Por otra parte, el teatro la Capilla, o mejor dicho, tanto el terreno como la pequeña iglesia familiar en los que Novo empotró su teatro los adquirió en 1949 (...) vago recuerdo de la hacienda un próspero pulquero del Estado de Hidalgo y los suyos, Ayala de apellido, quienes llegaron ahí en 1928. Hacienda con pozo, caballerizas, bebederos y su propio templo con alegre campanario. La propiedad pasó a manos de un señor Sánchez, administrador de Alfredo Medina, quien por $30,000 pesos sedió a Novo "un pedazo de mil metros dentro de los cuales quedaba, completamente en ruinas, la capilla", modesto mirador desde el cual se alcanzaban a ver las tumbas del pequeño sementerio de Xoco, "Donde esta enterrado Don Francisco Sosa".
El teatro de Novo, loca obra de un "aprendiz de aficionado" metido a "empresario-directo-promotor", no solo fue resultado de una colaboración ejemplar sino un completo proyecto intelectual en el que culminaban loas aptitudes y todos los recursos de su creador.
Iniciado en 1952 al llegar a su fin el compromiso de trabajo con Carlos Chávez, así como sus tareas en el Departamento de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes, creado por Miguel Alemán, el plan de la capilla respondió al deseo de construir un espacio propio en el mismo Novo.