Una sonrrisa entre mil hojas
Publicado en Nov 03, 2009
La brizna de pasto, vio con ojos sorprendidos a la hoja que caía de la rama fuerte del árbol. Meneando su frágil cuerpo le saludó. La hoja conteniendo el llanto, miró su antigua morada, ignorando al apsto amigable, extrañada por encontrarse en el suelo aun teniendo un fragante verdor en su piel. Silencio, viento y polvo le susurraron algo que no quería oír. La brizna de hierba al verle tan afligida comenzó a hablarle para cambiar su animo quebradizo. Y así lo hizo, desde saludos casuales, hasta preguntas profundas, de familas lejanas y vidas pasadas, de todo procuró el pastico hablarle a la joven hoja recien caida del árbol, aun cuando por más que quiso no pudó evitar que siguiese mirando la rama donde nació. Pasaron días de frío, el bosque se bañaba en la temporada lluviosa. La hoja corrompiéndose más y más preguntó a su amiga hierba cosas desde el corazón. _ ¿has vivido tu alguna vez el rencor?_ Disparó sin rodeos al fin la hoja, luego de callar toda una tarde. _ ¿Qué si lo he vivido?_, preguntó indiferente la brizna de pasto dejando de bailar_ lo que pasa conmigo es que lo poco que he vivido a sido en un bosque de árboles altos y tupidas hojarascas. Briznas de pasto como yo, tan grandes, ávidas, altas y fuertes no crecen en cualquier parte. De lo poco que me pudo haber hecho daño y de aquellos que lo pretendieron no queda más que el vacío. _ ¿cómo haces para olvidar? _ Yo nunca dije que he podido olvidar, es lo más difícil de conseguir, lo único que pretendo es dejar a un lado ese rencor del que me hablabas y seguir mi vida sin darles importancia. _ ¿por qué?_, hubo una pausa, la hoja preguntó, la brizna de hierba tan sólo miró hacia el horizonte ensangrentado en crepúsculo. _ Te preguntas el porqué, más me valdría morir ahora mismo que vivir el resto de mis días con una pena y un rencor encadenados al cuello. Sustentarme supondría mantener vivo el recuerdo de aquel indeseado. Peor castigo el matarlo, enterrarlo en el olvido, ignorarlo secamente, sonreír a su ignorancia. a la mañana siguiente, poco antes de tocar el medio día, la brizna de hierba se despertó de sopetón. Muy cerca de donde vivía un gran árbol calló, talado por unos hombres de cara triste. Para su sorpresa era el mismo de donde su amiga la hoja nació un día. Al darle la noticia, un gemido de angustia se le escapó muy prófugo de entre su corazón de pasto, la muerte le tocaba hondo. Era su amiga muerta ya, seca por los calores del sol intenso de esos últimos días. En su diafano rostro, un rostro de hoja, se marcaba una sonrisa funebre. Nunca supo que pasó con el árbol que un día le abandonó, mas su hogar siempre estuvo junto al pasto, junto a la brizna bailarina de falsa modestia y alegría cautivadora. Esa sonrisa se la llevó el viento un día, una sonrisa entre mil hojas.
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