PERDON MIJO, PERDON
Publicado en Nov 29, 2009
El hombre hace rato que había regresado de la faena. El último mes, alargaba las horas en el campo, en una jornada agotadora de sol a sol. Los gránulos de sal, que aparecían al evaporarse el sudor, y el polvo acumulado en el día, le formaban un collar oscuro alrededor del cuello. Las manos ampolladas y llenas de callosidades causadas por la empuñadura del machete, el hacha y el garabato, mostraban el esfuerzo realizado. Los pies al quedar libre de las botas que lo sofocaban, liberaban el calor acumulado y el entumecimiento, aliviando el dolor punzante en los juanetes que día a día aumentaban de tamaño.
Sumido en sus pensamientos que reflejaban aquel rostro malhumorado y triste, se sentó en la mesa a la espera del alimento, que saciara el hambre que le devoraba la barriga. Se sentía solo, sin nadie que le atendiera, a su edad esto no podía estarle pasando. "pa que trabaja uno, pa que malgastarse la vida" se decía mirando sus manos. "pa que" se lamentaba en silencio. A escasos pasos, su mujer jugueteaba con su primer retoño que lloriqueaba sin motivo alguno. _ Que tun, que tunnn niño precioso, que tun que tunnn príncipe amado. Maria Inés le cantaba al infante, su adoración; la niña de sus ojos, alzándolo entre sus manos, coqueteaba con él para contentarlo. En la mesa, taita Juan se mordía la lengua y sentía una punzada en la vesícula, un sabor amargo le llego a la boca, contrayéndole los músculos de la cara, dibujándole una figura grotesca en su rostro. _Que tun que tunnn niño adorado, que tun que tunnn galán rosado. _ ¡Que tun que tunnnn muchacho e mieeerda! gritó exasperado, Juan, dando un golpe sabré la mesa. La mujer se sobresalto y volvió a la realidad, perdida entre los ojos azul paraíso de la inocente criatura, dio en cuenta del hombre olvidado y echado aun lado, sacudió la cabeza despertando sus sentidos. Se levanto del sillón, coloco el niño en el corralito que su taita le hizo en los ratos libres. Dio en cuenta del polvo acumulado y el sucio que empezaba a devorar la casa. Se fue rápido a la cocina y encendió el fogón, al tiempo que salio a buscar agua a la quebrada. El infante lloriqueaba, angustiadamente, al sentirse solo por vez primera. Taita Juan, se acerco lentamente al corralito, el niño lo miro y entre pucheros le extendió los bracitos. Tomó entre sus hoscas manos, su primogénito; sangre de su sangre. Por fin lo abrazaba. Una nube de emoción se condenso en sus ojos y una lágrima rodó por su mejilla, mientras con voz trémula balbuceaba. _ Perdón mijo, perdón..................
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Alfonso Z P
haga perder por un momento la ecuanimidad. Buena lección al arrepentirse del hecho.
Saludos: Alfonso