Vida pasada: La insoportable necedad de ser.
Publicado en Jul 06, 2024
Voy corriendo al filo del tiempo, ignorando el pancito tostado y su aroma dulzón que probé con un solo bocado, porque, contra el sueño y el hambre puedo aguantármelo, pero ¿llegar una hora tarde? Yo no lo creo.
Todo pasa desapercibido, el ruido de la muchedumbre que me rodea, la sombra de los árboles que se proyectan sobre mi cabeza, y ahí, justo cuando voy a tomar el taxi, un ruido chillón irrumpe sobre la monotonía incesante de las bocinas y sirenas que anuncian la urgencia. Ya no hay tiempo que perder. Y quisiera obviarlo como a todo lo demás, cancelar el ruido, mientras escucho la música estridente que me da ánimos para sobrellevar el día que recién comienza, cuando siento que he vivido tres vidas en una sola ida al trabajo, pero el pitido de la gente respirando es tan ensordecedor que me hace querer huir del lugar, del mundo, incluso de mí mismo. Tres vidas he vivido desde que paré el despertador, me levanté y corrí para alcanzar la micro e irme derechito al trabajo. El pitido sigue sonando, la gente sigue viviendo, pero ¿habrá alguna solución para acallar el sonido, las vibraciones del corazón? Lo maldigo, lo culpo, a medida que corro para recuperar el tiempo que se me escapa, totalmente contra mi voluntad, preocupándome por nimiedades, evitando las llamadas perdidas y luego dejar plantado a mis amigos. Y, francamente, quién necesita de una copa cuando el silencio de tu casa parece anestesiar aún más las agitaciones, el murmullo de los pensamientos que entonan la interminable canción de aquel ruiseñor que está empecinado en no dejarme en paz. Ni a sol ni a sombra, me persigue con su canturreo infalible. El blues de cada día en sincronía con los latidos de este corazón dormido que ha perdido el sentido y su ritmo. Ya no hay claro de luna para mí. Al arribo de la noche, cuando el mundo permanece plácidamente dormido, recuerdo que otro día se ha terminado y no lo he vivido. Ni un solo segundo, ni una sola sonrisa resonó en mis labios, entonces, ¿realmente habré existido? Antes de dormirme, repaso cada uno de los momentos del día, enrollándome, dándole vueltas, observando, inspirando y luego botando cada pensamiento impuro que tuvo la osadía de pasarme por la cabeza en este día. Luego respiro un poco más, porque pareciera que el oxigeno me aclara la mente y detiene el torbellino de ideas que me remueve de mis pies que están plantados sobre la tierra. Pero tengo que ir un poco más al final, aunque no recupere el tiempo que se ha perdido, ¿o acaso lo invertí? De todas maneras, nunca volverá. Contéstame, pajarito cantor, lo único que deseo es que tus canturreos y melodías despierten el sentimiento agobiado, aletargado, de la alegría de vivir.
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