Día y noche hacen transición
volviéndonos a todos transparencia.
Yo amanezco enfrente del espejo
y me voy enmarcando en mi traje.
La mañana se refleja en mí
y termina de abrir mis párpados dormidos.
Tengo la notificación de desalojo inmediato:
Es un tigre de gran envergadura.
No obstante, ante los ojos del espejo
hago una fogata y quemo el comunicado
y desayuno mi habitual café con crema.
La miseria me asedia de mañana:
Es un chacal que me mira con repudio.
Solo hay hedor en estos arrabales
y aquí habitamos los más desposeidos.
Es el pesebre de la nueva época
de donde los pobres somos desalojados
y evacuados a pueblos tenebrosos:
A parajes distantes que no ha pisado Dios.
Pero no obstante las presiones bastardas
caminaré erguido entre un orbe de astutos.
Jamás entraré sin permiso a una acequía
y no hurtaré como un ladrón realengo
que se haga llamar banquero o prestamista.
Ellos se lavan las manos en escoria
y se burlan en las exequias del orfebre y sus prójimos.