La guerra y el futbol
Publicado en Nov 26, 2009
Lo recuerdo todo bien. Todo era perfecto. Vivía en Nueva York con mi familia. Tenía todo que cualquier chico pudiera desear. Tenía salud, mis dos hermanos, mis padres y al futbol. El equipo estaba jugando bien. Éramos primer lugar en el torneo y ya casi teníamos el campeonato. Se decía que me querían contratar clubes de Alemania. No lo podía creer, iba a irme a jugar a Alemania. Si lo hice, fui a Alemania pero no a jugar. Era el verano de 1939, las tropas norteamericanas habían entrado en la gran guerra. El gobierno ya no tenía tropas voluntarias para mandar a Europa. El presidente ordeno mandar gente a la guerra involuntariamente por medio de un sorteo y quien se negara seria encarcelado. Eran elegibles personas desde 18 a 45 años. Yo tenía 22 por lo cual era elegible. Aun así no tenía miedo. Las primeras semanas eran de pánico al ver que algunos de mis amigos se iban. Para Septiembre de 1939 ocurrió lo que cambio mi vida. Para este entonces el que se llevaran a la gente a la guerra ya no era una novedad, si no algo cotidiano. Recuerdo bien ese día. Ese 12 de septiembre cuando yo regresaba a casa. Mis padres se veían muy angustiados y tristes con una carta del gobierno en sus manos. Vi a mi hermano destrozado y llorar como loco. Después descubrí que tanto a mi hermano mayor y a mí nos habían citado para ir al ejército a pelear a Europa. Nos daban dos semanas para poder despedirnos de nuestra familia y presentarnos en las oficinas militares. Esas dos semanas fueron muy dolorosas. Mis padres estaban muy angustiados a lo mismo que nosotros. El día en el que teníamos que partir llego. Nos fuimos en la madrugada y dejamos notas a nuestros padres dados de que no queríamos verlos sufrir. Era lo peor que habíamos hecho desde que incendiamos la alfombra cuando teníamos 8. Por fin llegamos a la estación militar. Había varios jóvenes y personas adultas. Al llegar ahí, nos separaban por edades. Nos informaron que nos mandarían a Alemania y a Italia. A mi hermano lo separaron de mi puesto que era unos cuantos años mayor que yo. Nos informaron a la mañana siguiente partiríamos en barco hacia Alemania. Seriamos parte de una invasión a las costas alemanas. Nuestro general era el general Eisenhower quien era el encargado de dicha operación de nombre "invasión del Día D". Durante el viaje todos teníamos temor y tristeza. Yo me preguntaba en donde estará mi hermano, y que estarían haciendo mis papas en este momento. Me llene de nostalgia y decidí conversar con algunos de mis compañeros soldados. Para olvidarme de eso. Me hice amigo de un soldado afroamericano proveniente del estado de Mississippi. Su nombre era Kevin Lewis. Era de una familia pobre y humilde. Tenía 23 años de edad. Me conto que él fue quien recibió su carta de servicio militar y que le aviso a sus padres minutos antes de partir para no verlos sufrir. Pasaron semanas y no llegábamos hasta que por fin llegamos a las costas de Alemania. El general nos había dado órdenes específicas de qué hacer una vez que llegáramos a tierra. Nos bajaron y comenzamos a atacar las fuerzas navales alemanas. Era horrible, había tiros por todas partes y cadáveres de soldados en toda la costa. Kevin y yo nos unimos y nos protegíamos uno al otro. Después de la batalla, habíamos salido victoriosos. Nos llamaron y nos juntaron, dividiéndonos en cuatro grupos conformados por los soldados restantes. Nuestra misión era rescatar a los judíos y deshacernos de los Alemanes que los tuvieran presos. Nuestro objetivo principal era liberar los presos del campo de concentración en Múnich. Caminamos por todo el campo. Kevin y yo éramos los más jóvenes del grupo. Había un soldado en el grupo que tenia conocimientos de francotirador. El afirmaba que todo lo que tenía que hacer es estar a unos cuantos metros de Adolfo Hitler y la guerra terminaría por completo. Yo pensaba que estaba loco pero muchos lo apoyaban. Era ya Noviembre de 1939 y casi habíamos llegado a Múnich. Una noche oímos que comenzaron a gritar "Nos atacan despierten". Todos despertamos y efectivamente fuerzas alemanas nos estaban atacando. Comenzamos a disparar causando que retrocedieran los enemigos. Yo estaba entretenido recargando mi arma cuando oí que grito Kevin "Cuidado" y oí un disparo. Después vi como Kevin cayó al suelo. El disparo iba dirigido a hacia mí y el se aventó para que no me diera a mí. Los alemanes se alejaron y termino la balacera. Yo sostuve a mi amigo por última vez y le dije: "Perdón Perdón". El contesto: "No te preocupes yo estoy feliz de servir a mi país y salvar a mi amigo." Después de esto el murió. Yo llore inconsolablemente. Lo enterramos y seguimos nuestro camino. Al llegar a Múnich nos volvimos a encontrar con los soldados de Hitler. Yo furioso les disparaba con rabia. Entre a un edificio y en donde encontré a un niño judío atado a una silla y dos soldados golpeándolo. Yo dispare y logre matar a uno y a herir al otro. Mis compañeros lo apresaron y después lo mataron. Rescate al niño y me sorprendí al ver que sabia ingles y me conto que él había intentado rebelarse al ver como los Nazis mataron a su hermano bebe de cinco meses de edad. Según él lo arrojaron al aire lo más alto que pudieron y como si fuera tiro al blanco le dispararon sin piedad. Me dio las gracias puesto de no haber llegado lo el estuviera muerto. El equipo y yo lo mandamos con un pequeño grupo a la bahía con un grupo de soldados para que fuera embarcado a Estados Unidos. Por fin terminamos el campo de concentración que buscábamos. Las fuerzas alemanas eran muy rudas. Solo habían pasado 10 minutos ya había menos Americanos que alemanes. Sentí un dolor inmenso en mi pierna derecha. Me arrastre lo más lejos que pude de la batalla y vi que una bala había traspasado mi pierna. Algunos compañeros fueron a ayudarme. Pasaron unos meses y me entere que me tuvieron que amputar la pierna. Regrese a casa el verano de 1942. Llegue a Nueva York, y mi casa estaba cerrada. Toque la puerta y mi madre abrió y al ver que era yo me abrazo y mi padre siguió y me abrazo. Luego vi que mi hermano había regresado, pero si su brazo derecho. Yo estaba feliz de que estábamos en casa de nuevo. Mis compañeros del equipo de futbol al saber que había regresado me fueron a visitar. Al ver que ya nunca podría volver a jugar el futbol me dieron la noticia que habían ganado el campeonato. Ahora soy entrenador de un equipo profesional. Seguiré viviendo el futbol, solo que ahora desde la banca.
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