Déja que mi pensamiento ultraje recuerdos.
Déjalo que escarbe hasta saciar su encono
Vive condenado entre la luz y el trueno
tan acostumbrado a fingir tu silencio.
Déja que se mimetice en el lecho tibio
que han dejado otros.
Déjalo que sufra porque lo merece.
Para arrepentirse hay que tener memoria.
Tiene el pulso firme para sostener su templo,
lleno de oraciones que pierden el tiempo.
Déja que mi pensamiento redacte proclamas
Déjalo que impulse a las almas inquietas.
Vive destronado sin fe y sin receta,
su antigua influencia lo ha traicionado.
Déja que persiga el llamado del viento
Déjalo gritar y aplaudir de contento.
No tiene verguenza ni tiene cariño,
es un pensamiento que me tiene en vilo,
déjalo que viva, que piense o que muera.