mostrar interés, la sangre le comenzó a hervir, pero ahora fue él el que estuvo para detenerla, sintió su brazo frenarla mientras con voz calmada le escuchaba decirle que tranquilizara su mente, que ni siquiera dijera algo, la mirada de la Mujer aunque nueva para él, le dijo todo lo que necesitaba saber sobre el volcán que tenía Vermögen dentro y la amo más, pudo ver ese amor reflejado en ese momento de furia.  
 
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Foto del autor Faustino Aguirre Zuiga
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Descripción

Ya casi termino la historia, espero disfruten lo que va, falta poco para el desenlace en realidad pero no poda esperar a compartirlo

Palabras Clave: Seora Fortuna circo cuchillos tabla suerte mexico relato corto Mxico

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Moraleja & Fbula


Creditos: Junge Hasen


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