Aprender a Soar
Publicado en Apr 01, 2009
Aprender a soñar
Esa tarde vivió una felicidad cuasi completa. Había escapado de la gran ciudad intentando despedazar sus problemas. La gran urbe quedó atrás para sumergirse en ese paraíso natural con el que algunos sueñan. Los árboles, latiendo por sus hojas, parecían recibirlo amablemente. Un sol privado de agresividad acompasaba sus ojos amodorrados. El lago esbozaba toda su fisonomía entre recovecos y colinas. El verde se extendía en lo profundo, infinitamente. A medida que transcurría la tarde, sus preocupaciones se alejaron con la leve brisa primaveral. Respiró profundo y detecto el perfume de los eucaliptos, desinhibido, fresco como una mañana de abril. Logró encontrar varias figuras en las nubes: un zorro, una fuente y una manzana. Decidió recostarse sobre la hierba. Cerró a medias los ojos y vio al entorno en forma de túnel, casi como un pasaje a la inmortalidad. El sabor de la libertad, dulce, amargo, colorido, se posó sobre su garganta cargada de años. La degustó como nunca antes. Y qué sería la libertad sino ese mundo de sensaciones, oportunidades, sueños... Y quién era más libre que él en ese instante: nadie. Estar con la naturaleza lo había hecho recuperar las esperanzas perdidas, y sintió que podía volar. Tomó carrera hasta que se equilibró. Empezó un aleteó frenético, que luego de unos metros, se transformó en un movimiento mecánico de absoluta perfección. Con la ansiedad a flor de piel, el éxito le llegó tempranamente: levantó vuelo. Voló, finalmente voló. Le arañó al cielo todas aquellas sonrisas que le había negado todos esos años y entendió que ya no volvería a la ciudad. Ése era su lugar en el mundo. De ahora en adelante, no habrías más oficinas, ni automóviles, ni cables eléctricos o plazas. Todas las mañanas se sorprendería nuevamente y pretendería seguir jugando a la vida con el niño tan postergado que llevaba dentro. Aterrizó sobre una colina y tomó aire. Considerando que era la primera vez que volaba, no se sentía tan cansado. O quizá sí, lo estaba, pero el entusiasmo cubría su fatiga. Acababa de vivir la experiencia más maravillosa de su vida. La simpleza de la naturaleza desdibujó la estructura, poniendo de manifiesto que el talento es síntesis. Una síntesis excepcional que permite apreciar, aunque más no sea unos instantes, pinceladas de Dios. La tarde hubiese sido magnífica, sino fuese por la circunstancia de haberse encontrado en el camino con la muerte. A unos metros de la costa del lago, notó que alguien tomaba carrera y aleteaba como lo había hecho él mismo horas atrás. Seguidamente levantó polvareda con su carreteo irregular, hasta que al final del trayecto tropezó y cayó al agua. Este comportamiento por parte del caído no le generó preocupación en primer término, ya que si bien no era culto, tenía conocimiento que la mayoría de los seres saben nadar. La angustia creció a medida que transcurrían los minutos. Estuvo media hora planeando en forma circular, esperando ver al sujeto arribar a alguna costa. Fue en vano. Fustigado aterrizó inmediatamente y se quedó mirando el ocaso por tiempo indefinido. La sabiduría le generó un escalofrió a su semblante, y la siguiente conclusión lo invadió repentinamente: hay algunos que se animan a perseguir los sueños y aprenden a volar, mientras otros se quedan a mitad de camino y dejan que sus alas se atrofien; o simplemente, no tienen alas.
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Jason
Julio Camargo
El conocimiento te lleva a la sabiduría y ella te da alas, para aprender a volar, vuelas majestuosamente como el águila para conocer más sobre la vida hermosa y la naturaleza, también otros están aprendiendo a volar.
Excelente
Luis Benito