POR EL TENIENTE NADIE LLORA
Publicado en Oct 17, 2009
POR EL TENIENTE NADIE LLORA
Compungido salió el Teniente Coronel, Roberto Octavio Palumbo del despacho del Jefe del II° Cuerpo de Ejército, General de División Américo Saint Jeans. Pero no podía fallarle a su jefe, le había allanado el camino a ingresar temprano en la Escuela Superior de Guerra donde se diplomó como Oficial de Estado Mayor; le permitió escribir un libro de uso reglamentario en el Ejército “Tratamiento de prisioneros de la Guerrilla”; que le valió su ascenso extraordinario a Teniente Coronel, acaso el General no le había incluido en la comitiva del General de División Roberto Viola, cuando este visitó West Point, pero pesaban razones aún más poderosas, Saint Jeans podría ser Comandante en Jefe del Ejército o tal vez, hasta fuera Presidente de la República. Entró a su casa y su esposa sabía que algo extraño le pasaba, saludó, comió algo y taciturno y ausente tomó una botella de wiski entera, en desmedro de otra que aún contenía la mitad de licor y se encerró en su biblioteca despacho, lugar que le era una suerte de escape. Cada vez que tenía algo importante que resolver iba a la biblioteca, con un vaso de wiski, esta vez lo hizo con una botella llena y cerró la puerta, sin dudas, comentó su esposa está en graves problemas. Como decirle que no al general si diariamente cuando llegaba a su despacho le decía en broma - “Palomito” deje de lado los protocolos castrenses, acaso no somos camaradas y amigos. Los dos fuimos al Colegio Militar, los dos estuvimos en West Point, los dos escribimos sobre la lucha anti terrorista y los dos tomamos wiski, che. Aunque nunca visitó la casa de su jefe, ni su círculo. Esa orden que le había dado el General, lo tenía sumamente preocupado. El Teniente Coronel Palumbo solía beber hasta media botella de licor sin perder la compostura, ni la sobriedad en un día. Beberse una botella del exótico elixir lo puso totalmente borracho. Salió de la Biblioteca a la sala de la casa y sin saludar a sus hijos que miraban televisión entró en su dormitorio. Riiiiiiiiiiing... Lo sobresaltó el despertador, recién se dio cuenta que se había dormido con la ropa puesta. Se quiso levantar de un salto, como lo hacía cada mañana, por el lado derecho de la cama; pero al sentarse un tremendo dolor de cabeza lo retuvo. Se incorporó lentamente y fue a ducharse. Era Julio de 1976 y el clima invernal grave, pero se duchó con agua fría, tomó una aspirina, se vistió despacio; se puso el uniforme diario en vez del de combate con el que asistía diariamente a la Sede del II° Cuerpo de Ejército, lugar en el que tenía su despacho al lado del jefe. También despreció la funda sobaquera que se ponía con este uniforme y solo se colocó la pistola 9 mm. de reglamento, desnuda en el cinto del pantalón, al mirarla recordó que estaban en guerra, así se lo había dicho el General y el General siempre tenía razón; no solo porque era General, sino porque era un amigo. Acaso el General no le había prestado 3.000 dólares para cambiar el auto. También recordó que hacía como tres años que su arma no disparaba. Se preguntó: ¿funcionará esta porquería? Salió en su vehículo y aún nervioso por la orden que le había impartido su jefe recordó que si la cumplía bien le podrían asignar la jefatura de un Regimiento, sus camaradas le cuestionaban su “acomodo” y ascensos meteóricos, sus destinos en oficinas y cercanos a despachos importantes sin haber “cuarteleado”... Al llegar a las oficinas, pidió como era habitual, una audiencia con el General Saint Jeans, tras esperar impaciente tres horas, un coronel le informó. - El general ya le impartió una orden y dice que lo recibirá recién cuando tenga