Lo visto
Publicado en Mar 28, 2009
Sentía una bola en mi estómago, algo podrido que poco a poco iba ascendiendo hasta llegar a mi pecho y que salía por mi boca en forma de aire en cada exhalación que se producía para poder contener el llanto.
Así me la pasé desde la tarde hasta la noche, llorando. Luego pensé en tantas cosas, la mayoría absurdas o tontas. Pensé en cuanto debió de haberle olido a mi madre el parirme. Yo ahí, echa bodoque, tal vez se decepcionó, pero no tuvo otra opción que conservarme para poder justificar una vez más su vida… Pensé… en colores vivos… Pensé… en el clima…adverso, frío e inconstante. Pensé en sabores, la mayoría desagradables. Pensé en todas aquellas personas a las que les pude haber jodido la vida durante toda mi existencia. También pensé en aquellas a las cuales pude haberles ayudado en algo, no sé, haber trascendido en sus vidas de alguna manera buena. Por más que busqué no encontré a ninguna… De pronto me sentí frágil, deseé estar desaparecida, ser invisible y esfumarme como el humo de un cigarrillo, pero no fue así, en realidad, lo que me desvanecía era algo interno, algo diminuto dentro de mí que tenía voz propia, algo que decía una y otra vez: “basta, basta, basta…” ¿Basta? ¿Qué? ¿Quién? ¿Qué cosa? No me respondió, la voz dejo de escucharse y fue cuando comprendí que mi propia alma y no solo mi cuerpo estaban empachados de la existencia. De pronto el llanto cesó, sin sensación, sin escucha, era como estar dentro del ojo de un huracán, todo era silencioso, tanto, que ensordecía. Me descubrí con las rodillas en el piso. ¿Acaso estaba orando? Me levanté y golpeé mi espalda contra un camastro, resbalé y volví a dar al suelo frío que sostenía mi jaula. Eso dentro de mí comenzó a apagarse, no sentía mis piernas, no sentía mis brazos, mi lengua estaba dormida, mis ojos fijos se aferraban a la luz…quizás por reflejo, pero la luz huyó de ellos y poco a poco todo se hizo tinieblas… En mi corazón, había un quejido, pero resignado, el motor de mis músculos impulsivos y razonables finalmente cedió. Lánguida y cansada, expiré. Me encontré con un túnel verde ámbar, el piso era húmedo y frágil, observé una pared de agua frente a mí y en el interior de ella había una luz blanca… Pensé “es un ángel” ¿lo era? Al ver mi reflejo en esa pared … me odié aun más que cuando estaba en la tierra, percibí y sentí mi existencia, no había marcha atrás, yo seguía ahí, en ese lugar insólito, que de alguna u otra manera me sostenía en mi existir, no se si en vida, pero yo…existía. El ángel o la luz exclamaron… ¿valió la pena? Volví a llorar desconsoladamente… Lección aprendida: No volver a pensar que "es mejor" estar muerto.
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