Ahí estaba nuestro amor dormido,
en su cuna de paz plácidamente,
sin que ni siquiera lo moleste
las partículas de polvo
que dejo el tiempo perdido.
Al verlo demasiado tranquilo,
acerque mi oído a su pecho
y escuche insuficientes latidos
como para confirmar su sentimiento.
El rose de mi dedo en su cuello,
dibujo un suave camino,
buscando en su piel el indicio
de que aun estaba vivo
asintió su cuerpo erizado
aunque sus ojos no aseguraban,
lo único que explotaba
era impotencia en mi pecho.
quiero ver directo a los ojos                                                                                                                 de tu amor mártir y vivo
voy a arañar tu corazón
para que griten de amor sus latidos!.
Y como en el último suspiro,
mintió mi boca en su oído,
crueles palabras hirientes
para saciar mi egoísmo,
no importó que su dolor
sea el remedio a mi martirio,
me dispuse a fingir muerte
para sentirlo aun más vivo
creí que verlo implorar
me demostraría sus ganas
y ahora no puedo sanar
la herida que lo desangra.