La confusión ciega de pensar
   Terminaba una etapa histórica en la vida de unos adolescentes ávidos de internarse en el frondoso cuestionario de los tiempos.
   Las agujas tejieron capítulos privados en esos crecimientos y pensar se transformó en una utópica conquista sin motivos.
   La fragilidad ideológica impedía enfrentar las estructuradas ofertas de un sistema que nos recibía dócil y dispuesto para que adhiriéramos a sus más fervientes postulados.
   Sobrevivir y pensar. Pensar de que manera lo que fue el reinado de la despreocupación podía articular una defensa honrosa ante el bombardeo sistemático de opciones que endulzaban desde compromisos mediocres hasta complicidades públicas
     Nuestras mejores armas debían apuntalar las filtraciones que comenzaban a aparecer tendientes a distanciar la brecha entre nosotros y quienes nos seguían.
   No era tarea fácil crecer en lo personal soportando las duras pruebas de tal empresa y sufrir en nuestra desorientada estrategia por interpretar fielmente los sentimientos e inquietudes de un pueblo.
   Los años traerían respuestas convincentes como hechos incomprensibles y la ceguera mental como siempre, seguiría demostrando su negativa vigencia.