CAMINO DE SANTA ROSA
Publicado en Nov 29, 2009
Una imagen sudorosa, se entremete fugazmente en el paisaje del cerro. Avanza, mientras recuerda de muchacho, recorrer este camino de tierra; de cuestas empinadas y pedregosas, en caminata rauda y veloz, batiendo la respiración; como toro cimarrón bufándole a la manada. Recuerda subir imperturbable a los sonidos e imágenes del cerro; cantaba el Gaitacamino, graznaba el Cristofué, las Guacharacas sabaneras alborotaban el monte. En lo profundo, el viento chocando con las ramas. En lo alto, el sol y el cielo parecen eternos. Las nubes pasajeras de aquí para allá, para nunca la misma regresar. Sobre el relieve áureo, la imagen joven, rauda y veloz cortaba caminos tortuosos, donde las bestias dejaban su pisada y sudor.
Ahora, veinte años después, va por el camino de cuestas empinadas, ya no raudo y veloz como toro cimarrón. Mas bien tranquilo y calmo, como las bestias que ve subir, con su carga de verduras. Midiendo sus pasos sobre el camino tortuoso, evitando meter la pata, entre las grietas penetrantes. "es tiempo de calma" piensa. "Ojala en mi senectud, vuelvan los fueros de ayer, y recorra estos caminos de tierras, como toro viejo cimarrón bufándole a la manada, los muchachos atrás siguiendo la huella que los alienta a continuar" reflexiona, al tanto que hincha sus pulmones de aire fresco y acentúa la caminata. Cae la tarde y el sol casi besa el horizonte, escondido entre la espesa montaña. Sin aflojar el ritmo, marcha sobre "plan largo" un trecho como de cincuenta metros, enclavado entre las decenas de cuestas y declives de la ruta. A la izquierda sobre un árbol seco, algunos zamuros reposan la tarde en espera del olor de la muerte. Se pregunta, serán los de veinte años atrás, "Su vida dura cien años reza la ley natural", se acuerda de la canción de Reinaldo Armas "El cardenal sabanero". Cierra los ojos y escucho a sus compañeros universitarios señalar y decir "ja ja allá esta la fuerza aérea del pueblo, haciendo sus maniobras". A lo lejos una bandada de zamuros planean en remolinos, danzándole a la muerte. Se ve sonreír con los jóvenes citadinos que llegaron al pueblo en búsqueda de sus sueños, y en hacer realidad el sueño revolucionario del Dr. Félix Adams, de convertir la escuela granja Canoabo en un núcleo universitario de la universidad Simón Rodríguez, enclavándolo en un pueblito de aproximadamente tres mil quinientos habitantes. "inventamos o erramos" lo dijo el maestro del libertador y lo hizo realidad el Dr. Félix Adams. Treinta y seis años después el tiempo le dio la razón, el pueblo que moría en las garras de la soledad de aquellos viejos tiempos, ahora camina pujante y alegre agarrado de las manos de miles de estudiantes que recorren las calles con sus libros y su bulla contagiosa. Abre los ojos y se percata que han desaparecido las danzas de la muerte en los contornos del pueblo, y la cantidad de zamuros que planean es apenas perceptible. El color amarillo de los mereyes maduros y jugosos, posan su mente en presente. Mientras aplaca la sed con la fruta silvestre, observa innumerables plantas de merey en ambos lados del camino. Sobre las ramas, los pájaros picotean la pulpa dulce, astringente. Los pegones; insectos Holometábolos, de color negro, zumban sobre la superficie amarilla royendo poco a poco el pericarpio. Recuerda que solo existen en esta cuesta del camino. ¿Son silvestres estos mereyes?, se pregunta. "O la mano del hombre dejo una semilla y esta se multiplico desparramando hijos cuesta abajo", especula. Mas adelante, en un recodo del camino. Se detiene. La casita de Martín Valiente ya no esta, fue enterrada por las manos del tiempo y la soledad, que guardaron lentamente sus cenizas, sus recuerdos, la memoria de lo vivido, entre la tierra arcillosa del camino. Solo fragmentos de tejas, que un día fueron rojas, dejan evidencias del ayer y archivan las remembranzas, reflejos aventureros, del personaje heroico de la radio novela, cuando la muchachada cruzaba el lugar, temerosos de culebras y espantos. . Ahora respira profundo, ha llegado a la meta, atrás en lo profundo, el valle empequeñece, ante la inmensa montaña que lo rodea. Al sur, el perfil del indio labrado por la madre natura, se erosiona al paso del tiempo y la mano del hombre. El poema "guardián desde la altura" de la poetisa Irma Lara, desempolva sus recuerdos, y ve niños viajar por la carretera en bus, posar los brazos sobre las ventana de los asientos, y entre algarabía, mirar la imponente montaña, buscando la figura del viejo aborigen, mimetizada entre el verde policromito de los árboles y arbustos y tallada entre el relieve del monte. ¿Fueron los Cumanagotos o fueron los Jirajaras? los que poblaron por vez primera estas tierras. No encuentra respuesta. Los petroglifos tallados en las inmensas piedras a lo largo y ancho de la región, atesoran sus huellas, su estirpe. Sus mensajes; casi indelebles al tiempo, esperan para ser descifrados. Comienza el viaje de regreso, a su espalda el cerro de Santa Rosa, lo espera imperdurablemente. Hoy camina con su hijo, luego vendrá con él nieto............
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florencio
aca es un sitio de esparcimiento, donde jovenes y adultos marchan, en sus actividades deportivas o recreativas.
gracias por las estrellas que alumbraran a partir de ahora el camino de santa rosa.
Alfonso Z P
Se podría decir que es una peregrinación que ocurre no sólo en ese cerro,
en la mayoría de los pueblos hay lugares para ir a pagar promesas, sobretodo
después de los exámenes finales, que lo diga el Santo Niño de la Cuchilla en Zea.
Felicitaciones y estrellas.
Saludos: Alfonso