PRÓLOGO
Sabía que moriría. Lo supo desde el momento en que, apresuradamente, bajo de la estación del metro Balderas mientras un leve tic tac sonaba dentro del maletín que cargaba en su mano izquierda. Minutos después estaría en medio de una masa horrorizada de gente reunida cerca de los andenes de metro Hidalgo.
                ¡Tengo una bomba! Gritaría aquel hombre a las cuatro con tres de aquel día y todo terminaría tan rápido como había iniciado.
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Martina Pérez Gutiérrez había vivido los últimos siete años de su vida asustada. Desde aquella noche en que la secuestraron mientras cerraba su negocio cerca de la colonia Condesa, en la ciudad de México, no había vuelto a ser la misma. No volvió a abrir su negocio sino hasta hacía apenas un par de meses, cuando se dio cuenta de que su esposo ya no podía continuar trabajando horas extra en la fábrica donde obraba. Fue entonces que decidió reabrir su negocio.
 Martina era una mujer, sin duda, inteligente. Había comprado un título falso en medicina en Santo Domingo, le dijo a su esposo que con ello la clientela aumentaría en su farmacia y fue precisamente lo que pasó. Aquello le permitió llevar a un siguiente nivel su negocio: pasaría de ser una boticaria cualquiera a una doctora. Todo esto pasó antes del secuestro e incluso, después de este, razonaría dos veces antes de presentarse con toda persona en su vida, como lo había hecho con el hombre que le vendió el título falsificado, un tal Jorge Beltrán, o al menos, ese era el nombre con el que se presentaba en su ilícito oficio.  Aún hasta aquel día, mientras tomaba la línea amarilla del metro tenía la sospecha de que fue aquel hombre el que la había secuestrado, el que se había presentado como Jorge Beltrán en Santo Domingo.
Pero ya no lo sabría después de aquel día. El hombre bomba acabaría con ella y con la vida de otras cinco personas.