MONCHO
Publicado en Nov 29, 2009
El día estaba claro y caluroso. El sol se acercaba lentamente, con inverosímiles pasos, al centro de la bóveda celeste, destellando rayos ardientes sobre la carretera de asfalto. La superficie negruzca absorbía voraz y ávidamente el calor irradiado. A lo lejos reflejaba charcos inmensos de hirvientes aguas, lagunas engañosas; imágenes de vapor caliente.
Sobre un talud, al lado de la carretera, una mujer observaba la línea blanca de trazos cortos y largos, que dividía la superficie negra y dura, en dos canales de circulación. Justo en la línea, a escasos metros de ella, un perro dormitaba la siesta, tenía mal aspecto; se veía flaco y huesudo, de pelaje sucio. La piel cubierta de costras y pequeños salpullidos, llenos de pus, mostraban el descuido. Tres moscas volaban, alrededor de la cabeza, parándose sobre el hocico y las orejas, ante la indiferencia del can, que continuaba tieso como si la muerte lo hubiese llamado. El suave movimiento del rabo, ante el llamado frenético de la mujer, daba evidencia de vida. A lo lejos un volteo Toronto, se acercaba a alta velocidad por el canal izquierdo, regresaba después de vaciar la arena, donde construían la represa del pueblo. A medida que se acercaba, el corneteo continuo estremecía el oído de la mujer, que incesantemente llamaba al perro para que se apartara. Este inmutablemente, continuaba como si la cosa no fuera con el. Otro corneteo a escasos metros anunciaba lo que suponía la mujer, aparto la cara a un lado para no ver cuando lo aplastaran, al tanto que le gritaba angustiosamente. _ ¡Párate Gancho, que te van a matar! ¡Buuuuaaapapaaaa! Resonó el corneteo, aunado al ruido ensordecedor del motor acelerado en cambio de velocidad. Abrumada la mujer, encogió el cuerpo imaginándose lo peor. El resoplido del viento, que acompañaba al camión en su diario transitar, le alboroto los cabellos desgreñándoselos. Lo vio perderse a lo lejos, donde se disipaba la línea blanca de trazos cortos y largos. Giro presintiendo lo peor y allí estaba, Gancho, vivito y coleando. Viéndola, mientras movía el rabo, y dejando caer nuevamente su cabeza sobre el asfalto caliente. Molesta por el susto pasado caminaba a la casa mientras le gritaba. _ ¡Porquería! el susto que me hiciste pasar ¡te van a matar!, ya no me va importar si un camión ¡te destripa! El perro movía el rabo como señal de cariño, y luego se quedaba inerte sin señales de vida. Gancho, como le llamaban ahora, tenia en ascua a la pobre mujer, durante los últimos veinte días. Después que se intoxico, se dio a la tarea de dormitar y pasar su pena, en horas del mediodía, sobre la línea blanca de la carretera. La ultima semana había sido angustiosa para ella, el corneteo hostigado de los camiones que iban y venían de la represa en construcción, auguraba a cada momento el fin de los días del perro. Pero cuando salía y se acercaba al borde del talud, allí estaba el tranquilo, como si nada, observando el camionón de diez cauchos, cada uno cuatro veces más alto que el, pasarle a escasos centímetros de su maltrecho cuerpo, que día a día se secaba más, pegando el cuero marchito sobre los huesos, dando la impresión de una calavera viviente. _ ¡Un día de estos te van destripar! Frase ensalzada como una oración diaria. Todas las mañana lo llamaba para que fuera a comer, lo veía deambular por la cuneta, canal del agua, husmeando y una que otra vez lamiendo en los charquitos que encontraba. Movía la cola y Hacia caso omiso a la voz femenina. _ ¡Bichos muertos si comes verdad, por eso es que estas así! De mala gana recogía el plato viejo y se metía a la casa, refunfuñando. Días atrás, aquella tarde fatídica, lo vio masticando entretenidamente bajo la sombra del totumo. Se acerco lentamente, y percibió un olor nauseabundo. Sorprendido, el animal, abrió el hocico, dejando