resultados para darle. Por primera vez sintió que le temblaron las manos, sin embargo salió a cumplir la orden. El lugar era apartado y solitario, nada que ver con su sueño de ser Jefe de un regimiento, vehículos particulares sin identificación, no había bandera nacional. La finca contaba con tres casonas; en la que se hallaba más arriba instaló Palumbo su jefatura. Estaba revisando unos papeles cuando - ¡Permiso mi teniente Coronel! - ¡Si! - Teniente José Morales, presentándose a sus órdenes. - ¡Descanse teniente! El teniente se para frente a su superior y es cuando Palumbo emula a su General - Por favor, Teniente, son sea formal... Tome asiento, ¿acaso no somos camaradas? Aún sin perder la formalidad el Teniente se sienta - ¿Quiere un wiski ... como me dijo que era su apellido? - Morales, mi Teniente Coronel... Morales - Ah... si Morales... Mi apellido es Palumbo; quiere decir palomo ¿su apellido tendrá algo que ver con la moral?, sonriendo. - En realidad no lo se, mi Teniente Coronel. - Bien, dejemos tranquilo nuestros patronímicos y vayamos al trabajo. Primero a partir de ahora, nada de uniformes, somos civiles, y estamos explotando esta finca. - ¿Cómo mi...? - Además no vuelva a llamarme mi Teniente Coronel, solo “Palomito” y Ud. será Moral, no Morales, ¿comprende? - ¡Si mi Teniente... Perdón, si Palomito. Cuando Moral, salió para ver los “prisioneros de guerra”, Palomito hojeó su libro “Tratamiento de Prisioneros de la Guerrilla” y algunos párrafos bajo el Título: “Cómo quebrar la moral del enemigo”: “Colocar al prisionero colgado de los pies dentro de un tambor con agua... Controlar que no se muera; y cuando esté en el límite de su resistencia sacarlo... Repetir la operación”. Otra recomendación: “Colocar al prisionero sobre una mesa o cama y pasarle electricidad. Algunas variantes más efectivas son colocar un alambre o caño en el pene, ano o vagina. (Tener cuidado con los que no deben desparecer, para no dejarles marcas). Golpear al prisionero en la planta de los pies. Mantener el lugar de reclusión siempre iluminado de tal manera que el prisionero no sepa si es de día o de noche. Golpizas generalizadas. No permitir que el prisionero duerma. Hacer que otros prisionero observen el interrogatorio. Estaba concentrado meditando que una cosa era escribirlo y otra muy distinta hacerlo. Pero si el General lo pedía debía hacerse y bien. Por que más que jefe, era un amigo. En ese instante el Teniente Morales, irrumpe en el despacho. - Permiso mi Teniente Coronel... Hay un grave error los prisioneros de guerra son niños, algunos tienen 16 años... - ¿Qué hace moral, acaso no le dije, que no me llame por el rango? - Palomito ¿qué es esto?, una unidad del Ejército o un centro clandestino. - Moral, no se tome a la tremenda quiere... ¡Quiera, carajo!... Tómese franco el resto del día... - Cuando Morales subió a su automóvil civil asignado, escuchó los primeros gritos de horror y dolor de los prisioneros, comenzaba a cumplirse la orden del General. Día tras día llegaban prisioneros: hombres, mujeres, jóvenes, adultos, ancianos, sanos enfermos y la máquina del horror funcionando. Para entonces Palomito había cambiado, su rictus lucía demacrado, más flaco y nervioso, bebía dos botellas de wiski por día, trabajaba afanoso clasificando listas de prisioneros: Juan: se quedó (había muerto mientras lo torturaban) María: bien (había colaborado dio nombres, pasó a estar recluida, pero sin torturas, no estaba exenta aún de violaciones periódicas) Pedro: solución final (se le tiraba al mar) Luis: sin novedad ( volvía a su casa, se habían equivocado o alguien importante pidió por él) Luisa: no tiene quien le llore (significaba que nadie le reclamaba, o