Fábula de la ilusión.
Publicado en Apr 10, 2009
Fábula de la ilusión
autor Alberto Carranza Fontanini. Kentsú leyó ( y su índice guió delicadamente la lectura), la frase del libro que detallaba la manera precisa de momificar mariposas que es un modo de eternizar. Después de esa interpretación supuso otra. Subyugada por el diseño extraño de las letras que contenían un significado inexplicable y recóndito, supuso que si develaba tal significado podría detentar para sí misma un magnífico poder, el todopoder con el cual sería capaz de transformar todo, incluso el pasaje hacia la muerte. En esa consciencia del topoder desaparecerían las dualidades, las incertidumbres y el misterio acerca de la verdad y le belleza se verificarían transparentes igual que el agua que corre sobre las rocas montañosas y hasta los pequeños y grandes asuntos que preocupan a la humanidad serían fácilmente resueltos y desaparecerían como arrastrados por la levedad del soplo de una brisa. Kentsú releyó con morosidad las líneas azuladas del libro arcano. Y pudo visualizar una dimensión irreconocible de la existencia donde la liberación no es una Utopía. Percibió además las vibraciones del vacío, las tonalidades cegadoras de la luz en su esencia y,finalizada la reconcentrada lectura se dibujó en sus rostro la contrariedad, pues más allá de la interpretación casual, cada palabra contenía un signo cuyo sentido último se le escapaba como si hubiese sido concebido por mentes divinas unidas entre sí como el anverso y reverso de una misma moneda. Kentsú, igual que el políglota Champolión al descifrar los intrincados jeroglíficos egipcios, dominó su impaciencia y con admirable tenacidad examinó gradualmente los signos enigmáticos. Dos días consecutivos aplicó a la tarea. Durante ese tiempo no probó bocado ni concilió el sueño. Se desentumecía recorriendo nerviosamente los pasillos que desembocaban en el Jardín mustio por causa de las repetidas heladas y entonces decidió convertirlo en invernadero. Acariciaba la idea de que las flores y las plantas conservasen el esplendor de la juventud y de la belleza constante. Al retornar a las silenciosas habitaciones proyectó que debía llenarlas de sonidos melodiosos y sublimes y además revestir los anaqueles vacíos con setenta mil libros. Los pisos podían ser recubiertos con alfombrados agradables al paso; podía decorar los techos con frescos naturistas en contraste con las mesas de mármol que adornaría con jarrones blancos y renovaría cada día con flores. Todo eso podía hacer Kentsú con sus propias maravillosas manos pues creía poseer el secreto de recuperar la apariencia de la vida en cada objeto otorgándoles el don de la belleza peremne. Kentsú volvió a la lectura, de la cual había sido distraída por esos pensamientos, y recitó en escala las líneas misteriosas del libro arcano: poco a poco las hizo poesía, las hizo plegarias, las hizo culpa y perdón, las hizo lágrimas y las hizo risa hasta que cansada fue sumergiéndose en sueños recurrentes. Kentsú desdeñaba alhajas y amantes. No obstante, durante esos sueños, la seducía la inopinada presencia del Arco Iris cuya magnificencia podía atisbar desde el ventanal cuando las tormentas cesaban. Sólo al Arco Iris entregó Kentsú su amor, permitiendo que inquietase su alma pues el amante, tenebroso y voraz, solía manifestar compasión y dulzura hacia ella cada amanecer. El Arco Iris fue mancillando el honor de Kentsú: inevitablemente humillaba su espíritu cada vez que caía rendida de cansancio y se dormía; pero ella no podía revelarse y entregaba su amor en forma de danza, destinándole cada noche sus labios y su cuerpo espigado y cimbreante. El último amanecer, Kentsú aguardó que el Arco Iris se desvaneciera en las altas montañas pues debía ya volver a la lectura del libro de lineas azules. Poco después, en el silencio de su estudio, la fría nieve que entró en ráfagas por el ventanal repentinamente abierto se derramó sobre su corazón y su virginidad, concebida durante esas agitadas noches. Entonces Kentsú comprendió que su aventura y anhelo de desentrañar el misterioso contenido del libro arcano había finalizado para siempre.
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