Mirar que es lo real
   En el diario trajinar de mis emociones bajaron a la tierra aquellos sueños que había elevado en discusiones y manuales de operaciones.
   El bagaje de conocimientos de un bachiller filosófico se desprendía a mi costado dispuesto a divagar en noctámbulas tertulias.
   La realidad nuevamente castigaba la estadística ingenua que mis estudios pretendían develar. Las construcciones de aquellos años no bastaban para diplomar a un experto en diagnósticos sociales. Todavía faltaba mamar el desengaño y cambiar la piel varias veces desafiando la adversidad.
   Me empezaron a doler mucho mas cerca las desventuras de mi pueblo. Me asumí  testigo en la causa justa de vivir aferrado a un ideal o a una doctrina que plasmara en los hechos la valoración del hombre.
   Deje de lado los cabildeos inconducentes y me encerré a diseñar la forma en que conduciría mis actos. Habían quedado atrás la magia y el recuerdo de las mejores banderas del idealismo juvenil ahora reencarnadas en una militancia consecuente con la madurez.
   Los inviernos que vinieron congelaron las consignas y la patria aún continuaría reclamando dignidad y grandeza.