La soledad de Lucía
Publicado en Aug 24, 2023
Lucía era una mujer que vivía sola en un pequeño apartamento en el centro de la ciudad. No tenía familia, ni amigos, ni pareja. Su única compañía era su trabajo como secretaria en una oficina gris y aburrida. Todos los días se levantaba, se vestía, tomaba el autobús, llegaba a la oficina, hacía su trabajo, volvía a casa, cenaba algo, veía la televisión y se acostaba. Así era su vida, sin cambios, sin sorpresas, sin emociones.
Lucía no sabía por qué era tan solitaria. Tal vez porque nunca había encontrado a alguien que la quisiera de verdad, o porque tenía miedo de abrirse a los demás, o porque se sentía diferente e incomprendida. Lo cierto es que Lucía lloraba todas las noches en su almohada, deseando tener a alguien con quien compartir sus sueños, sus alegrías, sus tristezas. Pero Lucía también era fuerte. No se dejaba vencer por la soledad. Se esforzaba por hacer bien su trabajo, por mantener su apartamento limpio y ordenado, por cuidar de su salud y su aspecto. Se decía a sí misma que algún día encontraría la felicidad, que no podía perder la esperanza, que la vida le tenía reservadas muchas sorpresas. Un día, Lucía recibió una carta en su buzón. Era de un remitente desconocido, que le escribía unas palabras llenas de cariño y admiración. Le decía que la había visto varias veces por la calle y que se había enamorado de ella a primera vista. Le decía que era hermosa, inteligente y especial. Le decía que quería conocerla mejor y que le esperaba en un café cercano al día siguiente a las cinco de la tarde. Lucía no podía creer lo que leía. ¿Quién era ese misterioso admirador? ¿Qué quería de ella? ¿Sería una broma o una trampa? ¿Debía ir al encuentro o ignorar la carta? Lucía sintió una mezcla de curiosidad, ilusión y miedo. ¿Y si fuera el amor de su vida? ¿Y si fuera su oportunidad de salir de la soledad? Lucía decidió arriesgarse y acudir a la cita. Se puso su mejor vestido, se peinó y se maquilló con cuidado. Llegó al café unos minutos antes de las cinco y se sentó en una mesa junto a la ventana. Miró a su alrededor, buscando alguna señal de su admirador. No vio a nadie que le llamara la atención. Pasaron los minutos y nadie se acercó a ella. Lucía empezó a impacientarse y a sentirse ridícula. Se dio cuenta de que había sido una ingenua, de que nadie podía quererla así sin conocerla, de que todo había sido una broma cruel o un error. Se levantó para marcharse, con lágrimas en los ojos. En ese momento, entró en el café un hombre joven y guapo. Llevaba una rosa roja en la mano y una sonrisa en los labios. Se dirigió hacia Lucía y le dijo: Hola, Lucía. Soy yo, tu admirador secreto.Lucía lo miró con incredulidad y asombro. No podía ser cierto. Era demasiado bueno para ser verdad. ¿Cómo sabes mi nombre? -preguntó Lucía. Te lo he dicho en la carta -respondió el hombre-. Te he estado observando desde hace tiempo y me he enamorado de ti. ¿Por qué? -insistió Lucía. Porque eres la mujer más hermosa y especial que he visto en mi vida -declaró el hombre-. Porque tienes una luz que ilumina todo lo que tocas -añadió el hombre-. Porque quiero hacerte feliz y compartir contigo todo lo que soy. El hombre le tendió la rosa y le pidió que se sentara con él. Lucía no sabía qué hacer ni qué decir. Estaba confundida y emocionada al mismo tiempo. ¿Quién eres tú? -preguntó Lucía. Soy alguien que te quiere de verdad -respondió el hombre-. Soy alguien que ha venido a sacarte de la soledad. FIN
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Raquel
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