no se animaban a hacerlo, su destino podría ser incierto) Un día Palumbo decidió ver al General, tomó una voluminosa carpeta con su lista de prisioneros y el tratamiento dado a cada uno y salió a ver a Saint Jeans. - ¡Bien Palomito... Bien! Mientras leía algunas declaraciones: - ¿quiénes son tus contacto?; - No tengo contactos señor, no sé de que me hablan... Anótenme lo quieran que diga y lo digo pero paren por favor... - Tengo un problema mi general... El teniente Morales se pone cargoso, diciéndome que lo que hacemos está mal, que algún día caeremos todos presos. - ¡ No me diga, Palomito, que tiene un zurdo en su equipo! - No creo que sea zurdo, mi general, me hace dudar. - ¡Dudar, las pelotas, Palomito! ¿Ud. con quien está, con su teniente comunista o con su general? - Con Ud. mi general, con Ud. Pero si transfiere a Morales estaré mejor. - Nada de transferencia, Palomito, ¡vigílelo! y si se pone pesado avíseme que le diré que hacer... Cuando Palomito se aprestaba a salir el General lo interrumpe sonriente: - Ah... Palomito, no le dije, que a partir del 1° de enero será Coronel. Mire que somos los mejores en este tema y esto le gusta al Presidente. Palomito no volvía a su casa desde varios meses. Temprano, estaba en su despacho como es la costumbre militar, cuando suena el teléfono. - Hola ¿cómo le va Palomito? - ¡Mi General! - Morales se puso pesado, me mandó una nota relatándome todo lo que hace con los prisioneros y me pide que por el honor del Ejército que suspenda el horror. Esto me confirma que hace bien su trabajo... Lo Felicito Palomito, esto le gusta al Presidente. Ah... al Teniente Morales, aplíquele la solución final. Arrestaron al Teniente Morales y le hicieron pasar por cada uno de los tormentos que denunció al General Saint Jeans. Finalmente le aplicaron una inyección para adormecerlo y con otros lo llevaron a una Base Aeronáutica para tirarlo al mar. En el informe del fin de semana que enviaba a Saint Jeans estaba subrayado un renglón: “Por el Teniente nadie llora”. O sea que por él nadie reclamaba, nadie pedía por su libertad. Después de tres meses de ausencia continuada, Palomito, llegó a su casa, tan demacrado y desalineado que su esposa e hijos adolescentes casi no lo reconocieron. Se aseó, compartió un almuerzo con toda la familia y se retiró a la biblioteca. Sonó un tiro, supo que después de tres años su pistola funcionaba bien y se descerrajó un tiro en al sien. El Comunicado del II° Cuerpo de Ejército decía escuetamente: “El Teniente Coronel Roberto Octavio Palumbo murió en cumplimiento del deber, en un enfrentamiento armado con un comando guerrillero. En el mismo episodio fue abatido el Teniente José Morales. Ambos son héroes de la Patria. Fdo. Américo Saint Jeans, Comandante del II° Cuerpo del Ejército”... A pesar de algunas coincidencias con la realidad el cuento es creación del autor.
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Diego Lujn Sartori
es de mucho valor tu comentario... casi... casi pìenso lo mismo. Sobre todo la guerra es de la oligarquía autóctona contra los trabajadores. Saliudos.
Diego
Diego Lujn Sartori
valoro y aprecio tu comentario.
Saludos
Diego
Diego Lujn Sartori
Puede ser... pero es argentinísimo. Gracias.
Diego
facundo aguirre
Daniel Florentino Lpez
Tema tratado seriamente
Un abrazo
Daniel
Johel K.
Diego Lujn Sartori
Te invito a leer ¡Viva el Rey, Viva España! y espero tu comentario.
Te invito ver en mi página otras temas y géneros.
Saludos
Diego
miguel cabeza
Diego Lujn Sartori
En ocasiones los escritores tenemos que testimoniar estas cosas, para que los que nos sucedan lo sepan. Hoy el Pueblo de Honduras nos está dando un ejemplo de dignidad.
Saludos
Diego
Verano Brisas