Agua
Publicado en Apr 07, 2009
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Agua
La única familia que tengo es el agua y a ella quiero dejarle toda mi fortuna.
Eso fue lo primero que me dijo Héctor Dosantos, cuando entró en mi despacho notarial en la pequeño pueblo de Santiago de Catxultepec.
Tras la sorpresa y después de asegurarme que no era una broma de mis convecinos, yo era un recién llegado y aun no conocía las costumbres de aquel recóndito lugar, intenté explicarle que eso no era lógico, ni posible.
-¿Por qué?-preguntó
- El agua no puede ser la familia de nadie, solo es un liquido...
-Que conforma el ochenta por ciento de su cuerpo.
Sonreí ante su rápida replica.
-Escuche, voy a contarle mi historia y entonces comprenderá- me dijo, arrellanándose en la silla al otro lado de la mesa.
Hice lo propio y me dispuse a escuchar la historia de aquel tipo bajito, con formas de estibador portuario y rostro de campesino bonachón a la antigua usanza.
-Mi padre fue el río Dosantos y mi madre la laguna de Oliveira, allá en las montañas donde la civilización se diluye en la selva. Allí me encontraron de pequeño, en una cesta vegetal justo en la desembocadura del río en la laguna. Crecí en las barcas de los pescadores acunado por mi mamá y alimentado por los peces que mi papá traía de las montañas. Ellos me dieron todo lo que necesitaba, alimento y un lugar donde vivir. Aprendí a reconocer sus señales y encontrar los lugares donde se esconden los peces, predecir las riadas al inicio de la primavera, hallar sus cauces secretos cavando en la tierra reseca para dejar salir a mis hermanas, las fuentes, que alimentan los campos de mis paisanos. La lluvia es mi amante, acariciándome cuando estoy triste, guiñándome desde el cielo oculta, dentro de las nubes como una esposa recatada. Cuando crecí comprendí que podía desplazarme por el río hasta llegar a cualquier lugar que necesitara visitar y que cuando me adentraba tierra adentro hasta lugares que mi familia no visitaba desde hacia tiempo, podía descubrir a mis hermanas o llamar a mi amante para que regara aquellos lugares. Así conseguí mi fortuna, mediante los regalos que me ofrecían las ciudades agradecidas por alejar la sequía de sus tierras. Así he vivido toda mi vida, pero ahora ya me siento viejo y hace poco tiempo descubrí a Dios, noté sus lagrimas saladas porque los hombres no lo reconocen y ahora se que pronto deberé reunirme con Él. Quiero que toda mi fortuna se dedique al agua, que se utilice para conservar el río que me dio la vida, la laguna que me cuidó, las fuentes que encontré y para construir un monumento a la lluvia portadora de vida.
Cuando terminó de contarme su historia permanecí un momento en silencio, contemplado por aquellos ojos azules que brillaban con una sonrisa.
-Está bien, procederé a redactar su testamento y crear un fidecomiso para que se cumpla su voluntad.
Y así lo hice, a los pocos días volvió a mi despacho para la firma de los documentos y ya no supe de él hasta hace pocos días, en que me comunicaron su muerte.
Según me contaron lo vieron adentrándose en el mar, mientras gritaba:
-¡Recíbeme en tu seno señor! ¡Tómame a mí y perdona a la humanidad por no reconocerte!
Fue entonces cuando al volver ha revisar su testamento me fijé en su firma:
Héctor Dosantos Oliveira
H. Dos O.
Jason Defman
 18 de junio 2006
Página 1 / 1
Foto del autor Jason
Textos Publicados: 12
Miembro desde: Apr 06, 2009
2 Comentarios 534 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Palabras Clave: Agua sorpresas testamento

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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Julio Camargo

Hay mucha verdad en lo que has escrito. Si todos tuviésemos la facilidad de reconocer el valor del agua, dede luego que la haríamos de heredera de nuestra fortuna. Nuestra vida tiene una tierna relación con Héctor Dosantos Oliveira
H. Dos O.
Responder
April 10, 2009
 

Rodrigo Prez

Jajaja tiene gracias, y manejas muy bien la verosimilitud. muy bueno
Responder
April 09, 2009
 

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