TAN LEJANO - IV
Publicado en Nov 05, 2009
LO QUE SE FUE Adriana y sus lecciones de amor en mi cabeza Desde mi bleizer flamante y el pelo engominado y brillante, divisé al principio de la fila su humanidad portentosa. Me encogí de hombros cuando me miró desenvuelta y prosiguió su charla entre gesticulaciones y risas llenas de picardía. Mi estantería iba a tambalear de a poco y Adriana se encargaría de abrir mis ojos al desenfado, a los códigos secretos del enamoramiento. Por el momento mis reflejos respondían con rubor a los arrebatos de Adriana, a sus actuaciones excepcionales para con los que intuía primerizos en el cautivante universo de la escuela secundaria. Me resulto trabajoso adherir a sus pequeñas locuras siempre planificadas atentamente bajo la lupa experta de una "repetidora de año" que ostentaba su bagaje de experiencias y siempre destilaba buen humor. Adriana nos encantaba. Sabía conducirnos hacia sus ocurrencias desopilantes. Nos inyectaba energía vital. Nos llevaba a replantearnos los esquemas de aquella convivencia amistosa. Nos preparaba para dar el salto definitivo. Me tuve que sentar a pensar, a discutir con mi conciencia. A sofrenar la revolución interna que Adriana había despertado en mi ser con su manera tan especial. Me duró el tiempo que tardé en ganarme su confianza. En hacerla reír, en participar de sus rituales hasta ser aceptado, en hablar de igual a igual. Sus lecciones no las asimilé de repente. Creo, por el contrario, que a lo largo de aquellos años, su figura reinó en algún lugar de mi estrenada historia comandando movimientos ascendentes y descendentes que apuntaban hacia nuevas conquistas. Los primeros pasos hacia el beso más calculado, la palabra ganadora y el cuerpo que iba prometiendo transformaciones apetitosas. La conocí mejor años después. No dejé de asombrarme ante su capacidad intacta para reflotar el pasado, pero ya poblaban su vida unos rizos de oro encantadores que pugnaban por interrumpir nuestra conversación. Cuando me despedí a la tardecita su hija ya la había convencido para inaugurar la calesita y devorar helados.
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Jorge Dossi
Saludos
Jorge
Guillermo Capece