Del secuestro al mar
Publicado en Dec 07, 2009
Del secuestro al mar (I)
Sola ha quedado Malena desafiando esa anarquía de pinturas, acuarelas, pinceles y paletas. Decidió acomodar y limpiar, sabe que esto cubre un escaso tiempo de su angustia y abandono. En una noche de abril, en esos días serenos que van acumulando nubes negras de tormentas, está en su departamento en el último piso de un edificio viejo, abandonado a su suerte. Le gustaba a Jonás, porque en la terraza puede montar su atelier. El techo reforzado por chapas de zinc, gigantescas latas acanaladas que permiten el drenaje rápido, cuando la lluvia se estrella mansa sobre ellas. Una lluvia de gotas finas hace llorar los cristales de las ventanas que se alumbran en la noche con relámpagos encendidos en silencio, interrumpido por estampidas brutales del trueno. Una cama doble plaza con cabecera de madera lustrada permanece incólume al tiempo, cuelgan de sus bordes dos cascadas de tela cubriendo una entrada de luz. Un enorme tapiz cubre la pared ornamentada con espadas y filigranas doradas de antigüedades encontradas en calles del aburrimiento. Una mesa de roble cubierta con una tela naranja; un sillón tapizado de blanco simula la espera de un lector. La pared del oeste, tapizada con cuadros y pinturas de Jonás colocados sin prolijidad ni esmero está cubierta. Las botellas de alcohol escondidas en un viejo aparador que nunca se movió de la esquina. Muchas veces Jonás ha estado arrodillado en la alfombra apoyando su cabeza sobre los muslos de Malena, mientras ella acaricia sus cabellos para consolarlo después de esas pesadillas que lo atormentan. Son tiempos de cambios. De luchas civiles; enfrentamientos e injusticias. Indudablemente algo ha pasado en ese tiempo. Las armas de la república se han levantado contra un poder civil frágil y corrupto. Los hombres de uniforme sentados sobre calaveras festejan el triunfo de una fuerza formidable ante una sumisión civil pocas veces vista. Vuelan cerca de sus cabezas cuervos negros; negros como las tumbas de miles de hombres y mujeres encerradas en profundidades de la tierra. Hombres uniformados pisoteando baldosas de cuanto edificio público recuperan. Queman bibliotecas. Destruyen museos y monumentos. Encarcelan. Torturan. Desaparecen gente, roban niños recién nacidos. Los venden. Los entregan como venganza. La resistencia del pueblo vencido por la misma historia de armas deja cadáveres abandonados en cientos de lugares, simulando batallas inexistentes. Hombres y mujeres fueron muertos de pura muerte. Otros; desaparecidos sin rastros que puedan identificarlos. Sus cadáveres no existen. Todo ha sido borrado.
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Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
norma aristeguy
Por fin un compatriota con memoria habita Textale.
"...Un furor cruel, demoníaco,
succiona sangre valiente
y de la otra..."
Mis respetos amigo, seguiré con la parte II.
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja