Estar Alertas!
Publicado en Dec 06, 2009
Esto que hace muy poco viví, no lo deseo a mi peor enemigo. Todos estamos expuestos a pasar por una situación semejante, más vale estar alertas y tomar recaudos para evitarla. El día que comenzó mi desventura: En una galería comercial, terminaba de hacer compras y revisé la lista para asegurarme que nada me faltaba. Salí, algo distraída y apurada. Un fuerte empellón, me proyectó unos metros del lugar en que estaba. Perdí el equilibrio y caí, pesadamente, desparramando bolsas a mi alrededor. Varias personas, acudieron a ayudarme, mi pierna izquierda, no respondía a mi voluntad. Pedí que llamaran al servicio de emergencia al que estoy abonada, ellos expertos en accidentes, resolvieron la situación. Medicada y ubicada en la camilla, partí, rodeada de mis compras, en la ambulancia que partió rauda, precedida por el espantoso ulular de su sirena. En la clínica, me hicieron placas que confirmaron mis sospechas, fractura de cadera. Le pedí al médico, que acelerara la cirugía. Convenimos en el próximo turno, apenas estuviera la prótesis que necesitaba y los análisis de rigor. Hace pocos meses me radiqué en Córdoba, mi lugar es San Rafael, Mendoza. Pedí traslado, en la docencia de segundo nivel, donde me desempeño, para hacer una especialización, importante para mi carrera y el lugar indicado, es aquí, en esta hermosa y culta ciudad. Alquilé un departamento en Nueva Córdoba, zona de estudiantes del país y del extranjero, en un .décimo piso. A los cinco días de internación, que se me hacían eternos, volví a casa. No conocía a nadie y necesitaba alguien que se ocupara de mi. Llamé al encargado, que se acercó a verme en la clínica, apenas le comuniqué mi problema. Le pedí que consiguiera una persona, de mediana edad, si era posible sin compromisos, había otro dormitorio para ella y de ese modo me aseguraba su dedicación exclusiva. Mis exigencias, limpia y ordenada, algo de cocina, encargada de las compras y auxiliar en la convalecencia Esa misma tarde, de la mano de Pedro, el portero, conocí a Antonia. Una mujer maciza, de rostro inescrutable, silenciosa y efectiva. Se presentó ella misma, su ex patrona, no estaba en Córdoba, pero enviaría las referencias apenas regresara. El encargado, que consiguió esta joya, vino dos veces a preguntar si todo estaba bien. El departamento, se veía perfecto. Se cumplía el lema de Antonia, “UN LUGAR PARA CADA COSA Y CADA COSA, EN SU LUGAR” El tercer día me extrañó no recibir llamadas, mis nuevos compañeros, estaban avisados del accidente y me visitaron varias veces en la clínica, además todos, tenían mis datos. Empecé a llamar, no tenía tono. -Antonia, sabe qué pasa con el teléfono? Pregunté. Se acercó solícita y dijo- voy a preguntar al portero. -Es un problema de la Central, Señora, contestó y le creí. Los días siguientes, el problema no se resolvía. Mi única visita era la de la fisioterapeuta, Olga, una joven que sólo hablaba para darme instrucciones de los ejercicios y posiciones para mi recuperación. Rehuía cualquier intento de conversación y cumplía estrictamente el horario convenido. Postrada, dolorida y aislada de todo, una gran tristeza, se apoderó de mi. No tenía apetito y la bandeja con alimentos, era retirada por Antonia , tal como llegaba. Perdí el interés en todas las cosas y lo único que hacía era dormir. No tenía fuerzas para realizar los ejercicios y le dije a Antonia que despidiera a Olga, cosa que se apresuró en cumplir. Una mañana el insistente sonido del timbre, logró despertarme. Escuché la potente voz de Antonia, tratando de disuadir a mi vecina de piso, Eugenia, que se resistía a aceptar los variados argumentos esgrimidos para evitarle el acceso y de un empellón apartó a mi servidora, precipitándose en mi habitación. Saqué fuerzas para gritarle, eso creí, que la dejara pasar. Lejos de obedecerme, corrió hasta la cocina en busca de algo para amedrentar a Eugenia. De mi mesa de luz, alcancé a levantar un tubo que vacié en la cara de Antonia, desconocida, en un descontrolado ataque de rabia. Dejó caer la cuchilla que traía, para cubrirse los ojos, que le empezaron a picar furiosamente, entre aullidos de dolor que alertaron a mis .vecinos. El departamento se llenó de gente. Eugenia, como yo, afectadas en menor grado por el gas, cubría sus fosas nasales y lagrimeábamos sin parar. El oficial que me tomó declaración, apeló a toda su paciencia, cada diez palabras, caía en un sopor debido a mi avanzada debilidad. Con la ayuda de Eugenia, pude armar la trama del plan urdido por mi “fiel” servidora, con los propósitos más nefastos. Ella se contactó con mis amigos y compañeros a quienes Antonia, en mi nombre, había prohibido llamadas y visitas. Aclarados los puntos, todos me fueron a visitar, otra vez en la clínica a donde fui llevada en un estado de extremo debilitamiento. Me enteré que Antonia, no es ése su verdadero nombre, tiene un frondoso prontuario delectivo y sus víctimas, fueron siempre personas discapacitadas a las que primero aislaba de parientes y amigos y aprovechando su indefensión física y mental lograba manipular para apoderarse de sus pertenencias. Una verdadera lacra. Prometo, que al menos, ella, no volverá a recurrir a esos manejos. Apenas me reponga, pienso que será dentro de unas semanas, haré mi declaración, acompañada por Eugenia y el abogado que elegí.
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gabriel falconi
muy entretenido de lleer pero no de vivir
JUAN CARLOS
Cariños..Juan Carlos..
Alfonso Z P
de parecerse a ella.
Estas cosas desgraciadamente suceden, la maldad se disfraza de lo que sea con
tal de lograr sus propósitos.
Bueno el relato, que a la vez es un alerta para las personas que contratan servicios
sin tener referencias ciertas.
Saludos: Alfonso
Filiberto Oliveros