Medina
Publicado en Mar 26, 2009
Medina
Medina era uno de esos pibes cuya forma de ser, contrastaba con su imagen, limpio, prolijo, bien peinado, su guardapolvo, el más blanco y el menos arrugado, siempre lucia impecable, además, era muy inteligente, uno de los mejores de la clase, la maestra lo quería mucho, era su preferido, hasta la directora, la malvada señorita Rosita lo adoraba, cada vez que lo veía, le acariciaba tiernamente su lacia cabellera.Pero la verdad era que Medina era un atorrante de muy mal carácter, un engreído mal llevado, pero por sobre todas las cosas, un chico extremadamente violento. Era el líder indiscutido, sus decisiones jamás podían ser cuestionadas, menos aún rechazadas, un día, Pereyra no acepto su propuesta de jugar a los "penales" proponiendo en su lugar jugar a la "popa", terminado el pobre Pereyra cayendo desde un segundo piso.Núñez y Godoy eran sus laderos, caminaban a su costado un paso por detrás, contar algo sobre estos bandidos significaría escribir un manual de cómo ser un perfecto chupaculo, hacían todo lo que Medina les pedía en forma inmediata y efectiva.Un 17 de agosto, el salón de actos de la escuela lucia celeste y blanco por doquier, banderas y escarapelas adornaban el lugar, yo estaba sentado en la primera fila, con mi discurso en la mano, ese día había sido elegido para hablar del libertador, a mi lado, se ubicaba Medina, junto a él, Núñez y Godoy.Ya se había cantado el "himno", los pelotudos de segundo habían bailado un "gato" y la vieja de música acompañada por el coro de séptimo, había entonado la marcha de "San Lorenzo", mi turno se aproximaba.La malvada señorita Rosita anuncio mi nombre, un tanto nervioso subí al escenario, atrás mío venia Medina, en su carácter de encargado de sonido en todas las ceremonias de la escuela. Su función era la de acomodar el micrófono, colocarlo a la altura del orador, yo me pare frente al micrófono a una distancia prudencial, dejándole a Medina espacio suficiente para que cumpliera su tarea, luego, cuando entendí que había terminado me acerque, él se demoro un poco ajustando un tornillo mariposa, yo aproveche ese instante para releer en voz baja mi discurso el cual tenia escrito en letras grandes y negras para facilitar mi lectura y evitar de esa manera equivocaciones.El silencio había ganado el salón a la espera de mi disertación, yo tome un poco de aire tratando de juntar fuerzas para comenzar, pero cuando me predisponía a hacerlo, justo, justo, en el preciso momento en el cual yo iba a empezar a hablar, Medina que aun se mantenía firme y en forma sospechosa a mi lado susurra en mi oído, "momento mudo y paralítico, el que habla o se mueve la liga".Automáticamente, me invadió el recuerdo del tanito Giordano tirado durante un recreo en el piso, desangrándose, con fracturas de todo tipo a lo largo y ancho de su cuerpo producto de los golpes de Núñez con su infaltable bate de béisbol, de los cadenazos de Godoy, y de las patadas de Medina, paliza recibida por el tanito por haber alcanzado la meta en ultimo lugar, en concepto de castigo por haber reaccionado tardíamente al grito de Medina de "el ultimo que toca la pared la liga". El miedo se apodero de mi, reaccionando sin emitir sonido ni provocando movimiento alguno, juro que si Medina hubiese gritado momento sordo, no hubiese siquiera percibido los murmullos que se empezaban a escuchar en la sala producto de la incertidumbre generada por mi actitud.Pasaban los segundos y yo me mantenía en mi postura, segundos que se transformaron en minutos, los cuales para mi parecieron siglos, hasta que por fin Medina que era un flor de delincuente, pero un chico con códigos, entendió que yo había superado la prueba dándola por finalizada diciendo en forma disimulada por lo bajo, "tiempo".Me costo otros segundos recuperarme, no me fue fácil volver a relajarme, una vez más tranquilo, sentí la palma de la mano de Medina apoyarse en mi hombro acompañando la maniobra con una cínica sonrisa, disfrutando el momento, aprovechándose el muy desgraciado de la situación, a sabiendas de la ignorancia del auditorio que no entendía el mensaje, impresionándolos con su hipocresía, engañándolos, haciéndoles creer que su arrumaco, que poner su palma sobre mi hombro era un gesto de apoyo y de aliento, y yo, sin alternativa alguna, sin posibilidad de evitar su embate, no tuve más remedio que agachar la cabeza y dejarme "coger", como lo hacen los "marcianos", por Medina, ante todo el publico presente.
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