al descubierto una pata de sapo disecada, entre sus fauces. Quien sabe donde lo encontró. Quizás destripado por los camiones y reseco por el abrasador calor de la carretera. Comida no le faltaba, pero eran cosas de perros, quizás el olor putrefacto, le despertó ansias por comérselo, quizás pensó que aquel bocadito prohibido no le causaría daño. O simplemente fue el instinto;reflejos guardados en el sub conciente, herencia de sus ancestros salvajes cuando en manadas recorrian las tierras inhospitas, cazando y alimentandose de la carroña que encontraban a su paso. Aquella tarde fatal, lo único que quedo del sapo fue una pata, y eso porque la soltó del susto, cuando lo sorprendieron deleitándose y relamiéndose el hocico. "Perro sinvergüenza, como que estas comiendo bicho muerto" le dijo. Al tiempo que se quitaba una chancleta y se la lanzaba. A partir de aquel momento enfermo perdiendo el apetito y las fuerzas. Al cabo de dos semanas, ya parecía un caparazón andante y perdió su flamante nombre que sonaba a cada rato, en aquella casa, desde que era un cachorro. "ya le diste comida a Moncho, tu Moncho toma este hueso, tu Moncho ven a comer, Moncho vamos a cazar, Moncho mi viejo amigo, mujer tú quieres más a Moncho que a mi, Moncho pa aquí, Moncho pa allá" y el animal estaba contento en aquella casa, donde recibía cariño. Ahora, de lo flaco, lo llamaban Gancho "ya Gancho comió, por fin murió Gancho, donde esta Gancho, allá esta Gancho", era el diario oír en la casa. El sol rayaba la media mañana y un cornetazo, incesante apareció de la nada, "TuuaaaaaaTataaa, TuuaaaaTataaa", llenando de ruido el ambiente, acompañado del estruendo metálico, al rodar sobre algo irregular. La mujer soltó el plato que lavaba y dejo de prestar atención a la radio novela. Asentó las manos en la cabeza, "mi perro ahora si me lo mataron, anda recógelo, te dije que lo amarraras al guayabo" exclamaba. Una lágrima asomaba a sus ojos, la tristeza le amarraba la razón. "calma mujer, que le vamos a hacer el muy zoquete es muy porfiao, no hace caso" le reñía, mientras ella corría al borde del talud, con las manos en la cara como no queriendo ver. Y Allí estaba Gancho, en el medio de la carretera; sobre la línea blanca de trazos cortos y largos, impasible, tranquilo como si nada hubiese pasado. _ ¡Porquería te van a matar!, le gritaba una vez más. Entraba cerrando la puerta con una sonrisa de conformidad, agradecida que Gancho como le llamaba no estaba muerto. Recordó cuando su esposo lo trajo pequeñito, siempre la seguía a todas partes: al gallinero, al potrero, a regar los aliños, a la cocina, donde estaba ella; allí estaba Moncho. Como no cogerle cariño; como no quererle. Con el tiempo creció y se convirtió en el guardián de la casa, amen de ser un perro cazador muy bueno, siempre salía con Guzmán de cacería y de regreso, traían; una Lapa, un Picure, un Vaquiro o un Venado. El perro los unía, cada día más. En las tardes se sentaba acicalar a su esposo, para que contara como era Moncho en el monte cazando y sonreía con los cuentos que oía. "ese es mi Moncho" pensaba. Su perro, su amigo; aunque nunca le disputo ese lugar a su esposo. Cuando enfermo, entrambos se avocaron a curarle pero no mejoro, le llevaron a casa del curandero Juan y tampoco lo curó. "seguro se le atravesó un hueso en las tripas y lo maleo, no tiene remedio, ya le espera la muerte" fue la respuesta de Juan, el curandero. La mujer se negaba aceptar la muerte de su perro, y buscaba plantas y purgantes con la esperanza de sanarlo. El sol se guardaba para salir nuevamente, la tarde languidecía con el frescor de la brisa que jugueteaba con las ramas de los árboles, en un vaivén de norte a sur. Sentada debajo del guayabo lo vio subir la cuesta, se veía alegre, parecía mejorar. Lo llamo por su nombre "Moncho mi perrito, caray te pareces