PATENTE DE CORSO
 
La patente que ahora exhibo
ante el imperio de la eternidad,
otorgada por ese mismo imperio
que me dio, sin consultar, la vida,
la pongo al servicio de mis intereses
creativos y amorosos.
 
La utilizo para mis viajes cósmicos
por las múltiples galaxias de la poesía,
para cruzar los mares cambiantes y agitados
de tu corazón salvaje.
 
Patente que me da el derecho
de hablar sin cortapisas frente al mundo,
que se hunde inexorablemente
en los argumentos de la intolerancia.
 
Patente que defiendo con firmeza
cuando el enemigo ataca mis navíos
de rápidos velámenes,
en los mares traslúcidos de la imaginación.
 
Patente que rebasa mis escollos
con el amplio salvavidas de la fantasía,
cuando navego sin ancla y sin timón
sobre las aguas traidoras de la cotidianidad.
 
Patente que me concede sin reparo
los privilegios de una realeza inmune,
no apta para las mayorías
que soportan sin protesta el esclavismo
de un diario vivir opaco y anodino,
infecundo y perversamente inútil.