un gancho de lo flaco", le dijo sonriéndole tiernamente. Pasó cerca de ella, y se detuvo moviendo la cola, lamió sus chancletas y jugueteo un tanto con sus manos. Se le quedo mirando fijamente, como atrapando su imagen, sus recuerdos. La mujer lo sintió extraño, su mirada fuerte y penetrante, le llego al corazón y lo interrogo, como hubiera querido hacerlo con el hijo negado por la vida. _ ¿Qué te pasa mi amor, que tienes? Movió la cola y gimiendo cariñosamente, continúo su camino. A pocos pasos volteo a mirarla y aulló lastimosamente, y luego se echo en el centro del patio, allí lo atrapo la oscuridad. La bóveda celeste se convirtió en un manto lúgubre penetrante, donde solo una estrella reflejaba un brillo leve sin titileo, o quizás era Venus irradiando su energía, entre las sombras de la noche. Algunos perros aullaban, al paso del Chupahueso, ave nocturna mensajera de la muerte, que cruzaba la oscuridad con su graznido agudo e irritante. Los grillos chirriaban sus notas taciturnas, al compás del ulular de las lechuzas que pernoctaban en el árbol de Maria barrabas; cubierto desde el tronco hasta las ramas de túneles de tierra, construidos por las laboriosas y bravías hormigas amarillas, de picadura fuerte y olor nauseabundo. Moncho o Gancho como se le quisiera llamar, gemía levemente y estiraba las patas, envueltas por la neblina que lo arropaba. Soñaba que cazaba una lapa, encerrada en un cantil de quebra`e vaca, al tanto que Guzmán lo azuzaba "cuje mi perro, cuje Moncho que ya la tenemos". Amaneció con una tupida bruma que se dispersaba lentamente a medida que el sol se desplazaba en el cielo azul cristalino de los días de agosto. La mujer salio de la cocina al porchecito, con un humeante pocillo de café. Lo llamó y por ningún lado lo encontró. "donde estará" se preguntó. Melancólica sin saber por que, se dedico a sus labores, domesticas, pensando que estaría dormitando, o caminateando por ahí. _ya volvió a las andadas, dijo al viento. Al rato, vio a Guzmán entrar a la casita de los aperos. Llegaba de revisar los borricos en el potrero y sigilosamente buscaba algo entre las herramientas. Se acerco lentamente, "qui hubo" saludó. "Has visto a Moncho por ahí" le pregunto intrigada. Él sin dar la cara detuvo la búsqueda, pasaron segundos con la vista clavada al piso de tierra, buscando quien sabe que cosa. _ ¡Murió Moncho! Dijo a secas. La mujer se mordió el labio, se nublaron sus ojos, su nariz aventaba. El hombre entristeció el semblante, dio dos pasos hacia ella y con voz entrecortada, le susurró: _ A lo mejor fue anoche, murió a la orilla del falso, voy a enterrarlo. Belén maría, se enjugo las lagrimas como una chiquilla, cruzo los brazos sobre el pecho y dio la vuelta. El quiso estrecharla a su cuerpo, pero no la alcanzo y la vio entrar a la casa en un silencio que jamás había sentido en ella. Recogió su mano del vacío y templo el semblante, se hecho el pico al hombro y camino hacia al falso.
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florencio
saludos ...........
Alfonso Z P
animales. Cuando nos encariñamos con ellos, ya pasan a formar parte de la familia, amén
que ellos también se ganan el cariño por lo fieles que son.
Felicitaciones y estrellas.
Saludos: Alfonso
florencio
saludos
Daniel Florentino Lpez
mucho: hace unas semanas
falleció una perra de
la familia a la que queríamos
como un integrante más.
Lindo y conmovedor relato.
¡Felicitaciones!
Un abrazo
Daniel
florencio
je je "Amor perruno" creo que fue el nombre de una novela o pelicula (algo asi)
Bueno un abrazo enorme para ti, y una pata por rodos los canes del mundo. Hasta la proxima....
P.D. Oye ALEIDA esa pintura es tu retrato?
ALEIDA
Un beso y una pata en nombre de todos los perros que sufren el maltrato humano.
Y un abrazo para aquellos que los consideran parte de la familia.
florencio